"A por otro, a por otro, a por otro perrito piloto". Mítica frase de las tómbolas, aquel lugar donde como usted sabe siempre toca, si no un pito una pelota.
Pero más allá de las fantásticas rimas, de lo que se trata es de ir jugando a ver qué te acaba tocando. Empiezas con la expectativa del televisor, la bicicleta o el jamón, vas bajando al aspirador y la sandwichera, y la mayoría de las veces acabas saliendo de allí con un peluche que provoca alergia, una bolsa de cacahuetes, o un pito, o una pelota.
Pues bien, el Tribunal Supremo empezó muy fuerte optando al premio gordo de la tómbola alemana. Pero creía tenerlo todo tan bajo control que ni compró boletos. Pensaba que el premio gordo sería suyo sólo por su cara bonita. Y no sólo no lo ganó sino que el premio se lo llevó el tipo aquel de su lado a quien todo el rato se lo miraba de reojo y con cara de superioridad. Y entonces, en vez de marcharse para casa y superar el mal momento en silencio, decidió quedarse y seguir jugando. A ver qué le acababa tocando.
Una vez perdida la rebelión, que sería como el televisor o el jamón, el Supremo está comprando todos los boletos que puede a ver si gana la sandwichera, llámele sedición. Y la imagen es terrible. No hay nada más sórdido que ver a alguien plantado ante una tómbola abriendo nerviosamente boletos, uno tras otro, en busca del premio gordo y observar como la familia, que bosteza de aburrimiento a su lado, le va guardando los pitos y las pelotas que va ganando.
¿Rebelión? Pues si no la ganamos vamos a por la sedición. ¡Traiga para acá boletos para la sedición! ¿Tampoco nos toca? Pues boletos para el robo con violencia en domicilio. ¿Tampoco? Pues sustracción de vehículo. ¿Tampoco? ¿Qué tal el hurto? ¿Maltrato? ¿Ciberacoso? ¿Espionaje industrial? ¿Usurpación de identidad? ¿Adulteración alimenticia? O vamos probando y probando hasta que acabamos diciéndole a la tómbola alemana la frase aquella que todavía utilizan los pedigüeños respetuosos con las tradiciones cuando ven que lo tienen todo perdido: "¡Aaaaai, dame argo!".
Yo no entiendo del tema, pero si fuera el de la tómbola y viera tanta obcecación descontrolada en alguien a quien tanto le da una cosa como la otra, lo iría llenando de pitos y de pelotas. Hasta convertir en real aquel chiste tan SEN-SA-CI-O-NAL:
- He ido a la tómbola alemana y, entre pitos y flautas, me he gastado toda la credibilidad internacional de mi justicia...
- Pero... ¿cómo que entre pitos y flautas te has gastado toda la credibilidad?
- Sí, la mitad en pitos y la otra mitad en flautas.