Hace 24 horas, Catalunya era un país donde los comandos del terrorismo cederrista iban por la calle asesinando a abuelos y niños. Pero no sufriéramos, porque los cuerpos de élite habían estado investigando. Y en colaboración con los mejores expertos en lucha antiterrorista del mundo, habían conseguido desarticular la red que atemorizaba a los indefensos ciudadanos y que estaba formada por... una persona.

Pasadas estas 24 horas, a los cargos contra la peligrosa terrorista les ha sucedido como a las pruebas que demuestran que Cifuentes hizo el máster. O sea, no existen. La viuda negra del cederrismo, la que tenía en su casa una careta de Jordi Cuixart de cañones recortados. La que tenía un móvil que cuando se calienta mucho vaya usted a saber si le explota la batería. La que tenía un ordenador conectado a internet, donde hay lugares como Amazon donde puedes comprar bombas atómicas. Y la que tenía un silbato de color amarillo que lanza ántrax por el lado por donde sale el aire. Esta despiadada terrorista, ahora ya no es terrorista. Ni sediciosa. Ni rebeliosa. O sea, la han tratado como una peligrosa terrorista y ha acabado acusada de desórdenes. Vaya, todo muy proporcionado, sí.

Y, efectivamente, dejo aparte el tema de los "planos del cuartel de la Guardia Civil". El Estado lo filtró como la gran acusación para justificar la farsa. Al final la cosa ha resultado ser una búsqueda en Google Maps para llegar desde el metro al famoso cuartel. Y lo he dejado aparte porque hoy, una vez desmontada la mentira, todavía hay gente que lo argumenta para defender la versión falsa, y para poder hacer una pregunta: cuando quien nos tiene que proteger de los malos nos miente de una manera tan descarada para poder hacer pura propaganda y criminalizar a ciudadanos indefensos, ¿qué sentimiento esperan que tengamos los ciudadanos hacia quien nos tendría que proteger de los malos? ¿Pretenden que les tengamos confianza? Pues si es así, una vez más lo han clavado. En la cruz.

Pero el tema de la peligrosa terrorista que acabó en nada, nuevamente va mucho más allá. De hecho Tamara C. ha sido el instrumento usado para conseguir los dos objetivos que el Estado buscaba llevando a cabo esta acción.

El primero es acojonar a la gente y demostrar quién manda. Como hicieron el 1 de octubre. Entre la proporcionalidad y empezar a pegar a población civil, siempre es mejor la segunda. Porque lo que buscan es la ejemplaridad. Cómo cuando le pegas a un perro, se trata de mostrar quién tiene la fuerza, quién manda y qué pasa cuando no obedeces.

Y el segundo objetivo, no menos importante, era la imagen. Quien decidió ir a casa de Tamara C. sabía perfectamente que allí no les esperaba nadie con cinturones bomba, ni con trampas explosivas en la puerta. Pero fueron vestidos y armados como si desarticularan la cúpula de ISIS. ¿Por qué? Para obtener la fotografía deseada. La que dice: estamos deteniendo a alguien muy peligroso. Porque usted, si ve esta imagen, ¿qué piensa? ¿Que detienen a alguien que tiene una careta de cartón, un silbato y una búsqueda en Google Maps o a una peligrosa terrorista?

Después de la decisión de la justicia alemana en el caso Puigdemont, el Estado necesita instalar la imagen de una Catalunya violenta. Y en eso trabajan todos los actores del teatrillo. Políticos unionistas, los de la vicepresipremsa, la fiscalía que lo afina y los cuerpos de seguridad. Incansablemente. Les va el sueldo. Y la pensión.