Es muy significativo este afán tanto político como mediático de analizar la situación política en España y en Catalunya en función de quién está ganando la batalla. Casi como si estuvieran en guerra. Y, como en las guerras, la información sustituye la propaganda y el periodismo se convierte en un instrumento de agitación. Y, más allá de las consignas, lo cierto es que aquí nadie está ganando nada.
La reunión del Consejo de Ministros en Barcelona y la reunión previa de los presidentes Sánchez y Torra inspiró al diario El Mundo el mejor titular, que de tan mentiroso hacía reír: "La rendición de Pedralbes". Aportaba todos los ingredientes de un buen titular... excepto la verdad, claro está. Abc y La Razón hurgaban con la misma idea, pero destacando la "humillación" del presidente español por haberse reunido con Torra y haber hecho un comunicado conjunto a favor del diálogo. El Mundo, Abc y La Razón, siguiendo punto por punto las estrategias del PP, Ciudadanos y Vox, ahora ya no consideran ningún otro planteamiento en las relaciones Espanya-Catalunya que la derrota militar y, como en las guerras, todo el mundo que no participe en el "¡a por ellos!" es un traidor. No es una estrategia nueva, es la de siempre. Todavía resuenan en el Congreso de los Diputados las acusaciones de Mariano Rajoy al gobierno Zapatero reprochándole "haber traicionado la memoria de los muertos" en referencia al conflicto vasco y la política antiterrorista. Parece que la derecha española no aprende de sus errores. Fue esta manera de hacer lo que la llevó a engañar al país en ocasión de los atentados del 11-M. Entonces la tesis era la misma. ETA había matado y el PSOE era cómplice de los asesinos porque había pactado en Catalunya el tripartito con Esquerra Republicana, y Carod-Rovira había tenido una reunión con militantes de la banda en el sur de Francia. La gente no comulgó con ruedas de molino y prefirió propiciar un cambio político en la Moncloa.
De hecho, el único presidente español que ha propiciado contactos con ETA reconociendo a la organización terrorista como el movimiento vasco de liberación fue justamente José María Aznar.
Con estos antecedentes, bravatas como las de Pablo Casado, del tipo "el centro de mando del secesionismo está en la Moncloa", resultan grotescas. Ahora bien, lo más paradójico es que están teniendo un efecto desmoralizador no tanto entre la gente, sino entre unos asustados barones socialistas que sorprendentemente temen más que nadie el impulso de las derechas de cara a las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Este es el principal problema de Pedro Sánchez para mantener la iniciativa política. Como ya se demostró en tiempos de José María Aznar, la ofensiva cavernaria suele tener también un efecto movilizador de la izquierda, pero la izquierda no se movilizará a favor del PSOE si no presenta una alternativa firme y contundente dispuesta a evitar la involución conservadora. Es en este sentido que Pedro Sánchez a los peores enemigos los tiene en casa.