Lo siento, pero esto a lo que le llaman el Black Friday es una cosa a la cual le entiendo el mecanismo, pero tengo la sensación de que el mecanismo es una inmensa tomadura de pelo. Será que, como dicen ahora, si no te sientes interpelado por una cosa es que no es para ti. Será.
Y sé que cargarse esto que llaman Black Friday puede ser interpretado como aquello del "ya está este dando la chapa en contra del consumo, en contra de las cosas que vienen de los EE.UU. (de donde importamos costumbres que si aquí no se hacían sería por alguna cosa), en contra de la Navidad, y bla, bla, bla". Pero no, insisto, el tema es el mecanismo.
¿Y, cuál es la tomadura de pelo? A ver, supongamos que el día 1 una cosa la venden por 100. Y el día 10 llega el Black Friday, con toda la campaña del "compre que se acaba el mundo" y esta cosa vale 80. Oiga, si el día 10 usted me la vende por 80, quiere decir que me la puede vender por este precio. Claro, si no, no lo haría. Entonces, ¿por qué el que el día 1 me la vendía por 100 pudiendo vendérmela por 80? ¿Entiende que yo me sienta engañado, por no decir directamente estafado?
"No -dicen- es que ahora hacen unas ofertas para incentivar el consumo". Bien, quizás el problema es que el día 1 nadie consumía porque las cosas valían 100, precisamente porque los consumidores sabían que su precio no era este, cosa que queda demostrada cuando la misma cosa ha bajado a 80. ¿Quizás la solución es vender siempre a 80, no?
Pero el mecanismo también me chirría cuando oigo voces que me avisan que vigile para que no me endosen objetos o ropa que claramente son de outlet, aquello que antes le llamaban "oportunidades" o "restos de serie". Vaya, que ojo con que no me coloquen trastos diversos que no saben cómo sacarse de encima.
Y más que chirriar ya directamente me patina cuando algunas otras voces me avisan de que ojo con los productos que quizás el día -1 valían 80, que el 1 los subieron a 100 para poder bajarlos a 80 el día 10. Y sobre todo que ojo con todo el relacionado con la tecnología, porque muchas marcas y tiendas aprovechan para endosar el material obsoleto que sólo tiene futuro en un vertedero.
Realmente con este panorama, entenderá que se me transmita una inmensa sensación de inmensa tomadura de pelo. Y una sensación de que, con la excusa de las megaofertas, pasa como con los billetes de avión a un euro. Que siempre que los buscas, nunca quedan. Y si queda alguno, resulta que después tienes que pagar 30 € de gastos de tarjeta, 30 más por embarcar, 30 más para poder subir un bolso de mano, 30 más por sentarse, 30 más para que el avión despegue, 30 más para aterrizar y 50 para que te dejen en el aeropuerto que tú habías escogido. Y al final, la broma te sale por 231€, pero tú estás encantado porque estás convencido de que has pagado un euro.
Ojo, pero ahora tampoco quiero darle un disgusto a nadie. Oiga, si le apetece, compre con alegría, no fuera que ahora entre usted y yo hundiéramos la economía. Y el espíritu prenavideño...