Una vez más llegan a nuestras pantallas "los temas que interesan a la gente" (LTQIALG). Y, como acostumbra a pasar con el LTQIALG, acabamos descubriendo que interesan a alguna gente más que a la otra. Y esta alguna, resulta que al final son 150 personas. Y resulta (también) que en el máximo del éxito previsto por los propios organizadores de la cosa, y sufriendo un momento de gran euforia optimística, manifiestan que aspiran a ser mil. Sobre siete millones y medio catalanes. Huy sí, un gentío mundial. Tanto como el que había interesado en quedarse a Coutinho. Hostias había para adoptar al brasileño y hostias hay para apuntarse a intentar acabar con la inmersión lingüística. ¡O más! Por cierto, una campaña contra el catalán en la escuela que tiene un montón de asociaciones dándole apoyo. Y les echas una ojeada y prácticamente hay más que familias adheridas. Calculo que tocan unas 23 asociaciones por cada pobre niño usado en este intento de rascar algún voto, ahora que la realidad apesta a desaparición electoral y a demostración de que Matrix existía, sí, pero que eran ellos. Y ellas. Y ellis.
Que, por cierto, la mayoría de estos grupos políticos disfrazados manifiestan un fenómeno de la física que supera al de la bilocación colectiva por esporas y que ya están estudiándolo varios científicos. Consiste en que, exactamente las mismas personas, no sólo son capaces de formar parte de tantas asociaciones como se quieran fundar y sin límite de multiplicación, sino que 10 ciudadanos (y nunca mejor dicho esto de ciudadanos, y por poner una cifra) pueden ser los usuarios únicos de 476 entidades (por poner otra cifra). ¿Cómo? Repartiéndose en varios clones donde en el nombre escogido se combinen aleatoriamente las palabras "Tolerancia", "Convivencia" y "Civil".
Pero ahora que faltan dos días para que los chiquillos vuelvan a la escuela y continúa el debate sobre "Óritron" en las aulas, le planteo una pregunta. ¿Y si una familia exige su derecho a no querer la inmersión de ninguna aguja en el brazo de su hijo, lo plantea a la justicia, le dan la razón y obligan a un 25% de los niños de cada aula a no vacunarse para no lesionar los derechos de quien invoca su libertad? Porque, al final, de lo que hablamos en los dos casos, que no lo parece pero en esencia son igual de absurdos, es donde empiezan y donde terminan los derechos individuales de los padres que llevan a sus hijos a una escuela a la hora de decidir como tiene que ser educado su hijo y como tiene que convivir en el aula con el resto de los alumnos. ¿Los padres tienen derecho a escoger los ejercicios de la clase de gimnasia? ¿Pueden elegir si en la de matemáticas enseñan logaritmos normales o de segundo grado? ¿O qué textos se traducen en la de latín? ¿O si en la clase de literatura se tiene que leer "Astérix en la Bretaña" o "Astérix y los Normandos"?
¿Por qué los padres, con la inestimable ayuda de la justicia política, tienen derecho a imponer como debe ser la educación del conjunto de los niños catalanes y no se les permite exigir si se tiene que impedir vacunarlos? ¿Ya puestos, verdad? Porque la absurdidad sería exactamente la misma y usando los mismos argumentos.