El barómetro del CIS ha hecho crecer las especulaciones sobre una eventual repetición de las elecciones generales, dado que vaticinan una holgada victoria socialista cercana a la mayoría absoluta. La decisión depende exclusivamente de Pedro Sánchez que es quien supuestamente saldría ganando con la operación y ya ha recibido el apoyo del mundo empresarial, con lo cual algo que parecía arriesgado y peligroso y el summum de la inestabilidad política, de repente se ha convertido en deseable e incluso probable.
El CIS prevé que en unas nuevas elecciones, que serían en otoño, el PSOE sacaría casi el 40% de los votos y estaría en condiciones de gobernar solo y de manera estable sólo con el apoyo de socios cómodos como Compromís y el PNV. El apoyo de Podemos, que según la encuesta caería dos puntos más, resultaría prescindible.
Algunos comentaristas han interpretado que la encuesta, cocinada bajo la dirección del veterano estratega socialista José Félix Tezanos, tiene como objetivo asustar Podemos para que se avenga a facilitar la investidura de Sánchez sin muchas exigencias, cuando la verdad es que Sánchez no quiere de ninguna manera gobernar dependiendo de Pablo Iglesias. No quiere Sánchez y no quiere el establishment político-financiero en su conjunto. Los poderes fácticos consideran Podemos un partido enemigo del régimen que no puede ser incorporado a los centros de decisión y mando del Estado, por ello fue objeto de persecución desde las cloacas por la policía política como lo fueron también los grupos independentistas.
Significativamente Antonio Garamendi, presidente de la patronal CEOE, ha sido el encargado de bendecir la operación en nombre del deep state. “Si hay elecciones, las encuestas dicen que se aclararían más las cosas. Pues igual es mejor esperar a noviembre y tener un país más tranquilo que uno mas inestable a corto plazo", ha dicho.
Es obvio que el único acuerdo hoy por hoy posible para que Pedro Sánchez superara la investidura sería el apoyo de Podemos y del PNV y la abstención de ERC y Bildu, una mayoría que pronostica cualquier cosa menos estabilidad. Las contradicciones en el ámbito económico serían continuas y las tres derechas volverían a competir en beligerancia para capitalizar el derribo del Gobierno.
La repetición de las elecciones que se veía como algo peligroso y el summum de la inestabilidad se ha convertido de repente en algo deseado, probable y cuenta con el apoyo de los poderes fácticos para impedir la participación de Podemos en las decisiones de estado
Así pues, la actual correlación de fuerzas en el Congreso no lleva necesariamente a repetir las elecciones. Podemos hará lo necesario para evitarlo, pero desde un punto de vista estratégico, claramente partidista, a Pedro Sánchez no le faltan incentivos para forzar los nuevos comicios. Sólo debe tener el coraje de hacerlo sabiendo que las encuestas no siempre aciertan y que en castellano hay un refrán que dice "más vale pájaro en mano que ciento volando". Sánchez demostró una cierta valentía política cuando se negó a facilitar la investidura de Rajoy. Prefirió renunciar y fue una estrategia hábil y acertada. Si no lo hubiera hecho ahora, no sería líder del PSOE ni probablemente se dedicaría a la política. Arriesgó y pudo volver y cuando todo el mundo lo daba por muerto, ganó la moción de censura y accedió al poder.
Lo más difícil para Sánchez será convencer al electorado de izquierdas que no fuerza la repetición de elecciones por interés partidista y por no tener que pactar con Podemos. Así que desde ahora y hasta el otoño, nos podemos ver abocados a un largo episodio de teatro político de la peor categoría en el que Sánchez fingirá que las exigencias de Podemos son inasumibles, que no está dispuesto a depender de los independentistas y que son los otros partidos los que con su irresponsabilidad y falta de lealtad y sentido de Estado hacen inevitable las nuevas elecciones.
Habría una manera de evitarlo más propia de un espectáculo burlesco imposible de imaginar y por tanto no pasará, pero sólo de pensarlo da risa. Como sería que el próximo asado 22 de julio, por sorpresa, sin haber pactado nada, en la primera votación los diputados de Podemos, ERC, Junts per Catalunya y Bildu votaran a favor de la investidura de Sánchez aunque él no quisiera. Resultaría elegido en contra de su voluntad por mayoría absolutísima, siempre que también votaran a favor los diputados del PSOE y no se hicieran atrás al ver la jugada.
Desde hace casi una década, la política española está bloqueada consecuencia del conflicto catalán. Incluso en caso de repetir elecciones, los comicios y la campaña electoral coincidirían con la sentencia del procés y sus repercusiones y seguramente también con veredictos de tribunales europeos, con lo cual, nada está escrito y todo es posible.