El periodista Arcadi Espada —alias Espadi Arcada según Xavier Sala i Martín— pedía ayer en la tele si existe un vídeo sobre la vida sexual de la víctima de los violadores de La Manada, insinuando que no, que la chica tal vez no era tan boba, ni tan santa, ni tan honesta como la Virgen María. ¿Y qué, si fuera cierto? Como si nunca violaran a las que ya han conocido hombre, o a las frescas, o las rameras, como si las hijas de Venus, profesionales o vocacionales, se merecieran todos los males que pudieran acontecer. Como si el deseo femenino necesitara necesariamente de algún castigo divino, terrible, siguiendo el magisterio de la Iglesia más carca, el de la España más oscurantista, el magisterio de la España viril de siempre. ¿Qué pasa? La verdadera noticia no es la vida sexual de la víctima sino la existencia pública de un ejemplar de bocazas como Espadi Arcada, la vida y milagros de este fundador y propagandista de Ciudadanos, que osó definir España como “el laboratorio de lo mejor de nuestra época. Esa voluntad amable de vivir juntos”. La España Naranja es pura amabilidad y civilización, lo vemos todos los días. La amabilidad y la civilización de Arcadi Espada pidiendo que se castiguen a las madres que alumbren bebés discapacitados porque es un “crimen contra la humanidad”. A mí me gustaría saber qué piensan las hijas de Arcadi Espada, ya que se mete en la vida privada de los demás, qué piensan sobre tanta amabilidad y civilización y sobre el interés por la pedofilia, ni más ni menos que por la pedofilia, en su libro Raval: del amor a los niños, aterciopeladamente apreciado por ese otro, como le llaman, sí, ahora, su entrañable amigo Salvador Sostres, el sietemachos que, en la tele, en noviembre de 2010 proclamaba entusiasmo por las chicas menores de edad, una inclinación que Carlos Herrera, compañero de aventuras de Espada y de Sostres, celebraba con esta tan acertada broma, tan de macho a macho, tan de compañerismo entre los que se creen superiores a los demás: “¡Atención! Hoy ha sido anunciado Salvador Sostres en la ciudad. [...] ¡Están las madres recogiendo a las niñas!” Qué risa, ¿verdad?
Y es que la España más genuina y pura de oliva no es la democrática ni la constitucional, ni la federal ni la ilustrada, la España de verdad es la España macha. La de los toros, los novios de la muerte, las guerras civiles y viriles, la de la exaltación fálica por mis cojones. Ya que el españolismo de hoy no tiene ningún proyecto político para ofrecer, ni ningún entusiasmo que suscitar, se encastilla en el castillo castellanista del macho obcecado que se resiste a morir. Es la última reserva espiritual del matón macho que se afirma en una quimera de fortaleza, en una supuesta valentía que sólo es irracionalidad, que menoscaba al independentismo catalán porque lo ve cobarde y afeminado, no como el vasco, que sí tiene lo que hay que tener. La España macha exhibe el desprecio hacia las mujeres como carta de presentación, como si fuera la rojigualda. ¿No dijo M. Rajoy que la equiparación salarial entre hombres y mujeres es una cuestión que hay que evitar? Ayer mismo Alfonso Ussía, un individuo que ha escrito tres volúmenes sobre la buena educación y las mejores formas con el título de Tratado de las buenas maneras, no atacaba Marta Rovira con argumentaciones políticas. Se dedicaba a reírse del cutis y del culo de la secretaria general de Esquerra Republicana con tufo de Varón Dandy. La España macha me astilla, la verdad.