De la deixa, nada. Sospechas sobre el origen ilegítimo, incluso delictivo, de la fortuna que los Pujol, con el matrimonio Pujol-Ferrusola al frente, tenían colocada en el extranjero, todas.
Vaya por delante que las posibilidades de que los dos portaestandartes de los valores de la catalanidad y de los valores tout court sean efectivamente juzgados y menos todavía condenados penalmente son igual a cero. Los delitos originales que presuntamente hayan cometido –y las sospechas vuelven a ser sólidas– están más que prescritos. De otro cantar serían las responsabilidades criminales de los hijos por hechos posteriores.
Centrémonos hoy en el prolífico matrimonio, símbolo de la catalanidad –para ser más exactos, de la suya–, de la que ellos crearon para sí mismos y pretendían irradiar a los cuatro puntos de la verdagueriana catalana tierra.
No es infrecuente que las fortunas tengan un origen incierto. Algún pecado original sufren, ya sea de los actuales detentadores de los, para algunos, envidiables patrimonios, o de sus antepasados. Es inútil hacer la lista, pues es tan conocida como interminable. Sin embargo algunos han intentado blanquear sus sepulcros con filantropía (con sustanciales optimizaciones fiscales hay que decir) y en cierta medida han devuelto a la sociedad lo que su día le saquearon.
Los pueblos, integrados por ciudadanos mayores de edad a todos los efectos, quieren explicaciones detalladas y el reintegro de lo expoliado
Otros, profundamente religiosos, creen que al pedir una especie de perdón –de manera soberbia– y confesar la distracción de unas pocas monedas, pura calderilla, la sociedad, reconociéndoles sus inmensos sacrificios por la patria –¿cuál?–, pasará página y los seguirá manteniendo en el imaginario olímpico de los prohombres y promujeres sobre los que las naciones se construyen. Pues no. Los pueblos, integrados por ciudadanos mayores de edad a todos los efectos, quieren explicaciones detalladas y el reintegro de lo expoliado. Nada de pedir perdón y seguir disfrutando de flotas de coches de superiorísima gama, à la façon de un jeque del golfo.
Acabaremos sabiendo el origen del patrimonio amasado dentro y fuera de Catalunya y opaco al fisco. La excusa de la deixa, nada de nada, desvanecida como el humo de un cigarrillo en la calle. Pujol sénior, ante el Parlament –en su comparecencia del 26-09-2014, a partir del minuto 14–, admitió ser rico antes de entrar en política, patrimonio que dedicó a la política, y nunca proviniente de ilícitos. No hay que remontarse a la noche de los tiempos. Lo que hay que aclarar –y se aclarará– es la estructura y cuantificación de su patrimonio, familiarmente diversificado, desde que es un hombre con trayectoria pública oficial y legal, sean cuales sean las actividades llevadas a cabo, particulares o políticas.
Eso es a causa de que, como señaló Tierno Galván, los políticos tienen los bolsillos de cristal. No le vale al hombre o a la mujer públicos hacer una dicotomía entre lo público y lo privado cuando se es protagonista público y oficial: el pasado privado no se disuelve y el presente político sitúa al sujeto bajo el foco del escrutinio ciudadano. Y lo hace de forma irrestricta: se escruta todo lo que tiene que ver con el ejercicio de funciones políticas, con repercusiones económicas directas o indirectas, porque de lo que se trata es de evitar abusos de poder, propios o en favor de terceros, próximos o lejanos.
Da igual, pues, si el patrimonio confesado y descubierto –quizás hay más de uno– se ha recogido en la esfera privada o a la sombra del poder. "A partir de ahora, de ética y valores sólo hablaremos nosotros", gritó Pujol en 1984, después de su segunda investidura, en el balcón de la Generalitat, en pleno apogeo del caso Banca Catalana. El otro miembro de la bicefalia, Marta Ferrusola, en torno a las mismas fechas manifestó: "Estoy dispuesta a trabajar. No por nosotros, como familia, porque comporta algunos sacrificios. Pero por el país se puede hacer todo". Está visto de qué valores se hablaba y cuál fue el pago por el sacrificio, por otra parte, que nadie le había pedido: una buena cartera de valores, resguardada de todo y fuera del alcance del ojo público.
Ha quedado muy desgraciadamente patente que el pujolismo ha sido en su vertiente ética, moral y patriótica un gran cuento, un ejercicio de hipocresía titánico
Ahora hemos sabido –y sabremos muchas más cosas– que la familia Pujol/Ferrusola era una congregación devota y mucho, pero dineraria, no mariana. Sabemos también que tanto la carta de Pujol sénior, del 25 de julio del 2014, muy pobre en datos, no era más que una gran tapadera, a ver si colaba. Sabemos que las declaraciones en la Comisión Pujol, en el Parlament, en otoño del 2014, fueron una inmensa mentira cada vez que la congregación pujoliana declaraba, fuera quien fuera el integrante que declarara.
Ha quedado muy desgraciadamente patente que el pujolismo ha sido en su vertiente ética, moral y patriótica un gran cuento, un ejercicio de hipocresía titánico, ejercicio que ha durado mientras Pujol era un engranaje necesario para el funcionamiento del régimen. Decretada su obsolescencia política, ha sido tirado al vertedero de la pequeña historia por otros que corren el riesgo de sufrir la misma suerte. De camino al vertedero de la historia, la congregación, en serio peligro de perder a algún integrante, está pasando por el fielato de la justicia penal.
Cuando lleguemos a Ítaca no será gracias a su ayuda. Las vías de agua causadas por la congregación en el barco de la movilización ciudadana hacia un Estado digno son irreparables. Encima, no tendrán el premio del indulto.