La cruda realidad es que se han reunido en la Moncloa dos delegaciones gubernamentales, una que representa, al menos teóricamente, el poder del Estado que mantiene presos y exiliados, y otra que actúa por delegación de un presidente exiliado y un vicepresidente encarcelado. Tras la reunión de la mesa negociadora, la ministra María Jesús Montero declaraba con tono optimista que se había dado un paso importantísimo para restablecer la normalidad e incluso recuperar las relaciones institucionales y "afectivas". Es posible recuperar la normalidad y las relaciones "afectivas" mientras haya presos y exiliados ?. Este es el gran dilema del movimiento independentista que marcará la inminente batalla electoral.
La ministroa Montero admite que el restablecimiento de la normalidad política requerirá mucha "paciencia" y el presidente Torra, pese a reconocer que no ha sacado nada concreto de la reunión, ha prometido que nunca se levantará de la mesa negociadora, que ahora continuará con actores secundarios, así que, de común acuerdo, las dos partes han optado por chutar la pelota bien lejos para ganar tiempo.
Lo que se habla ahora en la mesa de diálogo sólo es un entretenimiento hasta que Carles Puigdemont desde el exilio o Oriol Junqueras desde la prisión fijen la estrategia negociadora con el Estado y la decisión la tomarán los electores con su voto
Teniendo como tenemos unas elecciones catalanas anunciadas para este año, que seguramente serán en este mismo semestre, o quizás antes de lo que todo el mundo se piensa si el Tribunal Supremo acelera aún más el calendario, lo que se habla ahora en la mesa de diálogo sólo es un entretenimiento. Y lo que vendrá después dependerá de que la estrategia política del Govern de Catalunya la dirija Carles Puigdemont desde el exilio o Oriol Junqueras desde la cárcel y ambas situaciones personales resultan muy determinantes de su posición política. El diálogo ha comenzado, pero de la parte catalana aún está por decidir quién debe ser el interlocutor. Lo decidirán los electores con su voto.