Hay personajes que han jugado todos los papeles de los aleluyas: jugadores de ajedrez, comunistas convencidos, expertos en ordenadores, doctores en literatura, economistas erráticos y actores por casualidad. Y, incluso, han sido Jesucristo. Tanta vida concentrada la encapsuló Enrique Irazoqui, el actor español que a interpretar a Jesús de Nazaret en la célebre película El Evangelio según san Mateo, de Pier Paolo Pasolini. Una de las suertes que tenemos los periodistas es que nos encontramos con ocasiones como entrevistar a este Jesús. Pasó una tarde en Cadaquès, tres años antes que este polifacético actor muriera, a los 76 años.
Me citó en el conocido café Boya, guarida de artistas, intelectuales, pescadores y cocineros. No tenía prisa, y yo menos, por acabar aquella conversación donde desfilaban poderosamente Elsa Morante, la lucha antifranquista, el glamur del Caffè Rosati de Roma y la mirada de Pasolini, que quedó enamorado de Irazoqui hasta el punto de pedirle, sin ni conocerlo mucho, que interpretara precisamente a Jesucristo en su película estrenada en 1964 en blanco y negro y rodada sobre todo a Matera, en Italia.
En Roma también me he encontrado a menudo con simpatizantes comunistas próximos al cristianismo, una manera de pensar que les resuena y los vincula a la ideología de un comunismo que reclama la igualdad y la distribución justa de la riqueza.
Irazoqui, en aquellos momentos de la entrevista (verano 2017) se había afiliado a Podemos. Para él era un partido de la izquierda española a medio camino entre un partido comunista y el equivalente ibérico del movimiento 5 Stelle de Italia. Me dijo textualmente: "Me he afiliado a Podemos, pero hoy ya no me fío. Podemos ha hecho el bien, pero no llegará nunca a más de un 20%, como se ha demostrado en España". Para él, Podemos y el Sermón de la montaña de Jesús de Nazaret (las dichas) del Evangelio estaban conectados. "Me gustan mucho los dichos, mucho más que cualquier otro texto. Me hacen pensar en el Manifiesto del Partido Comunista, los principios son los mismos, pero la estrategia y la táctica no". Por Irazoqui, una vez se ha entendido el mensaje del Evangelio, se entiende que la izquierda, desde hace siglos, tiene estos principios. Citando a Gandhi, me confesó que le gustaba mucho Cristo, pero no los cristianos. De hecho, me insinuó que el 99% de los cristianos son hipócritas. Irazoqui coincidía con el discurso fundacional ético de Podemos entendido como una forma de hacer política que siempre busca incrementar la justicia social. En Roma también me he encontrado a menudo con simpatizantes comunistas próximos al cristianismo, una manera de pensar que les resuena y los vincula a la ideología de un comunismo que reclama la igualdad y la distribución justa de la riqueza. No es cierto el tópico de que la izquierda es un sistema comecuras. La sensibilidad social acerca muchas posiciones hacia partes esenciales del Evangelio.
Estos días preelectorales españoles, las religiones están organizando debates para ilustrar sus miembros sobre las opciones políticas y para delimitar lo que consideran líneas rojas no traspasables. La defensa de la vida, que a menudo parece un reclamo de las derechas, no se puede quedar en el momento de la concepción de un nuevo ser o de su muerte natural, sino todo el arco de vida que pasa en medio. Por lo tanto, los provida también se tienen que preocupar de las condiciones de las personas, su vulnerabilidad y su situación (refugiados, empobrecidos, desahuciados), y también de todos los aspectos vitales, laborales, etc. De la misma manera que las izquierdas no se prodigan para utilizar este concepto de provida, defienden la libertad de opciones y, por lo tanto, también la dignidad humana, declinada en otras palabras y parámetros.
Irazoqui, que ya no está condicionado por la miseria humana, ofrece aquella mirada en blanco y negro imposible de olvidar al Evangelio según san Mateo de Pasolini, donde los expertos insisten en que se prioriza el aspecto humano al aspecto divino. La mirada de aquel Jesús de Pasolini es un manifiesto político, también. Los partidos políticos no nos hablan de grandes maxisistemas sino de detalles contingentes y de la vida diaria, que es la que a las personas nos interesa, sostienen. Pero para votar con convicción te tienen que ofrecer alguna propuesta que vaya un poco más allá del día a día. Será interesante observar quién osa elevarse por encima de las contingencias y toca temas donde los seguidores de las religiones encuentren un eco y no un muro. "Voten a conciencia", les recomiendan los líderes. Y es la gracia del voto, individual y secreto, que se puede escapar de consignas de partido y de servilismos del sistema.