La paradoja es que siendo Pedro Sánchez el presidente de Gobierno políticamente más débil y más controvertido que ha tenido España desde la Transición, las circunstancias sobrevenidas pueden contribuir a alargar su mandato más allá de lo imaginable. Cualquiera diría todo lo contrario leyendo esta semana algunos comentarios y editoriales de periódicos de referencia después de que Sánchez indignara a todo el mundo combinando pactos con Ciudadanos y Bildu y dejando en ridículo a sus socios de Gobierno, pero es interesante el ejercicio de reunir datos para llegar a una conclusión contraria a la mayoría. Tenemos Pedro Sánchez para rato.
El presidente del Gobierno no tiene ni ha tenido ninguna intención de derogar la reforma laboral que impuso el Partido Popular. El pacto suscrito a escondidas por el PSOE, Podemos y EH Bildu es una nueva toma de por el del jefe del ejecutivo español a sus aliados de izquierdas, porque él sabe mejor que nadie que ha perdido el poder de decisión sobre la economía española. De un modo u otro, sea con compra masiva de deuda por parte del Banco Central Europeo, sea con créditos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) la economía española está abocada al rescate y, a pesar de que cada fórmula presenta diferencias importantes, en ambos casos las condiciones a cambio de las ayudas y / o los préstamos determinarán la política económica para los próximos años.
Las previsiones del propio Gobierno, del Banco de España, del Fondo Monetario Internacional coinciden en lo fundamental. El PIB español caerá alrededor del 10% este año, el déficit del conjunto de las administraciones públicas se disparará al 9,5% y la tasa de paro superará el 20% sin contar los ERTE. En esta ocasión España tiene la ventaja de que no está sola en la desgracia. También Italia y Grecia y esta vez incluso Francia necesitarán las ayudas que ya se están negociando en Bruselas. Como en la crisis del 2008 se notó demasiado que “los hombres de negro” pasaban por encima de la soberanía y la democracia de los estados, ahora quieren intervenir más disimuladamente, pero el dinero que venga no será para cada gobierno haga lo que le dé la gana, sino que serán partidas finalistas, es decir, que tendrán absolutamente determinado, previsto y etiquetado cómo y dónde se deben gastar. Si el Gobierno español tomara decisiones como derogar la reforma laboral, el grifo europeo se cerraría automáticamente.
A diferencia de lo que han hecho en Estados Unidos presidentes tan diferentes como George Bush padre, Bill Clinton, George Bush hijo, Barack Obama e incluso Donald Trump inyectando masivamente dinero público a la economía cuando hace falta, en Europa sólo saben hacer frente a las crisis económicas haciendo lo contrario, es decir, recortando el gasto público y subiendo los impuestos. Así que en los próximos tiempos veremos cómo el Gobierno más progresista de la historia de España congela pensiones, reduce los sueldos a los funcionarios, sube impuestos a los únicos que no se pueden escapar, es decir, a los asalariados, y todo justificado por el imperativo europeo. Quizás esta vez, para disimular, Bruselas (o Berlín) justifique el nuevo atraco a las clases medias con un aumento del gasto sanitario que, por supuesto, nadie se atreverá a discutir.
Desde Adolfo Suárez, ningún presidente español ha tenido tantos enemigos dispuestos a derribarlo. Sin embargo, Pedro Sánchez no tiene, por ahora, alternativa como presidente de Gobierno. Lo sabe y abusa
El Gobierno español no tendrá más remedio que aplicar esta política dictada desde Bruselas que generará mucha protesta, pero no habrá alternativa. Nadie estará en condiciones de presentar y ganar una moción de censura contra Pedro Sánchez. Así que Pedro Sánchez tirará millas. Y lo hará con Podemos en el Gobierno... o sin. Pablo Iglesias ya ha demostrado su capacidad de adaptación, pero quizás no pueda aguantar la presión para que abandone el ejecutivo que ya le viene de la derecha e inexorablemente le llegará de su izquierda. ¿Cuál será entonces la alternativa? Lo ha pedido el Banco de España, y lo reclaman unánimemente todas las voces del establishment, desde Felipe González a Juan Luis Cebrián, valga la redundancia: el pacto PSOE-PP. Pablo Casado también recibirá presiones de los empresarios y de sus aliados europeos. Puede que el líder del PP quiera que primero las urnas decidan quién debe liderar el Gobierno "de emergencia nacional". En este caso, Sánchez convocará unas elecciones en las que sólo necesitará sacar un voto más que Casado, resultado asegurado porque mientras Vox no desaparezca, el PP no volverá a ser el partido más votado en España.
Sánchez es un superviviente y está acostumbrado a caminar al borde del precipicio como en la canción de Lou Reed ( Do-do-do, do-do, do-do-do). Nunca nadie apostó un duro por Pedro Sánchez pero él siempre se ha salido con la suya. Nadie le pronosticaba ningún futuro, pero accedió a la secretaría general del PSOE, obtuvo los peores resultados electorales de la historia del partido, fue descabalgado por la vieja guardia y por el diario El País pero supo seducir a las bases socialistas que lo rescataron. No fue por méritos propios sino por la corrupción generalizada del PP que accedió a la presidencia del Gobierno de milagro. Tiene enemigos en todas partes fuera y sobre todo dentro de su partido, demuestra una capacidad inaudita para cambiar de principios y de aliados, promete una cosa en campaña y luego hace la contraria. Sólo otro golpe de estado en su grupo parlamentario le podría hacer caer, pero ya procuró Sánchez elaborar unas candidaturas con gente suya y solo suya. Desde Adolfo Suárez, ningún presidente español ha tenido tantos enemigos dispuestos a apuñalarlo. Sin embargo, Pedro Sánchez no tiene, por ahora, alternativa como presidente de Gobierno. Lo sabe y abusa.