Mrs. America, HBO (2020, 9 capítulos, 50' aprox.), es una serie realmente deslumbrante, políticamente muy relevante y un peldaño esencial en la lucha del feminismo, aquí, descrito desde su antagonismo, el antifeminismo político dirigido por mujeres, encabezadas por Phyllis Schlafly, republicana radical, quien, ya en 1964, se dio a conocer con su libro pro el extremista, anticomunista de pies a cabeza y militarista por encima de todo, el candidato a las presidenciales Barry Goldwater en las elecciones de 1964. Vendió 3 millones de ejemplares, cosa que no impidió la paliza que Johnson le dio.
En este contexto de un partido republicano, vencido, primero, por Kennedy en el 60 y, después, en el 64 por Johnson, los duros del partido del elefante se hicieron más duros todavía y prepararon la victoria en el 68 de Nixon. El método: la derechización sin matices de los republicanos. derechización que llega hasta hoy.
El movimiento feminista moderno estalla en los EE.UU. en los sesenta y, entre otras cosas, consigue la aprobación de la ERA (Enmienda por la Igualdad de Derechos) como nueva enmienda de la Constitución estadounidense. Pero con la aprobación de las dos cámaras del Congreso no basta: tienen que ratificar cualquier enmienda dos tercios de los estados, es decir, 38. El término final del periodo de ratificación para las legislaturas estatales terminaba en 1979, ya con 35 estados firmantes. Pues bien, aquí es donde vuelve a aparecer Phyllis Schlafly: consigue varias revocaciones y obliga al Congreso a dilatar el periodo de ratificaciones estatales, que finalmente no se consigue hasta el 2020, es decir, casi 50 años después de la aprobación congresual.
Esta es la base de la historia real de esta brillante reaccionaria que supo unir a otras tan reaccionarias, o más, como ella, fundamentalistas religiosas incluidas, y encontró también cierto apoyo en los movimientos sindicales de las trabajadoras. Sin embargo, su futuro político no se vio coronado, a pesar de sus deseos, con un cargo gubernamental (una escena primordial retrata esta frustración). Los datos personales y biográficos de este personaje no hace falta resumirlos aquí, pues quedan patentes magistralmente a lo largo de la serie.
Contemplamos la lucha de un grupo minoritario, pero tan inteligente como influyente de madres de familia de clases medias/acomodadas contra el movimiento feminista, al que lo tildan de todo
Otra vez, la bioscarizada Cate Blanchett se implica en un producto para la pequeña pantalla —cada vez más grande— y se implica mucho: como prota absoluta, pero no única, y como una productora ejecutiva, tampoco única. Estamos ante el fresco coral de la encarnizada lucha contra, primero, la aprobación y después ratificación por los estados de la ERA, a pesar de ser una enmienda bipartidista, apoyada, además, por todos los presidentes de este periodo. Contemplamos la lucha de un grupo minoritario, pero tan inteligente como influyente de madres de familia de clases medias/acomodadas contra el movimiento feminista, al que lo tildan de todo: proabortista y asesino, en favor de los gais y en contra de la familia tradicional... vaya, de todos los males del universo.
Mrs. Schlafly, la abanderada de esta fanática corriente, es una mujer inteligente, manipuladora, con seis hijos (con sorpresas varias), al principio sin estudios, después ya no, esposa aparentemente sumisa, que sufre también el pecado político imperdonable de no formar parte del sistema (es una compañera de viaje), cosa que pagará, una autodidacta de la geoestrategia, anticomunista visceral y enemiga de Kissinger (!)... Con todas estas herramientas polarizó el movimiento antifeminista con bastante éxito. Su capacidad de trabajo, de persuasión, de adopción a los nuevos tiempos, es abrumadora. El habitual error de considerar que los reaccionarios son idiotas, los progresistas lo pagan caro una y otra vez: esta miniserie es la prueba.
Las divisiones y contradicciones tácticas y estratégicas del movimiento feminista americano del sesenta, setenta y ochenta quedan claras en unos guiones, muy aferrados a la realidad, de la show runner canadiense Dahvi Waller: algunos antecedentes los tenemos en Mujeres desesperadas, Eli Stone o Mad Men, ¡casi nada!
Un gran esfuerzo de producción —siempre esencial—, con los guiones cuidados y las interpretaciones más allá de lo impecable, para que los directores hagan la suya, recreando los escenarios —muchos— necesarios para volver a los setenta y ochenta y unas grandes caracterizaciones (se puede ver al final a los personajes originales en documentales de la época). Al fin y al cabo, un trabajo más que excelente. Así, el cuerpo actoral, que se han esforzado de lo lindo, puede lucir de forma rotunda.
Cate Blanchett, simplemente impresionante, como Phyllis Schlafly; una más que aceptable Rose Byrne como Gloria Steinem; una irreconocible Uzo Aduba como Shirley Chisholm, la primera congresista negra; una glamurosa Elizabeth Banks como Jill Ruckelshaus; Ari Graynor, impecable y convincente como Brenda Feigen; una odiosa integral Melanie Lynskey como Rosemary Thomson (anti-ERA). También la siempre desbordante y aquí absolutamente perfecta Margo Martindale como Bella Abzug, líder feminista real. O Tracey Ullman como una Betty Friedan, la decisiva feminista dentro y fuera de los EE.UU., llena de matices vitales. Entre las más secundarias, a resaltar: Annie Parisse como Midge Costanza, abiertamente lesbiana, sorprendente para la época; Jeanne Tripplehorn, cuñada de Phyllis, lleva las decepciones constantes como pocas. Sarah Paulson y Kayli Carter bordan a sus personajes ficticios. U.v.a., como dicen los alemanes. Unas fugaces intervenciones, entre muchos otros, de Adam Brody y de Bobby Cannavale.
Dos curiosidades. La primera: buena parte de los episodios están dirigidos por, también productores, la pareja Anna Boden-Ryan Fleck, tan pareja que tienen para los dos una entrada común en la Wikipedia. La segunda: el tema, adecuadísimo, de los títulos de crédito es la “A Fifth of Beethoven", versión disco, de 1977, de la Quinta de Beethoven, de Walter Murphy.