Siempre que muere alguien relevante, todo son unánimes alabanzas. Los hipócritas, que en su día pusieron a parir al difunto, son sus primeros hagiógrafos. Carme Chacón Piqueras no es una excepción, para vergüenza de los primeros que se quieren poner en la fila cero ante las cámaras para exteriorizar su, horror, amistad y compañerismo eternos.
Difícilmente puedo estar de acuerdo con Carme Chacón sobre uno y mil aspectos. Es una dificultad política, no personal. Una fina ironía, por lo poco que la conocí, me permite sostener esta afirmación, disociando perfectamente ambos territorios. No puedo estar de acuerdo con alguien que dice sentirse satisfecha con la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut. No puedo estar de acuerdo con quien en el momento de la presentación de su candidatura a dirigir al PSOE olvida su currículum en el PSC.
No puedo estar de acuerdo con su postura hacia dicha sentencia. Y no estoy solo. Independentistas, federalistas y demócratas de toda condición no lo están, en Catalunya mayoritariamente y, seguramente, en España, en buena medida. Como hijo de andaluza no estoy de acuerdo con la accidentalidad de su catalanismo. Pero eso es política: ideas y concepciones del mundo en permanente contraste y pugnando por hacerse un sitio al sol con el fin de conformar la realidad. Faltaría más que el pensamiento fuera único (sueño húmedo de los que, a pesar de llamarse demócratas, ni saben las letras con las que tal palabra se escribe).
Chacón, como política y mujer –seguramente política porque era mujer–, rompió moldes en una España en que las fuerzas más retrógradas, como el sector dominante en el Partido Popular, querían mantener incólumes: la jerarquía masculina por encima de todo. Esta voluntad reaccionaria encontró aliados muy potentes derivados de uno de los peores motores humanos: el miedo a la pérdida del poder.
Chacón rompió moldes en una España en que las fuerzas más retrógradas querían mantener incólumes: la jerarquía masculina por encima de todo
Así, a causa de pugnas empresariales –el mito del libre mercado se deshace cuando se avista que los propios intereses pueden tambalearse– entre Prisa y Mediapro por los canales de televisión con la irrupción de La Sexta, El País nunca fue tan complaciente con Chacón como lo ha sido –legítimamente– con el oficialismo del PSOE. Un ejemplo: cuando la campaña por las primarias –¡ay el PSOE y las primarias!– del 2012, es decir, cuando la pugna entre Chacón y Rubalcaba, el diario de Prisa tomó partido indisimulado –legítimo si se anuncia– por el segundo en un amplio reportaje el domingo 29 de enero del 2012. Se puede poner a parir política e ideológicamente a quien se quiera. Mejor con hechos que no con opiniones, pero la expresión de la opinión es libre.
Ahora bien, presentar a un actor político, mujer, como prácticamente una derivación de hombres –su entonces marido, Barroso, Zapatero y/o Robles– es denigratorio. No porque alguien no pueda ser el instrumento de un tercero en la sombra, sino porque el tercero en la sombra es hombre y el instrumento, mujer. Texto y contexto, como quedó reflejado en la avalancha de críticas que recibió el rotativo madrileño en el buzón de su defensor del lector.
Otro hecho en la memoria de todos. El esmoquin de Carme Chacón, ya ministra de Defensa, en la Pasqua Militar del 2009, que repitió en ediciones sucesivas. La polémica –imposible sobre el atavío de un varón– estaba servida y las críticas menos caritativas se dispararon, incluso se llegó a insinuar que la vestimenta ministerial era un caso de indisciplina. Suerte que, acto seguido, el modelo popular, la mujer mujer, ha sido restaurado en la sede del Ministerio de Fraga Iribarne, reconvertido por la Transición en sede del Ministerio de Defensa y las cosas, con María Dolores de Cospedal al frente, vuelven a su estado natural. El ABC nos hace la crónica.
Vuelvo: Chacón, como política puede ser juzgada políticamente –y hace falta que lo sea–. Su legado, como todos, será controvertido. Lo que es inadmisible por indecente es la crítica por ser mujer. ¿O es que sólo, como mujer, podía pelar patatas para el rancho de los soldados? ¿O tener preparada la cena para su marido al final de la jornada laboral, de él, claro?
Más allá de las buenas palabras, quedan los hechos. No me parece menor que una mujer embarazada, catalana y joven fuera ministra de Defensa. El rey del cómic erótico, Milo Manara, en El Periódico del 17 de abril del 2008, así lo vio.
Deseo de todo corazón que, allí donde esté, Carme Chacón Piqueras descanse en paz, sin el acoso machista que sufrió en vida. El paraíso debe ser eso, ¿no?