¿Cómo pasa el tiempo, verdad? Hace cuatro meses los turistas eran una gentuza a erradicar del planeta. Ah, y los coches eran unos asesinos. En cambio ahora el turismo es un regalo de los dioses y, por favor, que se quede Nissan. Con esto, me temo, sucede un poquito como con el Mobile. Lo necesitamos para poder estar en contra, pero cuando lo anulan, entonces cogemos la bandera de los que estamos más a favor, empezamos a correr y no nos atrapa nadie.
Yo le explico la cosa. Usted lo desconoce, por ignorancia, pero nosotros somos viajeros y no turistas, que es muy diferente. O sea, la humanidad en general son ganado que va al por mayor, son xopped de Mickey Mouse. Y nosotros somos los elegidos, el caviar, la selección natural de los que sí que pueden ir por el mundo mundial porque el mundo mundial necesita nuestra presencia. Por lo tanto es lógico que a nosotros nos moleste mucho ir por los sitios y encontrarnos gente. Sobre todo porque la otra gente no somos nosotros. Pero también nos molesta que la gente venga donde vivimos nosotros. Y es así como ahora estamos disfrutando como nunca del centro de nuestras ciudades sin la siempre molesta plaga de guiris. ¡Por fin el barrio vuelve a ser nuestro! Y los niños juegan por la calle libremente. Estamos tan contentos que el sábado pasado, primer día que pudimos salir de la ciudad, nos marchamos a toda prisa a nuestro apartamento/masía/torre de la Costa Florolos. Porque nos gusta mucho que el barrio vuelva a ser nuestro, pero teníamos que ir a Costa Florolos para cargar pilas y desconectar. ¿O era para desconectar y cargar pilas? Y yo qué sé... Porque nosotros no somos turistas, ¿no se si ya se lo había comentado? ¿Sí, verdad?
Curiosamente con el confinamiento, en Costa Florolos también estaban disfrutando de la vida sin la molesta plaga de guiris. Y también los niños podían jugar por la calle libremente sin el peligro de ser atropellados por uno de aquellos turistas que va con el coche para hacer 100 metros por las calles estrechas del centro y después se quejan de que no encuentran aparcamiento. Ojo, pero en el pueblo están encantados de que hayamos ido. Nosotros y 3 mil como nosotros. Todos ellos viajeros. Porque nosotros estamos muy a favor de ver vacía de guiris la plaza de la iglesia de nuestro pueblo y, en cambio, a los pintorescos pueblecitos de la Costa Florolos les encanta ver su plaza de la iglesia llena de viajeros como nosotros. Pobrecitos, nos necesitan tanto para poder vivir. Sí, allí en invierno se mueren de asco. No hay nada más triste que verles mirándose con cara triste una plaza de la iglesia completamente vacía. Y triste. Nos gusta tanto ver la sonrisa de quién es feliz con cualquier cosa. E incluso con cosas realmente importantes, como por ejemplo nuestra llegada.
Total, que en Costa Florolos están todo el año cagándose con los domingueros y los tratan como borregos. Como en la capital tratamos a los guiris. Exactamente igual. Y les pegan unas clavadas que los dejan distraídos. Y les toman el pelo de mala manera. En cambio ahora, cuatro meses después de que los niños hayan podido jugar por la calle libremente sin miedo de ser atropellados, unos y otros, ciudades cosmopolitas y pueblos de las diversas Costas Florolas, hacen y hacemos un montón de anuncios en los medios de comunicación invitando a que todo el mundo los visite y nos visite.
Nos molesta mucho que vengan los turistas, pero cuando no vienen queremos que vengan. Y cuando nosotros hacemos de turistas no nos reconocemos como tales y, naturalmente seguimos yendo a los sitios porque somos viajeros. ¿Ya se lo había dicho, verdad? Y ahora, si me disculpa, voy a la plaza de la iglesia de mi ciudad a respirar la tranquilidad necesaria antes de irme a la Costa Florolos, donde últimamente no se puede estar. Claro, como ahora la gente ya se puede mover, han invadido la plaza de la iglesia y ya no se puede ni aparcar.