Albert Rivera ha plagiado descaradamente el eslogan de Donald Trump. El presidente de los Estados Unidos más xenófobo y supremacista de los últimos 50 años cultivó las más bajas pasiones de los estadounidenses con el lema "Make America great again" (Haz América de nuevo grande). Rivera ha propuesto este fin de semana "Levantar otra vez España" (O sea, Arriba España). Y donde Trump cargaba contra los inmigrantes mexicanos como el gran peligro, Rivera pone los independentistas catalanes. No es necesario recordar que la necesidad de señalar a un enemigo es la constante de los movimientos políticos autoritarios o aún peores.
El soberanismo caerá en la trampa si interiorizara algún complejo de culpa por las acusaciones de un partido como Ciudadanos que cobija a exmilitantes de Plataforma por Catalunya
Es importante tener en cuenta esta deriva porque sorprendentemente hay soberanistas de buena fe que se han angustiado con los ataques, sobre todo de Ciudadanos, contra el president Torra acusándole de xenófobo y supremacista. En cualquier conflicto político como el que ahora enfrenta España con Catalunya, la estrategia perdedora consiste en interiorizar el discurso del adversario. Porque todo lo que dice el adversario no tiene otro objetivo que desmoralizar al contrincante. Las acusaciones contra Torra, basadas en medias verdades y falsedades enteras, no van contra la persona, ni contra el político, sino que se utiliza como pretexto para contrarrestar el prestigio democrático que ha alcanzado el movimiento soberanista catalán en los medios internacionales, hasta el punto de poner en evidencia la deriva autoritaria del Estado español.
El soberanismo caería en la trampa si interiorizara algún complejo de culpa, cuando la constante que identifica históricamente al catalanismo contemporáneo ha sido el antifascismo. Y sería bien estúpido sentirse interpelados por un partido como Ciudadanos, que no ha tenido escrúpulos en dar cobijo a militantes procedentes del grupúsculo xenófobo Plataforma per Catalunya y de otras organizaciones de extrema derecha.
La historia de Catalunya es una constante rebelión contra el absolutismo y contra las dictaduras, de Primo de Rivera y de Franco. Ambos dictadores siguen teniendo calles a su nombre por toda la península, excepto en Catalunya y el País Vasco. No sólo no estorban las calles y las avenidas con nombres tan poco ilustres. PP y Ciudadanos vetan las iniciativas para retirar las condecoraciones a Franco.
Pero, más allá de eso, Catalunya ha sido a lo largo de la historia uno de los países que ha acogido más inmigración en menos tiempo sin apenas conflicto. Ahora mismo, el 10,5% de la población catalana son inmigrantes no comunitarios. Ninguna región española ha acogido tantos extranjeros de golpe y todo el mundo sabe que los flujos migratorios vienen determinados por algo tan significativo como el llamado "efecto llamada". Los primeros inmigrantes avisan a los siguientes que vengan a Catalunya porque no se vive mal.
En cuanto al president Torra, le corresponde a él defenderse, pero sin olvidar que la mejor defensa es un buen ataque. Disculparse es aceptar la culpa y cuando habla de "los españoles" queda claro que no se refiere a los jubilados que protestan por las pensiones miserables, ni a los jóvenes con trabajos precarios que no pueden emanciparse. Se refiere a la casta dominante, las llamadas élites extractivas que viven del BOE y que con mucho más saña han denunciado gente tan poco sospechosa como Luis Garicano o César Molinas.
No hay hispanofobia significativa en Catalunya, y bastante más catalanofobia se observa bajo el grito "¡A por ellos!" agitado por los novios de la muerte y las más altas magistraturas del Estado. Y hay que decir que la catalanofobia sí tiene alguna tradición hispana basada en el derecho de conquista, que es la filosofía latente en todos los mensajes antisoberanistas. Lo decía Quevedo hace ya 400 años: "En tanto en Cataluña quedase un solo catalán, hemos de tener enemigos y guerra". Lo volvió a decir de otro modo el general Espartero: "Hay que bombardear Barcelona cada 50 años para mantenerla a raya". Lo teorizó Gonzalo Torrente Ballester al defender la permanencia en Salamanca de los documentos catalanes incautados por el ejército franquista: "Por justo derecho de conquista", dijo. Y ahora, además del discurso de Felipe VI, Federico Jiménez Losantos recuerda que "hay aviones para bombardear Cataluña". ¿Alguien se disculpa?