Ada Colau será reelegida el sábado alcaldesa de Barcelona con los votos del PSC y de Ciutadans. Quizás un acuerdo con ERC habría sido más coherente e incluso más rentable a los comuns, pero entonces Ada Colau no sería alcaldesa, y Ada Colau lo que quiere es ser alcaldesa. Quiere el poder por el poder, como cualquier otro político. Así que no hay que reprocharle esa ambición tan generalizada en su gremio. Lo que sí se le puede exigir es que diga la verdad. No es necesario que se invente historias de tripartitos imposibles para justificarse, ni que sus hooligans nos torturen con la chapa progre. Colau quiere, por encima de todo, ser alcaldesa, y eso todo el mundo lo entiende, salvo algunos indignados ingenuos o que no han sido colocados.
Los indignados –los recuerdan?– hicieron Ada Colau alcaldesa de Barcelona en las elecciones de 2015, cuando se erigió en representante de la "nueva política". Ella era diferente y venía a cambiarlo todo, pero... ayyy la naturaleza humana... Ahora se ve que es igual que todos. Debía ser un terremoto para la Casta barcelonesa, la misma que precisamente ahora se ha movilizado para que repita en la casa gran. ¿Por qué lo hacen cuando es obvio que la detestan? Incluso lo han verbalizado. Porque es "el mal menor". Porque Ada Colau, que lo tenía que cambiar todo, se ha convertido cuatro años después, en la garantía del no-cambio.
Colau será reelegida alcaldesa, según dice, sin pactar nada con el PSC y Ciutadans, estos partidos hasta ahora adversarios que han decidido elegirla alcaldesa para evitar que sea alcalde Ernest Maragall. Quizá el día 15 no habrá pactado nada a priori, pero al día siguiente, el día 16, Colau solo podrá llevar a cabo las iniciativas políticas que le autoricen el PSC y Ciutadans, los partidos que le han regalado el cargo. Y no podrá, de ninguna manera, llevar a cabo su proyecto político porque Jaume Collboni y Manuel Valls no se han cansado de decir por activa y por pasiva que las ideas de Colau llevarían Barcelona al desastre. Y a la mínima que se ponga flamenca, le amenazarán con una moción de censura. Así que lo más probable es que Barcelona tenga cuatro años de gobierno inestable en el Ayuntamiento, los suficientes para que los socialistas, los grandes ordeñadores de la operación, la vayan cociendo a fuego lento para terminar comiéndosela con patatas. A ella y a los comuns en toda el área metropolitana, como antes hicieron con el PSUC.
De acuerdo, Colau será legítimamente alcaldesa, pero por favor 'hooligans' no nos machaquéis con la chapa de lo progre que es en este caso aferrarse a la silla
Maragall era una opción de cambio real que compartía con Colau algunas ideas que de gobernar juntos habrían podido llevar a la práctica. Pero, sobre todo, porque un pacto de ERC con los comuns cambiaba como un calcetín el mapa político catalán y las fuerzas soberanistas pasaban a liderar el territorio en su conjunto. Esto es lo que ha hecho temblar de verdad el establishment... español, pero también a toda la progresía unionista que también se ha movilizado política y mediáticamente en defensa –legítima– de sus preferencias, aunque tampoco había que disfrazarse con mil y un pseudoargumentos sobre el progresista que es en este caso aferrarse a la silla. Se mire como se mire, Ada Colau se convertirá el en el dique de contención del soberanismo catalán. Por esta y por ninguna otra razón será alcaldesa. No es un reproche. Así son las cosas. Pero ese es su principal capital político y veremos cómo lo gestiona.
Explican testigos de primera mano que el sábado, día de reflexión en un evento social en Catalunya, coincidieron los más distinguidos miembros del establishment barcelonés que daban por hecho que Ernest Maragall sería el nuevo alcalde de Barcelona. Algunos, no todos, lo comentaban resignados como preferible a la reelección de Colau. "Un Maragall es un Maragall" se consolaban mutuamente como queriendo decir que el apellido era una garantía contra las sandeces que, a su juicio, pretendía hacer Ada Colau. Buena parte de estos prohombres del planeta Ibex35 asistieron el martes después de las elecciones a otro evento, esta vez en Madrid, que presidía el rey Felipe VI. En el viaje de regreso a Barcelona, ya habían cambiado de opinión. "Antes Colau que Maragall, ¿eh? Sí, Sí. Colau, Colau".