ERC reivindica con orgullo su papel de apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez. Los exconvergentes que han fundado el Partido Nacionalista de Catalunya (PNC) quieren recuperar la estrategia pactista del pujolismo en España. Y cuadros procedentes de la CUP participan en Sobiranies en un punto de encuentro con Comuns/Podemos, ICV y republicanos diversos. La cuestión es: ¿Qué hacemos con España? Nos vamos o nos quedamos a repararla?
Me han interesado muy especialmente unas declaraciones de Quim Arrufat, exdiputado de la CUP ahora en Sobiranies: "Habría que conocer mucho mejor el Estado por dentro. Los oídos y ojos que teníamos en instituciones clave, como el Ejército, Hacienda, o la Judicatura, ¿dónde están ahora? ¿Dónde están los Carles Viver y Pi-Sunyer de ahora? Hemos tenido bajas. Esto se debe suplir". Recuerdo que esta idea también la tenía Pujol. Lamentaba la falta de funcionarios catalanes de alto nivel en las instituciones y poderes del Estado, sobre todo en las fuerzas armadas, en la judicatura y en el cuerpo diplomático.
Admite Cambó en sus memorias que cuando Niceto Alcalá Zamora le dijo que "no podía ser a la vez Bolívar de Catalunya y Bismark de España" recibió "una estocada personal de gran efecto... que en el fondo expresaba una gran verdad". El líder galleguista Xosé Manuel Beiras me decía en una entrevista hace unos años que la diferencia entre los nacionalismos gallego y vasco y el catalán era que los primeros entendían la política española como algo ajeno y en todo caso instrumental, mientras que para los catalanistas la intervención en política española era algo consuetudinario.
Las iniciativas de ERC, del PNC y de Sobiranies tienen recorrido siempre que sepan convencer a los catalanes que serán útiles en Catalunya y en Madrid, pero sólo serán útiles en Madrid si pueden intervenir con todas las consecuencias y para ello deben renunciar sinceramente a la independencia
Efectivamente, desde Pi-Margall, todos los líderes catalanes que defendían el autogobierno de Catalunya han intentado además intervenir en los destinos de España como si se tratara de algo propio. De hecho, los catalanes han votado sistemáticamente a las fuerzas que más podían influir en la gobernanza española. Primero con la Lliga i ERC. Después de Franco, con el PSC de Narcís Serra. CiU tuvo los mejores resultados cuando Roca lideró el Partido Reformista Democrático para toda España y, luego, con Duran Lleida cuando los socialistas se derrumbaron. Y ahora en Catalunya gana las elecciones generales el partido más dispuesto a colaborar con el Gobierno de España como es ERC.
Sin embargo, ha habido un cambio de paradigma. La reacción catalana a una nueva ofensiva de la derecha española, que necesitaba el conflicto con Catalunya, ha provocado la metamorfosis del catalanismo mayoritario en independentismo. Tiene su lógica dada la involución, la represión y la regresión democrática. Ahora bien, ser independentista no inhabilita pero deslegitima para comprometerse lealmente con los destinos de España. No se puede ser Bolívar de Catalunya y al mismo tiempo Bismark de España.
Obsérvese como el principal ataque al Gobierno de Pedro Sánchez, de su oposición externa e interna, es a cuenta de los acuerdos con ERC, y tiene su lógica. Hay que ser objetivos. ¿Cómo quiere sacar adelante el país con gente que se quiere ir? Recuerdo que interpelaron a Leopoldo Calvo-Sotelo que, después del 23-F, fue investido presidente del Gobierno con los votos de CiU. Y Calvo-Sotelo justificó el pacto con Pujol y Roca argumentando que CiU aspiraba a tener todo el autogobierno posible ... "a excepción de la independencia". Era la manera de decir que el acuerdo era completamente legítimo.
Así pues las iniciativas de ERC, del PNC y de Sobiranies tienen recorrido siempre que sepan convencer a los catalanes de que serán útiles en Catalunya y en Madrid, pero sólo serán útiles en Madrid si pueden intervenir con todas las consecuencias y para ello, necesariamente deben renunciar sinceramente a la independencia, porque de lo contrario siempre estarán considerados como intrusos. Renunciar a la independencia no debe confundirse con una capitulación, sino que debe plantearse como una iniciativa seductora para cambiar España. Hay mercado para ello en Catalunya y en España, teniendo en cuenta que el sistema corrupto de la coalición felipista Borbón-González hace aguas por todas partes. No hay que olvidar que las repúblicas españolas comenzaron en Catalunya. La pandemia ha aplazado muchas cuestiones pendientes, monarquía incluida, que volverán a plantearse en el otoño más caliente de los que hemos vivido hasta ahora, y será entonces cuando los catalanes tendrán que decidir entre irse o quedarse, pero, por favor, exigiendo a sus representantes que no les vuelvan a engañar sobre sus verdaderos objetivos. No deberían avergonzarse, todos los objetivos son legítimos.