La aparición del rey padre este último jueves ha desatado un seguimiento y expectación propios de las estrellas de un festival de cine. En este caso de un festival internacional de la infamia. La ansiedad por su llegada, alimentada por los cortesanos de extremo centro, fuera por iniciativa propia o debidamente incentivados, ha culminado en una ridícula genuflexión ante quien quieren presentar como a un héroe de la patria. Ahora las eminencias grises de este monarquismo momificado atribuyen al mencionado héroe una contribución al PIB de más de 64.000 millones de euros y de casi dos millones y medio puestos de trabajo. Eso sin contar con que trajo la democracia. Estos monárquicos de faramalla, en su despotismo antidemocrático, olvidan que el único protagonista del cambio de régimen y de cierta riqueza económica ha sido el pueblo, la ciudadanía, con sus esperanzas y sus esfuerzos. Sobre la espalda de esta ciudadanía, algunos, empezando por el rey padre, ha vivido o viven literalmente a cuerpo de rey. Olvidan que el que denominamos protagonista de la democracia y creador de riqueza ha sido el pretexto principal para colocar el bozal a una democracia que dista de ser plena, donde parece imposible deshacerse de los viejos y tenebrosos tiempos.

Para este movimiento monárquico de circunstancias —algunos que ahora lo aclaman no hace mucho eran feroces y sesgados republicanos de ocasión— el Rey, el que ya no reina, lo es todo: es el alfa y omega de su sistema de corteza extractiva. La naturaleza de este mundo monárquico, que cuanto más aristocrático se presenta, más casposo resulta, es ranciamente monárquica, porque en su concepción política, la base de España, sobre la que está todo construido, es el rey. Sin rey no hay régimen. Lo bueno del caso es que seguramente tienen razón. Se ha aplaudido hasta la extenuación la vuelta, aunque sea esporádica de su rey. A este aplauso se ha sumado, lo contrario habría sido extraño, toda la derecha, también la derecha que se proclama contraria a la corrupción y es partidaria de la regeneración política. Curiosa regeneración cuando se aplaude a quien seguramente es el campeón en haber obtenido de forma ilícita más rédito personal, económico y político en el régimen.

Dicen que el exmonarca no entiende nada de lo que le está pasando. No entiende —dicen los que entienden— que el Sr. Borbón y Borbón está sorprendido con esta hostilidad que, incluso, lo ha obligado a ser escrutado, con guante de seda y parcialmente, por la Fiscalía y a pasar por caja y regularizar ciertos y minúsculas deudas con Hacienda. Para mostrar que no entiende nada de nada, ha llegado a Sanxenxo, en un avión privado, que no sabemos ni quién ni cómo lo ha pagado, ni más ni menos que para ir —o presidir— unas regatas. Una vez más campechanía. Apartado como está de la Casa real y de sus fondos oficiales, ¿de qué vive Juan Carlos? ¿Todo son regalos? A este nivel de regalos, uno tiene que tributarlos fiscalmente como ingresos por parte del receptor y por el impuesto de donaciones por parte de los regaladores. Hacienda tendría aquí un nuevo trabajo.

Para este movimiento monárquico de circunstancias el Rey, el que ya no reina, lo es todo: es el alfa y omega de su sistema de corteza extractiva. La naturaleza de este mundo monárquico, que cuanto más aristocrático se presenta, más casposo resulta, es ranciamente monárquica, porque en su concepción política, la base de España, sobre la que está todo construido, es el rey

Bueno, a ciencia cierta no sería un nuevo trabajo, sino que sería el trabajo, ya que a la investigación con la Fiscalía no contribuyó nada. Por no contribuir, dicen los que dicen que lo entienden, que ni siquiera las regularizaciones se investigaron y se dieron por buenas. Si la monarquía es ejemplar, este es un buen ejemplo de la igualdad ante la ley. Aunque, quizás, este tipo de excepcionalidad fuera de la ley —¡incluso en territorio constitucionalista!— ya nos la avanzó la abogada del Estado en el caso Urdangarin cuando, a raíz de la intervención en el asunto de la infanta Cristina, proclamó que el lema "Hacienda somos todos" no era más que un eslogan publicitario. Así ya va cuadrando todo y podemos respirar tranquilos.

Hay que decir que el ministerio de Hacienda está en manos de una significativa militante socialista del gobierno más progresista de la Historia. Por recordar que no quede: estamos en plena campaña del IRPF. Incentivos como este hacen contribuir con deleite.

Dos apuntes más para acabar esta nueva luna de miel con quien nos lo dio todo. Acciones judiciales contra el Sr. Borbón y Borbón no se ha emprendido ni una. Todo han sido diligencias de Fiscalia que no tienen ningún efecto procesal: no hay nada juzgado. O sea que cualquiera puede interponer una querella contra el mencionado señor. Una buena descripción de las fechorías, pero rectamente interpretadas y con otras calificaciones tendrían que motivar una investigación, ahora sí judicial. Interesante ver su final.

La otra cuestión que queda pendiente es saber el dinero —recuerden también los Papeles de Panamá, de los que tan poco se habla—, los regalos a las amantes —a varias—, a la familia, las dotaciones a fundaciones gestionadas por terceros ajenos formalmente al exrey, las comisiones... ¿de dónde vienen? ¿Se blanquean operaciones con satrapías sanguinarias? Seguro que no vienen de vender apartamentos en la Manga del Mar Menor ni de premios de Lotería, como un Fabra cualquiera.

Vienen de grandes obras públicas, de tráfico de armas a gran escala, de operaciones financieras de tantos ceros que no caben a la pantalla y de asuntos similares. Operaciones todas ellas oscuras, muchas avaladas financieramente por el mismo Estado español, no siempre exitosas, pero siempre generadoras de beneficios en abundancia. Todo eso, en más, bajo el paraguas que le facilita una inmunidad artificialmente extensa. Curiosamente, en el Reino Unido, paraíso monárquico por antonomasia, no han creído, sino que ha hecho polos, esta pretendida inmunidad en una brillante resolución del Alto Tribunal de Londres.

Si la monarquía sirve como faro de ejemplaridad, el ejemplo que da la vigente es de las que crean afición. Por eso tantos se apresuran a poner la alfombra roja.