Mientras la discusión entre el Gobierno de España y el Govern de Catalunya se centre en términos de soberanía, el entendimiento es y será imposible durante mucho tiempo. Precisamente por ello, ha sido interesante comprobar la paradoja de que aun no generando demasiadas expectativas el diálogo iniciado el jueves, el encuentro en el Palau de la Generalitat de Pedro Sánchez y Quim Torra ha trasladado un aire de buen rollo a la política que no se percibía desde hace quizás una década.
El uniforme de gala de los Mossos con sus espardeñas ha contribuido a crear un clima casi festivo. No es la primera vez, ni mucho menos, que un presidente español visita el Palau de la Generalitat. Ha habido algunas, tampoco muchas, visitas, pero siempre tenían una justificación protocolaria, tomas de posesión, por motivos funerarios o porque los dos presidentes eran socialistas y quedaban a tomar café. Parecerá mentira, pero el encuentro de Sánchez y Torra en el Palau ha sido la reunión de contenido político más solemne protagonizada por dos presidentes al menos desde los tiempos de Azaña y Macià, y en este caso se ha producido cuando las posiciones políticas respectivas están alejadas como nunca lo habían estado. No es, pues, una banalidad.
La independencia, la autodeterminación e incluso la amnistía quedan tan lejos que no se vislumbran en un horizonte indefinido, pero la sensación de alivio es indiscutible y, se mire como se mire, marca una inflexión de indudable importancia
Como era de esperar, a Pedro Sánchez, sus adversarios de la derecha lo están poniendo de vuelta y media, pero lo cierto es que, sin ceder en casi nada, haciendo de la necesidad virtud, el mismo líder socialista que cerró filas cuando el Rey gritó su "¡a por ellos!", ha trasladado a la opinión pública catalana al menos la sensación de que ha terminado ese período en que los catalanes sólo podían esperar del gobierno español porrazos, represión y encarcelamientos. No es para agradecer que no te apaleen, claro. La independencia, la autodeterminación e incluso la amnistía quedan muy muy lejos, tan lejos que no se vislumbran en un horizonte indefinido, pero la inflexión es indiscutible y, se mire como se mire, la sensación de alivio incluso se notaba en las crónicas más inmediatas. Sólo faltaba la noticia de que los Jordis podrán vivir en semilibertad ―¡uf!, dijo él― para añadir más buen rollo. Por supuesto que desde el punto de vista de la independencia no se ha movido absolutamente nada, pero esto es un problema de los independentistas, que deberán calcular una estrategia diferente y más difícil que cuando la represión pura y dura les daba inmediatamente la razón. Vaya si han cambiado las cosas.
Comentan desde Madrid que Pedro Sánchez ha abandonado el dogma según el cual todos los males del PSOE venían del pacto de Maragall con ERC y que se ha dado cuenta de que el PSOE sólo gobierna en España cuando el PSC es fuerte en Catalunya y que el PSC sólo es fuerte en Catalunya cuando el PSOE se deja guiar por el PSC y no al revés (Juegos Olímpicos, Zapatero y el apoyaré...). Parece que por aquí viene el cambio de chip. Las 44 propuestas del documento que el president Torra no se ha querido ni mirar sirven para chutar el balón adelante, pero también, por ejemplo, para intentar seducir a las víctimas cotidianas del servicio de Rodalies en el sentido que los presupuestos de Sánchez igual les cambian la vida. Si yo tuviera que tomar cada día la línea de Vic-Puigcerdà para ir a trabajar, estaría dispuesto a cualquier cosa.
En la cuestión de fondo, los socialistas más abiertos son conscientes de que habrá que volver a votar para restituir la voluntad democráticamente expresada que fue tumbada con malas artes por el Tribunal Constitucional y que habrá que encontrar una salida para los presos. Hasta aquí y no más allá están dispuestos a llegar a lo largo del tiempo confiando en un cambio en la correlación de fuerzas políticas que lo facilite. Dice el president Torra que no sabe cuál es la propuesta española, pero también habría que aclarar cómo se llevará a cabo la propuesta catalana. Se sabe en qué consiste la amnistía y la autodeterminación, pero es un misterio cómo lo piensan conseguir. Y, mientras, los otros van haciendo.