Cuando se trata de reclamarnos, estamos indefensos y son una apisonadora que nos aplasta. Cuando se trata de defendernos, también. De ellos hacia nosotros, una autopista. De nosotros hacia ellos, un muro infranqueable. Para cobrarnos, la administración es de una eficiencia admirablemente demoledora. Al revés, y sobre todo cuando el error es suyo, es una puta burocracia que te marea y no te ofrece ninguna salida. El tristemente famoso SEPE es el ejemplo perfecto. Que un organismo público de un estado europeo sufra un ciberataque entra dentro de lo probable. Que el ministerio de Trabajo y Economía Social del Reino de España sufra un par en poco tiempo, es una cosa que puede suceder. Ahora bien, si eso pasa, como ya ha pasado, lo que no puede suceder es que las bases de datos que se guardan, con información confidencial, estén tan seguras como si introducimos nuestras partes blandas en un bidé donde vive una familia de pirañas hambrientas.
Sobre el caso ha habido apagón informativo, pero se ha sabido que el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), aparte de tener sus servidores informáticos en un estado de vulnerabilidad mejorable, al menos hasta el año 19 trabajó con programas que la Agencia Española de Protección de Datos no había autorizado ni homologado. O sea, con programas piratas. Y eso se supo gracias a una auditoría interna. Hace unos días La Razón publicaba el nombre de algunas de estas herramientas para tratar información y datos personales y laborales: Banshee, BigBrother, Moira, Prepara, Cerebro Sispe, Lanter, Blade, Legion, Sentinel o Cerebro Gestor. Todas incumplían los estándares oficiales de seguridad y, por lo tanto, la normativa vigente.
Esto es muy grave, pero todavía lo es más que la dirección del SEPE no avisara de que los usaba por miedo a que les prohibieran seguir utilizándolos, les obligaran a usar programas homologados y, por lo tanto, tuvieran que adaptarse. Aquella famosa pereza del "¿por qué tenemos que cambiar si toda la vida hemos usado esto y ya nos va bien, verdad? A ver si ahora traeremos una cosa nueva y tendremos que aprender a hacer ir un nuevo sistema. ¿Qué dice? ¿La seguridad de qué? ¡Ah, de los ciudadanos! Mire, a mí que me explica. Me faltan cinco años para prejubilarme y no estoy por muchas hostias".
Pero no se vaya todavía porque ahora viene cuando la cosa coge un aire de Pepe Gotera y Otilio (los no boomers que pierdan un momentito buscando de quien hablo) que hace caer de culo. En el momento en que la ya mencionada auditoría detecta el despropósito, corta de raíz la situación pero... Pero todavía hoy no se sabe cuántas delegaciones provinciales siguieron con el método pirata. A pesar de todo. Sin hacerles caso. Y entonces vino la pandemia. Y el SEPE se convirtió en aquella inesperada madera del Titánic donde Jack (Leonardo Dicaprio) salva a Rose (Kate Winslet). Pero como que la madera del SEPE era de pacotilla, el final de la película resultó ser otro y los dos se quedaron como un calippo y un colajet, respectivamente. Cosas del agua fría del océano SEPE.
Es cierto que nadie podría prever la inesperada hecatombe ocasionada por la COVID, pero quizás si el sistema informático no hubiera sido pirata, en el SEPE todo hubiera funcionado un poquito mejor, cosa que -por cierto- no habría sido muy difícil. Y los que durante meses se han dejado las pestañas para solucionar el desastre habrían disfrutado de una vida muchos menos estresada. Pero claro, el SEPE no somos todos. Y Hacienda, sí.