Incluso por encima de parar la inflación, que abruma a buena parte del mundo. Así lo han demostrado los bancos centrales de Estados Unidos (Reserva Federal), el BCE (Banco Central Europeo) y el Banco de Inglaterra, este último contra todos los pronósticos, incluso internos.
Arrancó el miércoles la Fed, que anunció que reduciría su estímulo monetario a la economía americana por la epidemia del Covid, consistente en la compra de 120.000 millones de dólares de bonos cada mes para animar la actividad y los intercambios. Jerome Powell, presidente de la Fed, señaló que esa cifra se reduciría a 15.000 millones a partir de noviembre. Tras la explicación del tapering (reducción de estímulos), el dólar se depreció y las acciones bursátiles alcanzaron un récord, algo que ocurrió también días después.
Esta medida está destinada a frenar la inflación, que ha subido un 4,4% en septiembre respecto al año anterior, el nivel más alto desde 1991, más del doble del objetivo a largo plazo del banco. Pero los tipos de interés no se tocarán. Powell ha dicho que no aceptará un aumento del precio del dinero hasta que el mercado laboral se recupere aún más, a pesar de que la inflación pueda aumentar durante meses.
"Tenemos una inflación alta y tenemos que equilibrar eso con lo que está sucediendo en el mercado laboral", dijo Powell. "Es una situación complicada", reconoció tras haber sostenido durante meses que la subida de precios "sería transitoria". Hoy es un hombre que se ha rendido a la evidencia, pero sin abandonar su línea.
La esperanza de la Fed es que después de haber abandonado totalmente la compra de bonos, el alza de los precios entre en "ralentí". El Comité Monetario de la Fed desea disponer hasta entonces de varios trimestres antes de reducir a cero las ayudas. Eso supone, según las expectativas, que la demanda se debilite en 2022, que las perturbaciones de aprovisionamientos desaparezcan y que la penuria de mano de obra se reabsorba, para que la producción se normalice progresivamente y se reduzcan las tensiones que alimentar la inflación.
En este sentido, el presidente norteamericano, Joe Biden, abordó el domingo los problemas de las cadenas de suministros para acelerar sus entregas, equipos y materias primas con los líderes del Grupo de los 20. El secretario de Estado americano (ministro de Exteriores), Antony Blinken, anunció que convocará en ese sentido una cumbre internacional. A su vez, Blinken se reunió con representantes de los Emiratos Árabes Unidos para normalizar los precios y el abastecimiento de petróleo.
Por su parte, el Banco de Inglaterra dio la campanada a la una de la tarde del jueves cuando el gobernador de la entidad, Andrew Bailey, anunció que mantendría sin cambio el tipo de interés mientras los inversores valoraban un aumento de 15 puntos básicos en la tasa de interés de referencia. Hay que tener presente que el Reino Unido ha creado una alianza política y militar con EEUU y Australia para reforzar su presencia en el Indo Pacífico. Ahora ese acuerdo ha entrado también en el área de las finanzas.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, indicó que "las presiones subyacentes siguen siendo demasiado débiles para que retiren el estímulo subiendo los tipos de interés".
Esta preocupación por el crecimiento se debe a tratar de evitar por todos los medios la repetición de la estanflación (estancamiento de la producción e inflación) de los años 70 que afectó gravemente a la economía occidental. Además, ahora se da el caso de que los expertos enfatizan la creciente importancia de los niveles de producción, inversión y crecimiento de cada país y cada zona. El futuro está cargado de incertidumbres que hay que superar y obliga estar muy atento.