¿Estamos de acuerdo que hay que eliminar los vehículos contaminantes? Por supuesto. Y le diré más: viendo el panorama, ¿alguien puede estar en contra? Pero también estaremos de acuerdo en que las cosas se tienen que hacer pensando en la gente, ¿verdad? En toda la gente. ¿Y que si hay cosas que no acaban de funcionar, hace falta repensarlas y hacer excepciones, no? Pues mire, sí. Tal vez en el país donde todo va a parar a los tribunales, la anulación que la sección quinta del TSJC ha hecho de la ordenanza municipal de BCN relativa a la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) sirve para replantearse algunas cosas de la norma que ahora chirriaban. No entro en si es cierto que faltan o no informes "que avalen algunas restricciones" o si existe una excesiva "restricción del tipo de vehículos afectados" porque no soy experto en el tema, pero parafraseando aquel que decía que había leído mucho sobre el tema le diré que conozco casos que la ley debería contemplar. Pero primero, si le parece, hagámonos unas preguntas...
¿Qué contamina más, 100 camiones o un avión o un barco de carga que nos trae material necesario para hacer funcionar nuestras industrias? Fíjese en que no hablo de turistas, que sería otro debate, sino de economía productiva. Y, claro, la pregunta vuelve a ser: ¿por qué no se apuesta de una santa vez por el transporte ferroviario? De mercancías y de personas en las áreas metropolitanas. Y la pregunta no va dirigida al ayuntamiento de BCN, que aquí no tiene nada que hacer, sino a todas las administraciones. De aquí y de Europa por el tema ferroviario y del mundo para construir barcos más eficientes.
Al ayuntamiento de BCN, en cambio, si que podemos preguntarle ¿quién contamina más el planeta, 1.000 camiones o el servidor informático del sistema que controla cada matrícula que entra a BCN durante veinticuatro horas al día durante los trescientos sesenta y cinco días del año y qué les avisa de quién no puede entrar para poder multarlo? Un servidor informático que quizás esté en el fondo del mar para poder enfriarlo más fácilmente, cosa que quizás tiene otros efectos no directamente relacionados con la contaminación pero sí con el cambio climático. Y ahora, vamos a un par de casos concretos.
Caso 1. Camionero. 57 años. Va a menudo a BCN para transportar cargas diversas. Pero su vehículo no puede entrar porque la normativa se lo impide. ¿Qué hace? ¡Ah, se lo cambia! Muy bien, ¿cuánto le cuesta un camión nuevo y a los 57 años, cuántos años necesita para amortizarlo? Imposible. Los números no salen. Entonces, qué hace, ¿deja de hacer de transportista? Perfecto, y ¿a los 57 años, de qué encuentra trabajo y dónde?
Caso 2. Persona con padres mayores y problemas de movilidad. Supongamos que vive en BCN y por la ciudad prácticamente sólo utiliza el coche para llevarlos a los médicos, ir a centros de día o de recuperación, llevarlos a visitar familiares o amigos y para desplazamientos que son necesarios. ¿Cómo lo solucionamos esto? ¿Y si esta persona vive en el área de BCN y dos veces por semana les tiene que llevar la comida, como lo hace para entrar y salir? ¿Dos casos muy puntuales? Seguramente. Pero reales. Como muchos otros que es probable que existan. Porque las cosas no son de una sola manera ni afectan sólo a un cierto tipo de personas.
Si me permite la metáfora, en unas ciudades cada vez más envejecidas y con personas con menor movilidad, la sensación es que pensamos más en hacer carriles bici por lugares inverosímiles (necesarios y bla, bla, bla, no es ninguna crítica) que en quien tiene que cruzarlos para desplazarse por la ciudad. Una ciudadanía que cada día sale a la calle con más miedo de ser atropellado en cualquier cruce. Y no cruce. Y para hacer cosas como ir a tirar la basura al contenedor. Claro que ir en bici evita contaminación, hace salud y es un transporte muy útil pero, ¿puede ser que en algunos casos el diseño de los carriles haya pasado por delante del día a días de muchos ciudadanos? Pues no sea que con la ZBE no haya sucedido lo mismo.