Como es habitual, los congresos de los partidos se tratan más bien de encuentros sociales para, como mucho, hacer networking. La nueva dirección al completo en sus máximos puntales ya está previamente decidida y publicitada sin debate público ni programa específico. Mala pedagogía del diálogo político. El congreso de Junts, previsto para el próximo 4 de junio, no tenía que ser una excepción. Empezará con grandilocuencia, es decir, titulares, algunos de ellos incendiarios, y, por encima de todo, con todo el pescado vendido.

Sin haberlo hecho público, ya que no ha habido un cambio de los estatutos, la nueva presidenta, la presidenta del Parlament, Laura Borràs, ostentará un poder que formalmente no parece que le corresponda, visto lo que dicen sus estatutos. Así, del todopoderoso secretario general, Jordi Sànchez, se pasará a una especie de copríncipe en la persona de Jordi Turull. El liderazgo, de hecho así es percibido por los observadores, lo ejercerá Laura Borràs. El glamur político, es decir, una inflamación literaria y apasionada, ha pesado más que el tedio de la intendencia, de la gestión. Seguro que también ha pesado un pasado del partido originario poco ejemplar, dado que muchos de los actuales actores de Junts cerraron filas hasta la médula respecto de la corrupción que todo el mundo negaba. La moribunda Convergència no ha acabado de desaparecer: gran parte del entramado de Junts, salvo una prácticamente inexistente base local, es todavía el suyo. Otra vez un partido a cuadros.

El glamur político, es decir, una inflamación literaria y apasionada, ha pesado más que el tedio de la intendencia, de la gestión

Dos pesos pesados de la política, ungidos por la prisión y del exilio, Jordi Sànchez y Carles Puigdemont, saltan por decisión propia del puente de mando del apenas novel, y ya con dificultades, barco de Junts. Puigdemont se refugia en la entelequia del Consell de la República, tercer intento de construir una estructura de estado sin estado, al margen (y, de vez en cuando, parece que en contra) de la Generalitat. Y Sànchez queda a la espera de tiempos mejores para un animal político como él, de pies a cabeza.

Ahora el tándem Borràs-Turull, con el puro trámite del habitual congreso a la búlgara que los partidos nos tienen acostumbrados, será entronizado. De la ponencia programática —hablar de ideología quizás sería pasarse— muy poco se sabe. Eso sí, rezuma, especialmente de la vertiente de Borràs, algo que ha marcado todo lo que llevamos de legislatura y que de facto le ha hecho asumir la condición de líder de la oposición contra el gobierno del que su propio partido participa al 49%. Ahora, con las riendas del constructo partidario en la mano, podrá poner rumbo hacia la fractura del Govern.

Poco importa ahora si tanta inflamación proindependentista es compatible con el pacto con los socialistas, olvidando todo lo que les han imputado. O si es también compatible con disfrutar de instituciones que se deben a pactos con el Gobierno como el Port de Barcelona o su ayuda para los Juegos Olímpicos de Invierno en detrimento de un Aragón que practica la política, si se puede llamar así, de la pataleta.

Creo no estar muy equivocado si avisto la tan deseada por algunos fractura del Govern Aragonès a pocos pasos. O se impone el crudo, cuando no cruel, realismo —los sapos que a pares cada día tenía que tragarse un político, como recordaba Tarradellas— y se abandona la idea de hacer saltar por los aires el actual gobierno. No lejos debe estar la esperanza de que la crisis haga convocar unas elecciones avanzadas en las que Junts ganaría abrumadoramente y sin dependencia dentro del Principado.

A tal fin, hay que encontrar un momento idóneo para el estallido y una buena excusa, no un aumento, que luzca bien para la parroquia doméstica y dé cobertura a una crisis, eso sí, de resultados inesperados. Y, además, imposibles de teledirigir.

Una buena ocasión la suministraría la apertura de juicio oral contra Borràs por lo que la mayoría considera delitos vinculados a la corrupción. Vínculo que tiene como sanción parlamentaria la suspensión directa del diputado incurso en esta situación, tal como dispone el art. 25. 4 del Reglamento del Parlament.

Pero este bote ya lo pasaremos, si llegamos.