Desde que asumió la presidencia de la Generalitat hace unos meses, Salvador Illa ha evitado disciplinadamente hacer manifestaciones de confrontación con el soberanismo y el independentismo. Incluso ha llevado a cabo algunos gestos —algunos nombramientos, por ejemplo— que podríamos encontrar conciliadores, lo que poco o mucho debe tener que ver con que su presidencia no solamente se la diera ERC, sino que dependa de este partido para poder salir adelante. Ello no impide que Illa haya hecho también otros movimientos que son mensajes a su votante actual y potencial —como acudir al 12 de Octubre, colocar la rojigualda en su despacho, avalar la gestión del Gobierno de Rodalies y dar por buena la obligación del 25% de castellano en la enseñanza—. Hay que tener claro, en este apartado, que el PSC de hoy, el PSC postprocès, tiene poco que ver con el partido que era antes. Se ha desprendido de su sector más catalanista y ha integrado a buena parte de la gran bolsa de votantes de Ciudadanos que dio la victoria a Inés Arrimadas en las elecciones al Parlament de 2017. Ciudadanos obtuvo entonces casi 1.110.000 papeletas.

Eso explica también que Salvador Illa actúe como el encargado de una franquicia de Pedro Sánchez y el PSOE, dándoles cobertura y evitando siempre la más mínima crítica. Bajo la querida apariencia de neutralidad en cuanto a la tensión catalanismo-españolismo, no podemos dejar de sospechar que se oculta la confianza de que el tiempo y el nacionalismo banal —en este caso, el españolismo blando pero permanente, producto de las fuerzas y la inercia del sistema—, teorizado por el inglés Michael Billing, reducirán a la marginalidad el nacionalismo catalán y sus derivadas.

La cuestión relativa al catalanismo o el españolismo del president Illa se ha vuelto a poner sobre la mesa, la ha puesto él mismo, a raíz de la fiesta de Sant Jordi. Uno de los actos estrella programados es un diálogo entre el president de la Generalitat en persona y un escritor. El escritor escogido es Javier Cercas. Una elección que, a pesar de ser totalmente legítima, ha causado estupefacción y enfado en una parte de la sociedad. De Cercas —que ha hecho toda su obra en castellano— no evaluaremos ahora y aquí el valor de su obra, ni su aportación a la literatura española. Personalmente, lo que he leído de él me ha gustado. Y disfruté especialmente con Anatomía de un instante.

La elección de Cercas supone una inquietante declaración de intenciones sobre cómo tiene que ser, según el PSC, la Catalunya "pacificada"

El problema es que Cercas no es solo el Cercas escritor, el Cercas de sus libros. Se trata también uno de los personajes públicos que encarna el combate encarnizado contra el soberanismo y el independentismo. A través de artículos —desde su tribuna en El País, por ejemplo—, actos y manifestaciones públicas. Más aún: Cercas no es uno más de los que han militado y militan en el unionismo. Sino uno de los que más violentamente, con más voluntad de menosprecio y de herir los sentimientos de los demás, se ha expresado. Utilizando un estilo y unos argumentos propios de un tertuliano de trifásico y palillo, y no los que corresponderían a una persona que ha vivido en Girona prácticamente toda su vida —y que conoce perfectamente la realidad catalana— y es profesor de su universidad. Es a este segundo, al visceral combatiente del soberanismo y el independentismo, al que el president de Catalunya ha querido dar protagonismo por Sant Jordi (un Sant Jordi despojado de catalanidad en la publicidad oficial). Illa ha ido a buscar no al Cercas escritor, sino —como ha señalado Ot Bou en un artículo en VilaWeb— al Cercas articulista de El País, al Cercas agitador españolista. Cercas ha sido premiado por Salvador Illa no a pesar de ser un articulista radicalmente antiindependentista, sino precisamente por eso.

El president de la Generalitat es célebre por su discurso insistiendo una y otra vez en la necesaria reconciliación, en lo importante que es cerrar las "heridas", en el diálogo y la normalización de la sociedad catalana. El principal lema del ejecutivo catalán, que no ha tenido inconveniente en colocar también en el Sant Jordi, es "el govern de todos", pero este leitmotiv, este frontispicio, no pega de ninguna manera con la elección de Javier Cercas. Lo contradice, lo niega abiertamente, radicalmente. Es una elección que no está hecha, ni mucho menos, pensando en "todos". Es una elección que, en cambio, menosprecia y escarnece a muchos. Un menosprecio y un escarnio innecesarios. Totalmente gratuitos. Y que, dado que es el primer Sant Jordi de Salvador Illa al frente de la Generalitat, supone una inquietante declaración de intenciones sobre cómo tiene que ser, según el socialismo catalán, la Catalunya "pacificada".