Josh Lyman, el vice jefe de gabinete del presidente Barlett, cuando ganó el ala oeste de la Casa Blanca, le dice a uno de sus colaboradores en uno de esos peripatéticos paseos: "El líder de la minoría tiene una relación informal con la verdad". Forma elegante de decirle mentiroso. Aquí, quien tiene una relación más que informal, esporádica, con la verdad, es el Partido Popular. Esta última semana tres ejemplos resumen a las mil maravillas un desacomplejado cesarismo político: el poder al precio que cueste, sin mirar gastos.

La primera mentira. El extesorero del PP, Luis Bárcenas (y exsenador y exempleado de Génova entre otras cosas), en su primera aparición en el primer juicio oral de la Gürtel ha sido inconmensurable. A la contabilidad extracontable ha añadido que sus sociedades en Suiza no son sociedades-pantalla, sino sociedades-visillo (¡pues se le ve detrás!). No contento con eso, ha remachado: las cuentas en Suiza son su plan privado de pensiones. Debe ser que el heliesquí tiene estas consecuencias en la percepción de quien cree que el resto de los atónitos ciudadanos pensarán al oír estas tonterías. Y más si las comparamos con sus manifestaciones ante el juez durante la instrucción, declaraciones de las cuales tenemos un esencial resumen en la espléndida B La película.

Pero estos eufemismos de pacotilla, mentiras en sí mismas, no esconden la gran mentira: el PP tenía una caja B, cosa reconocida por el mismo Bárcenas, que se nutría de aportaciones de empresarios bienhechores de forma altruista y que Correa y sus Gürtels variados no contribuyeron nunca a esta caja B. Va en contra de la lógica, de las actuaciones judiciales y de lo que han declarado los imputados, Correa el primero. Lástima que en esta pieza de la Gürtel los corruptores sean tan pocos y de poco alcance público. Pero mentiras se han pronunciado y de bien gruesas. Eso sí, sin mover una pestaña.

Esta última semana tres ejemplos resumen a las mil maravillas un desacomplejado cesarismo político: el poder al precio que cueste, sin mirar gastos

El otro fajo de mentiras nos lo ha servido el documental Tarajal, éxito de audiencia el sábado pasado en el Canal 33, donde todavía se puede ver. Asistimos al festival de mentiras de los piadosos hombres de Interior: negando y negando y negando, como Pedro a Jesucristo, pero sin arrepentimiento. Entre otras muchas cosas, más allá de las importantísimas cuestiones jurídicas, que, ahora, gracias a una resolución de la Audiencia de Ceuta, quizás se pueden, cuando menos, en parte, aclarar, dos aspectos resaltan. Por una parte, la serie de mentiras que se profirieron en poco tiempo, ante la prensa, en sede parlamentaria y en sede gubernativa, estatales y autonómicas. Las pelotas de goma (ya prohibidas en Catalunya y Euskadi, siguen en España), lanzadas contra los inmigrantes desamparados flotando en el mar, vestidos, de madrugada y en pleno invierno, fue un hecho negado hasta límites que Bárcenas mismo ni puede llegar imaginar. Se dieron hasta cinco versiones diferentes y se hizo lo imposible hasta que el archivo, ahora revocado, de la causa se produjo. La otra mentira fue afirmar por parte de Fernández Díaz, en sede parlamentaria, como recopilación el documental, que la ley se aplica de forma diferente en lugares diferentes, y en todo caso, en Ceuta depende de la operatividad, concepto que no sale definido en ningún sitio y que se da por sabido. Decir que la aplicación de la ley depende de la operatividad supone cargarse la ley: afirmar tal disparate –en boca de los máximos campeones de la ley contra los otros, torcida o recta– es dejar en nada el estado de derecho y una mínima seguridad jurídica.

Y sobre todo, este problema, en Ceuta y en todas partes, planea una campaña simbólica, pero real, de despersonalización del otro. Despersonalizar el otro, calificándolo de todo menos de persona con sus inalienables derechos, permite enajenarle estos derechos y todos los que hagan falta: lisa y llanamente, es la antesala del fascismo. El que el otro, el extranjero, el que es (creemos que es) diferente de nosotros (pero piensa, ríe, llora, ama, quiere prosperar... igual que nosotros) no merece nuestra protección, es una enorme mentira de proporciones morales insondables. Estas mentiras socavaban a la civilización hasta sustituirla por la barbarie. Cuenta con estas mentiras.

El que el otro, el extranjero, el que es (creemos que es) diferente de nosotros no merece nuestra protección, es una enorme mentira de proporciones morales insondables

La última mentira también se ha edificado sobre una tragedia personal. El protagonista, debidamente asistido y espoleado por Aznar y Rajoy, sus jefes en el 2003, recompensado por Rajoy con la embajada en Londres en el 2012, el también piadoso Trillo volvió a mentir. Entre una chapuza descomunal y una falta de respecto a las víctimas provocadas por su guerra en una zona hortofrutícola de Irak, negó la evidencia, condena por falsedad en las identificaciones de los cadáveres incluida, después indultada en el 2012, florecían las mentiras y el menosprecio más humillante.

Ahora a raíz de una más de dos meses entumecida publicación del Dictamen del Consejo de Estado hemos sabido varias cosas. Entre otros que la excusa para contratar a la baja los vuelos de repatriación regular de las tropas destacadas en Mesopotamia costó 149.000 €, de los que, después de hasta cinco subcontratos, el último transportista percibió 38.442 dólares. O sea, una cosa fue el dinero abonado por Defensa y otra, el importe realmente percibido por quien prestó al fin y al cabo el servicio. Para acabar de arreglar, la última subcontrata se firmó en... Beirut. Si nos dicen que el gran Sidney Greenstreet, transmutado en el malo Ferrari de Casablanca, ha resucitado y que en su café, el Blue Parrot, se firmó este último papel, si no fuera por la tragedia innoble lanzada sobre las víctimas, hubiera sido un sarcástico golpe de efecto.

Finalmente, el lunes pasado otra mentira consecuencia de la retahíla anterior. La vigente ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, pidió perdón en sede parlamentaria el lunes pasado, día 16, a los familiares de las víctimas del Iak-42. Se lo pidió, pero en nombre del Estado, no del Gobierno. No es un detalle menor, dado que lo reiteró varias veces: Estado y no Gobierno. Así se esconde otra mentira: si bien la responsabilidad patrimonial, es decir, dineraria, es del Estado (a cargo del erario público), la responsabilidad política, que es lo que ventila los parlamentos, es del Gobierno que paga con pólvora del rey. Cospedal, ella misma abogada del estado y experta en manipulaciones como subsecretaria de Interior de Ángel Acebes, al 11-M, fintó y la hábil oposición se tragó otro puñado de mentiras. Otro día podríamos hablar del desconocimiento del oficio de político por parte de los que se llaman políticos.

En todo caso, semana grande para la verdad soterrada en el fondo del vertedero de las mentiras gubernamentales sin fin.