"Quien tiene boca, se equivoca". Frase sabia que podríamos reconvertir en "Quien hace cosas, la caga". Y eso nos incluye a usted y a mí. Y evidentemente, a la justicia. A la de aquí y a la de la China popular.
Sí, porque la justicia ventila cada día miles de cuestiones muy sensibles que afectan a la vida de mucha gente, pero resulta que es imposible que todo funcione correctamente en el 100% de los casos. El problema son las equivocaciones cuando la injusticia es evidente y, además, se veía venir que lo era. Con el problema añadido, sobre todo en los casos de prisión preventiva de un inocente, que estas equivocaciones provocan unas consecuencias irreparables porque 1/ es imposible volver atrás y 2/ y, sobre todo, porque la ley no prevé resarcir el prejuicio en la misma proporción que la causada.
Entre los años 2000 y 2016, la justicia española tramitó 9.227 denuncias por errores judiciales y sólo aceptó 1.501. En este periodo tuvo que pagar 50 millones de euros en indemnizaciones, con un precio medio de 70 euros por jornada de encarcelamiento injusto. Por lo tanto, en el caso Rosell, los 643 días de prisión preventiva se terminarán con unos 45 mil euros. Y venga, páselo bien. Es la tarifa oficial.
A ver, ninguna cifra compensa haber sido 643 días encarcelado por la cara. Ni compensa la ruina de tu vida personal, familiar y económica. Pero 45 mil euros es un insulto. Y que a los responsables del despropósito no les suceda nada, es una vergüenza y una indignidad. Ya que el error es humano, cuando pasa hay que afrontarlo. Porque si no el sistema es impune a su propia incompetencia y, por lo tanto, la ciudadanía desconfía de él. Y si la gente no se cree la justicia, mal vamos. Y más en casos como este. O en el de Tamara Carrasco.
Acusada de terrorismo y rebelión, el 10 de abril del 2018 fue detenida por agentes armados y encapuchados. Después de varios interrogatorios, la Audiencia Nacional retiró los cargos, pero no las medidas decretadas, entre las cuales está la de no poder salir de su ciudad, Viladecans. Y ahora mismo no está acusada, pero tampoco es libre. Vive en una especie de agujero negro legal esperando que algún juzgado se haga cargo de su caso y decida qué decide decidir sobre ella.
Y puestos a recordar casos donde la justicia se ha cubierto de gloria y no ha sido capaz de autocorregirse ante la evidencia, el de Ahmed Tommouhi. Estuvo quince (¡QUINCE!) años en la cárcel acusado de cuatro violaciones que no había cometido. Abderrazak Mounib, detenido con él y también inocente, murió en prisión totalmente destrozado anímicamente.
Quince años en prisión porque era el cabeza de turco perfecto para cerrar un caso abierto. Y eso a pesar de que diversos de los policías que participaron en la investigación estaban convencidos de su inocencia porque no había pruebas concluyentes en su contra. Se parecía ligeramente al verdadero violador y eso lo condenó, a pesar de que en 1995 el Tribunal Supremo ya anuló una de las sentencias al darse cuenta de que el ADN encontrado en el lugar de los hechos no era el suyo sino el de otra persona con antecedentes por violación. Pero nadie revisó las otras sentencias y todavía estuvo 11 años más en prisión.
El año 1999, el fiscal jefe de Catalunya, José María Mena pidió su indulto. Ni el gobierno del PP ni el del PSOE se lo concedieron, pero él tampoco lo habría aceptado porque, tal como dijo cuándo salió en libertad: "No acepté ningún indulto porque eso es para los culpables, y soy inocente". También dos años antes se había negado a salir en régimen abierto e ir a la prisión sólo a dormir porque, como dijo en una entrevista concedida a Pere Ríos y publicada en El País: "Yo siempre dije que cuando saliera era para no volver nunca". Una entrevista donde explicó que una semana después de estar en libertad todavía no había hablado con su mujer y sus hijos que vivían en Marruecos porque "nos echaríamos todos a llorar y sería demasiado doloroso". Preguntado por sus hijos, Ahmed Tommouhi afirmó: "No recuerdo la edad que tienen. Cuando entré en la prisión eran pequeños. Se han educado huérfanos con un padre vivo. Me han arruinado el futuro. ¿Por qué vale la pena vivir así?".
Y no pasó nada. Nadie fue responsable de nada. Como en el Caso Tamara o en el caso Sandro. Las injusticias evidentes y fruto de la desidia y la incompetencia nunca tienen padre. Ni madre. Y nunca pasa nada. Terrible.