En la manifestación de este año hemos sido muy pocos, poquísimos, cuatro gatos, de hecho, no hemos ido demasiados, algunos incluso no han ido, aunque digan que sí. Sobre todo, si lo comparamos con las manifestaciones en favor de una Cataluña española, bastante mayoritarias. Todo aquel calor, todo aquel agobio de gente, todo el sofoco que siento, solo es autosugestión inducida, como cuando las masas enloquecidas juran haber visto a la Virgen levitando sobre la llanura o un ovni extraterrestre. Es culpa de tevetrés. Se han tomado multitud de fotografías con la mujer y los niños, imágenes con el marido y la suegra, la abuela y las amigas con las que meriendan suizos, de la chica con el zángano con el que sale y no sale, del primo con el compañero de trabajo y el jefe, pero, de hecho, no estaban ahí, de hecho estaban de fin de semana, en la playa, en una casa de turismo rural, o escondidos en la Espluga Calba, por decir una población al azar. ¿Alguien ha sacado fotografías de las concentraciones humanas en la Espluga Calba? ¿A que no? Yo les diré por qué. No se han tomado esas fotografías que probarían la deslocalización de la población catalana porque en las pequeñas poblaciones de Cataluña, donde se habla catalán de payés, los radicales han tomado el control de la situación. Y luego está la mayoría silenciosa e invisible. Toda esa gente que está rabiosamente en contra de la independencia, que no va a votar, que no ves por ninguna parte pero que está sin estar, fantasmática y enormemente eficaz en su camuflaje permanente. En la manifestación de Barcelona, gente, gente, lo que se dice gente no había, lo que muestran algunas fotos son maniquíes, son efectos ópticos, como, por ejemplo, las perspectivas aéreas. Las manchas de color indeterminado que oscilan entre el amarillo y el verde solo son reverberaciones cromáticas de las hojas de los árboles, solo una astucia, una falsificación de los fotógrafos independentistas que son muy listos pero que no han conseguido engañar a los grandes medios de comunicación como El País, como El Periódico, rotativos que rotan como en Madrid, campeones de la verdad verdadera y auténtica. Estoy seguro de que pronto les darán un premio internacional al trabajo bien hecho. De hecho, ni yo tampoco fui a la manifestación y por eso el gobernador Millo no me ha podido contar con los dedos que tiene al final de las extremidades. Como decía Pérez Andújar, además todo eso de la manifestación indepe tiene muy poca categoría, es poco elegante y carente del buen gusto con que él se adorna.
Nunca somos suficientes, nunca somos un grupo suficientemente agrupado, jamás llegamos hasta donde deberíamos llegar. Es el síndrome del funcionario: hay días en que nos falta cumplir correctamente una ley, respetar un reglamento, días en que no lo hacemos bastante bien, otros en los que nos hemos dejado una póliza, una fotocopia, un certificado, hay días que es por una razón que no y otros días es por otra razón que tampoco. Primero fuimos residuales en Cataluña y no valía, claro, cuando los independentistas éramos Marc-Aureli Vila, Jordi Carbonell, Josep Soler-Vidal y un par más. Ahora somos residuales en España y tampoco vale. Estas personas que dicen que tienen que votar todos, no solo los catalanes si realmente Cataluña debe ser independiente de España, pueden recordarnos que somos minoritarios también en Europa, que en la Unión Europea y en el continente, si se vota, no somos mayoría. Y si se llegara a convencer a la mayoría de la población del continente, aún queda la población mundial. En una votación de todo el planeta seguro que no pasaríamos de una posición marginal, porque marginales somos y seremos siempre los radicales y radicalizados, los desobedientes, los antisistema, los que estamos abajo. Los mayoritarios y los que cuentan son siempre los adversarios. Nuestros adversarios admiten gustosos que realizamos esfuerzos, ellos ya quisieran darnos la razón, pero no pueden, porque la ley es la ley y si Cataluña no es independiente es solo por nuestra culpa. Tiene toda la razón don Alfons López Tena, los catalanes deseamos la independencia pero, en realidad, no la queremos, no hacemos suficientes esfuerzos y no somos lo bastante serios. Además, todo esto se quiere realizar sin muertos ni guerra de independencia o sin terrorismo, como los de ETA, que sí son gente como Dios manda y por eso tienen la independencia tan cerca.
Esta Diada hemos aprendido muchas cosas. También que la alcaldesa Colau defiende a la mitad del pueblo de Cataluña que no vota Junts pel Sí, esta otra mitad que tiene un proyecto para toda nuestra sociedad. Un proyecto que cumple con todas las leyes y que no se deja ningún certificado ni ninguna póliza ni falsifica ninguna fotografía. Es un proyecto llamado España, lleno de novedades, de buen rollo y de ilusión. Realmente, en este país y en ese no cabe un tonto más. Continuará.