Carles Puigdemont ha jugado fuerte sus cartas en el reciente congreso del Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT) porque necesitaba dejar claro a todo el mundo y especialmente al presidente del Gobierno que él es el interlocutor de referencia si de verdad Pedro Sánchez quiere encontrar una salida que desencalle el conflicto catalán. Esta y ninguna otra es la razón del empeño del president exiliado en apartar a Marta Pascal de la dirección del partido. Y este hecho tendrá una trascendencia enorme en el curso de la legislatura española.
Consta que Pedro Sánchez es consciente de ello, entre otras cosas, porque también se lo dejó claro el president de la Generalitat, Quim Torra, durante la reciente visita a la Moncloa. Puigdemont y Torra acordaron que la reunión de la Moncloa debía ser larga y servir para demostrar cordialidad y disposición al diálogo, pero también para establecer los términos de la interlocución. Y, dado que Puigdemont está en el exilio, sus criterios se vehicularán a través del president Torra y de la consellera de Presidència, Elsa Artadi, las personas de máxima confianza de Puigdemont.
El principal canal de comunicación será pues de gobierno a gobierno y los diputados y senadores en Madrid deberán seguir las instrucciones que reciban de Bruselas o de la plaza de Sant Jaume. Aun así, Puigdemont ha procurado colocar a la diputada en el Congreso Míriam Nogueras como vicepresidenta del PDeCAT, lo que le otorga una autoridad sobre los diputados más veteranos, que hasta ahora apoyaban la estrategia de Pascal. El portavoz en el Senado, Josep Lluís Cleries, también es veterano, pero es un puigdemontista declarado de primera hora y continuará ejerciendo sus funciones en la Cámara Alta.
Como coordinadora general, Pascal había asumido el mando de los grupos parlamentarios del Congreso y del Senado y eso, que no tenía ninguna relevancia cuando gobernaba el PP, se convirtió de pronto en el principal canal de comunicación entre el soberanismo catalán y la Moncloa. Ya explicamos en su día que los buenos oficios de Pascal resultaron trascendentales para que triunfara la moción de censura contra Mariano Rajoy. Puigdemont no lo tenía nada claro al principio, pero acabó transigiendo al ver que el PNV también se sumaba. En ese momento, Marta Pascal se apuntó la victoria, su prestigio en Madrid subió considerablemente y ya había quien lo veía como el retorno de la Convergència pactista de toda la vida.
Puigdemont sabe que la capacidad de seducción del poder madrileño es enorme y que en la Moncloa siempre preferirán a alguien dispuesto a "hacer la política de siempre"
Como los votos del grupo parlamentario del PDeCat habían vuelto a ser decisivos, era necesario establecer la estrategia para hacerse valer y obtener contrapartidas. A Marta Pascal le aumentó el trabajo y estaba encantada con la nueva situación. "Volvemos a hacer política", solía decir la mar de satisfecha. Desde Berlín y luego desde Hamburgo todo se veía muy diferente. Puigdemont siempre ha insistido, como los entrenadores de cualquier deporte de equipo, en que "hay que mantener la posición" y que "mientras haya presos y exiliados no podemos caer en la normalidad". Es decir, lo que quería y quiere evitar a toda costa es volver a la fase de negociar competencias y financiación, y recrear así un escenario que relativizaría el conflicto político. Desde Estremera, Jordi Turull, que no pasa precisamente por radical, respaldó la tesis con una frase épica: "No estamos en la cárcel por [los problemas de] Rodalies".
Puigdemont sabe que la capacidad de seducción del poder madrileño es enorme y que en la Moncloa siempre preferirán a alguien dispuesto a "hacer la política de siempre". Conste que Pascal ha sido siempre leal a Puigdemont, pero era una evidencia que tenían un diagnóstico de la situación bastante diferente y que ha desembocado, tal como ha reconocido la propia Pascal, en una "pérdida de confianza".
De hecho la historia siempre se repite. Francesc Macià destituyó a Josep Tarradellas para llegar a acuerdos con el Gobierno español por su cuenta, pero décadas más tarde fue Tarradellas quien le dejó claro a Adolfo Suárez que él era el único interlocutor legítimo de Catalunya y prohibió negociaciones paralelas a los representantes de los partidos democráticos, como Joan Reventós o Jordi Pujol. A Pujol no le hizo ninguna gracia porque había establecido un acercamiento a Suárez, pero luego tampoco permitió que Miquel Roca asumiera la interlocución con Felipe González. Y así podríamos seguir con Raimon Obiols y Narcís Serra y Artur Mas y Duran Lleida... Pero el mensaje fundamental de Puigdemont con esta movida es que no hay solución posible al conflicto catalán que no pase por su regreso del exilio. Exactamente como Tarradellas. Entonces, a pesar de todas las divergencias, nadie se atrevió a cuestionar la legitimidad del president en el exilio.