Nadie es de Vox, nadie vota a Vox, nadie piensa lo que piensa Vox, pero Vox no para de crecer. Es como el fenómeno de los documentales de La 2, pero al revés. Vaya, que a los de Vox no los ve nadie, pero los audímetros relativos a este partido explotan. El problema, pero, es que hay gente que es de Vox y no lo sabe. Y le diré más, una gran parte de estos son ciudadanos (y ciudadanas y ciudadanis) que, curiosamente, dicen que hay que combatirlos. Y la mayoría de veces lo hacen con una vehemencia que supera, con creces, la que destila Vox. Vaya, que al final resulta que son más de Vox que Vox.
En esto de ser facha sucede como con quien es un imbécil. Tú puedes ser un imbécil cósmico con cuatro balcones en la plaza del ayuntamiento esquina la iglesia principal de tu ciudad, pero si eres consciente y lo tienes asumido, no pasa nada y adelante. Oiga, porque quien no tiene una cosa tiene la otra. Y quien no, las dos cosas. Pero también puede suceder que creas que eres un imbécil y no lo seas. Claro, si tú te haces cargo de tu propia imbecilidad demuestras que tu neurona, al menos, te hace algún tipo de contacto. Y eso sería como un tipo de bosón de Higgs pero al revés (vaya, como con los documentales). O sea, no se puede ver ni comprobar de una forma empírica que no seas un imbécil, pero hay unos indicadores que están diciendo que allí hay alguna cosa, que en caso sería tu no imbecilidad. ¿Complicado, verdad? Lógico y normal, son cosas de la imbecilidad, que nadie ha dicho que fuera una cosa sencilla.
Lo terrible de la cosa es ser un imbécil integral y, no sólo no saberlo, sino creerte que eres un genio mundial y que, por lo tanto, tu existencia y tus valoraciones sobre todo lo que pasa no sólo le interesan a alguien sino que son primordiales para el futuro de la humanidad. Esto, aplicado a lo que nos ocupa, es que aquí hay mucho facha que se cree que es justo lo opuesto. Y mire, no. Para darse cuenta de ello sólo hace falta oír qué piensan sobre según qué cosas, más allá de las cuatro frases leídas en algún panfleto u oídas de boca de alguno de sus gurús, o de quien se creen que lo son, porque los suyos de verdad son los de Vox.
Lo que sucede es que decir que van contra Vox les permite existir, ser alguien, tener una entidad, y decirnos a los otros que son necesarios, cosa que, además, se supone que debería provocar que les tuviéramos que estar agradecidos de alguna cosa. No, oigan, es que no hace falta que nos salven de nada. Y mucho menos ustedes. Ya somos lo bastante mayorcitos (mayorcitas y mayorcetis) para que no necesitemos ser protegidos por alguien que vemos de lejos que representa exactamente lo mismo que aquello que dice que es de lo que nos quiere proteger. Y, no, tampoco necesitamos que se autoconcedan ninguna medalla por una cosa que nadie les ha pedido que hicieran.
¡En definitiva, a parasitar a otro lugar, hombre ya!