Victoria Prego es periodista. Le llaman "la periodista de la Transición" porque ha hecho muchos reportajes sobre el tema. Actualmente preside la Asociación de la Prensa de Madrid, que sería la versión capitalina de nuestro Col·legi de Periodistes (o viceversa). Por lo tanto, lo que ella dice tiene, o tendría que tener, doble valor: 1/ lo dice alguien que hace muchos años está en primera línea informativa y 2/ lo dice quien preside el órgano que agrupa la profesión periodística de Madrid.
Victoria Prego intervino ayer en una tertulia en la cadena COPE, que pertenece a la Conferencia Episcopal Española. Y allí demostró que llevar muchos años ejerciendo como periodista o ser a la representación de la profesión no garantiza pronunciar un discurso que podría firmar un ciudadano con sobredosis de Pentavin mientras se apoya, con muchas dificultades, en la barra de uno de estos bares de carretera que en suelo tiene tiene una capa de dos dedos de grosor formada por cabezas de gamba salada. Chupadas.
Victoria Prego, quien hace tiempo fue una periodista respetada, dijo muchas cosas, de entre las cuales destaca la que recogió El Nacional: "Nos estamos jugando muchísimo en esto. España quedará destrozada. Hay que ganar como sea. En la transición fuimos muy tebios. Muy inocentes. Nos la han jugado. Hay que ganarles. Me da miedo el gobierno que no actúa con fuerza. Hay que ganar esta batalla. No se nos puede pasar por la cabeza perder. Sin Cataluña, España va a desaparecer. Y con una Cataluña de espaldas, se acaba todo. Hay que actuar con fuerza. El 155 es poca cosa. Hay que tomar la policía. Hoy en día, somos tan modernos que no podemos aplicar la fuerza. La fuerza hay que aplicarla. Con dureza. Y hay que reformar la Constitución para pararlos para siempre. Esto es cíclico. Hay que pararlos".
El lenguaje, efectivamente, es de taberna (imperial) con olor a rancio: "La fuerza hay que aplicarla", "Hay que pararlos", "Hay que ganar como sea". En un fragmento tan pequeño dice cuatro veces la palabra "fuerza", tres veces "ganar" y un par de "pararlos". Y eso va aliñado con "batalla", "dureza" y "aplicar".
En ningún momento hay una mano tendida. Ningún resquicio al acuerdo. Ninguna puerta abierta al diálogo. Ninguna empatía. No se pretende convencer Catalunya sino derrotarla. No es un interés de conservarnos porque nos aman, porque desean compartir, porque quieren convivir, sino todo que es por su miserable supervivencia: "Sin Cataluña, España va a desaparecer". Catalunya les lame un pie (y parte del otro), pero la necesitan porque si no, su invento se les va a hacer puñetas. Catalunya les importa sólo para no desaparecer ellos.
Que alguien como Victoria Prego y, sobre todo, lo que representa diga eso, como otros dicen habitualmente cosas peores, es indicativo de una realidad: la mayoría de medios de comunicación de Madrit (concepto), o sea, todos los diarios de papel, los medios públicos y la mayoría de radios y televisiones privadas, están en manos de unos hooligans a los que sólo les mueve el odio. Es un odio visceral e irracional a todo lo que no sea lo que ellos dicen que tiene que ser como ellos dicen que tiene que ser exactamente. En ellos el matiz es imposible. Todo es negro. No existe el blanco, por supuesto, pero tampoco el gris. Aceptar algo del enemigo es una derrota.
Y, sí, es el odio a los catalanes, a quienes querrían ver eliminados del planeta, pero también a la gente de Podemos, a quien no defienda la línea felipista del PSOE y, en general, a quien se marche de la secta y se atreva a protestar. Sea por la mala gestión de los incendios de estos días en Galicia, o hace años por el accidente de metro a València, por el Prestige o por el accidente del Iak-42. Todos son gentuza.
Victoria Prego fue periodista. Ahora es una máquina de extender odio. Y lo peor de todo es que eso sucede entre la indiferencia de la profesión a quien oficialmente representa.