Las noticias del fin de semana son para asustarse. Las de aquí y las de fuera. La extrema derecha continúa al alza en todas partes. En España, en Italia, en Rumania, en Hungría, en Polonia, en Brasil... y en Estados Unidos. La elección el sábado de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos es un acontecimiento de influencia planetaria, porque la regresión democrática en la primera potencia nos acaba afectando a todos y, a continuación, los abusos antidemocráticos se relativizan.
Es un hecho que todas las iniciativas progresistas de las últimas décadas que pretenden ampliar las libertades y mejorar la vida de la gente en el planeta provienen fundamentalmente de EE.UU. La profundización de la libertad de expresión y del derecho a la información, los derechos de las minorías, la igualdad entre hombres y mujeres, las políticas ambientalistas y la lucha contra el cambio climático... Todos estos avances han sido posibles porque los ha avalado el Tribunal Supremo con argumentos que han acabado siendo asumidos por los tribunales de otros países.
Un solo relevo más bajo el mandato de Donald Trump fijaría un rumbo ultraconservador del Tribunal Supremo para toda una generación
La incorporación de Kavanaugh no solo consolida la mayoría conservadora en el tribunal. De hecho, Kavanaugh sustituye al juez Anthony Kennedy, que había sido propuesto por Ronald Reagan. La diferencia es el perfil. Siendo conservador, Kennedy interpretaba las leyes con rigor jurídico y sin prejuicios ideológicos y por ello su voto fue clave, por ejemplo, para reconocer derechos del colectivo LGTBI. Kavanaugh ha sido acusado de agresiones sexuales que no se han podido demostrar, pero su trayectoria no ofrece dudas sobre su talante partidista y sectario. No solo intentó derribar al presidente Clinton por su asunto con la becaria Monica Lewinsky, se ha opuesto sistemáticamente a las iniciativas que perseguían garantizar los derechos de las minorías, ha procurado que no prospere ninguna normativa favorable a universalizar el derecho a la salud y ha vetado siempre que ha podido las iniciativas de la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA). Ostenta el récord de votos conservadores de los últimos 15 años en el Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia.
Con todo, la correlación en el Tribunal Supremo sigue siendo ahora de cinco conservadores contra cuatro progresistas, pero dos de estos últimos, Ruth Bader Ginsburg y Stephen G. Breyer, tienen más de 80 años. Un solo relevo más bajo el mandato de Donald Trump fijaría un rumbo ultraconservador del Tribunal Supremo para toda una generación. Por ello las elecciones de medio mandato previstas para el 6 de noviembre resultan tan trascendentales y por eso los gobernadores republicanos están tomando todas las medidas imaginables y poniendo obstáculos para impedir que voten las minorías.
Todo lo que está pasando en Estados Unidos tiene un estratega, Steve Bannon que, si no es el inventor de las fake news, sí ha sido el principal agitador que las ha utilizado para destruir a los adversarios políticos de Donald Trump. Destruir al adversario inventando enemigos es la estrategia que Bannon intenta exportar a América Latina y a Europa. De repente hemos visto este fin de semana cómo un alumno de Bannon, Jair Messias Bolsonaro, conseguía el 47% de los votos en la primera vuelta de las elecciones a la presidencia de Brasil, con un discurso a favor de la violencia policial y la tortura, y tan homófobo y tan machista como para preferir "un hijo muerto a un hijo gay" o para rechazar que una mujer pueda percibir el mismo salario que un hombre.
La aparición de Vox, un partido que se reivindica como de extrema derecha, sirve para homologar como moderadas las posiciones del PP y Ciudadanos
Bannon ha establecido contacto en Europa con lo mejor de cada casa. En Francia, con el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen; en Italia, con la Liga Norte de Matteo Salvini, y, en España, con Vox y con el PP de Pablo Casado, tal como reveló el socio de Bannon en Bruselas, Mischaël Modrikamen. Que 10.000 personas asistan a un mitin del partido extremista Vox en Madrid no es tan trascendental —no puede aspirar más que a conseguir un diputado por Madrid— como el hecho de que los partidos presuntamente convencionales de la derecha, el PP y Ciudadanos, hayan celebrado el mismo fin de semana actos políticos con discursos muy próximos. La aparición de un partido que se reivindica como de extrema derecha sirve para homologar como moderadas las posiciones del PP y Ciudadanos cuando proponen endurecer aún más la represión, suprimir el autogobierno de Catalunya y modificar las leyes para impedir la representación parlamentaria de sus adversarios políticos.
Desde un punto de vista global, el problema es que ahora mismo la Casa Blanca prepara un nuevo encuentro de Donald Trump con Kim Jong-un, el sanguinario dictador de Corea del Norte. Si Washington homologa al sátrapa y deja de considerar el respeto a los derechos humanos como un valor exigible, al lado de Kim Jong-un los fascistas de Vox y los hooligans de Pablo Casado serán considerados una pandilla de boy scouts.