Si lo resumimos en una frase, sólo en una, digamos que los que mandan en ERC quieren, ante todo, la hegemonía, mientras que los dirigentes de Junts per Catalunya priorizan la independencia. Con esta divergencia y desunión no hay acuerdo posible, no hay negociación que lo aguante, así no hay quien se entienda. Porque nadie sabe exactamente cómo se hace una independencia, una independencia a la catalana, obligatoriamente sin muertos, pero en cambio, todo el mundo sabe lo que es una hegemonía, eso sí, es una palabra fina que significa mandar. Mandar sobre los demás, decidir qué debe hacer el independentismo, cómo y cuándo y de qué manera. Y ya que ERC ha sacado un diputado más que Junts y ha firmado un preacuerdo con la CUP, ya que Salvador Illa dice que se quiere entender con Esquerra hablando en castellano, y ya que también las Comunes guiñan el ojo a Esquerra, ya que Albiach le pegó en el culito a Pere Aragonès con simpatía, e incluso, ya que Paco Marhuenda pedía por televisión una victoria del partido de Oriol Junqueras para que Catalunya se quite de encima al president legítimo, al Molt Honorable Carles Puigdemont y todo lo que representa ... ¿por qué no? Si la mayoría de los partidos se quieren poner de acuerdo para investir a Pere Aragonès y volver al autonomismo, si después de conversaciones y más conversaciones, los de ERC no quieren ceder, puede que les concedamos el beneficio de la duda, de modo que demos la razón al mismo tiempo a Joan Tardà y a Andreu Mas-Colell. Debe gobernar Esquerra. Junts per Catalunya debe investir a otro presidente independentista, porque entre independentistas no debemos hacernos más la guerra, y que Pere Aragonès forme Govern sin Junts per Catalunya. Que de una vez por todas ERC recupere la hegemonía conseguida en abril de 1931 y de la que me hablaba Marc Aureli Vila, y que Junts se dedique a hacer de oposición, a organizarse mejor, a condicionar desde fuera la gobernación de Catalunya en clave independentista. Inhibiéndose en todo lo que quiera hacer el nuevo gobierno a favor de la autonomía y, por el contrario, apoyando al gobierno de Aragonès en todas las iniciativas que proponga a favor de la independencia. Esta podría ser una solución pacificadora y comprensible para todos.
Hay que insistir en el modelo de Joe Biden y de Kamala Harris porque nos ayuda a pensar en una buena solución para el gobierno de Catalunya. Joe Biden, el eterno perdedor, el candidato eterno a la presidencia de Estados Unidos supo entender que apoyando a las víctimas del coronavirus podía ganarse el favor del público. Pero sin olvidar nunca la generosidad y el propósito de enmienda, o lo que es lo mismo, poniéndose de acuerdo con su principal enemiga del Partido Demócrata, Kamala Harris. Biden escogió para la vicepresidencia a la persona que le criticó con más dureza, precisamente porque entendió que debía valorar por encima de todo las voces discrepantes si quería sumar adeptos. La hegemonía gubernamental Esquerra la puede conseguir fácilmente, pero para conseguir la hegemonía política, para conseguir el principado político, es necesario que sea un partido poroso, abierto, que valore e integre las voces discrepantes, las que no se conforman con cuatro lugares comunes. Esquerra debe dejar de soñar con la evangelización mágica de los votantes hispanos y dejar de considerarlos menores de edad o bastante manipulables, como recomiendan algunas idealistas personalidades del partido como Joan Manuel Tresserras o Eduard Voltes. Es necesario que la hegemonía política venga avalada por la adhesión de los ciudadanos, que están esperando qué piensa hacer de bueno, a la hora de la verdad, un independentismo que ha desprogramado de momento la independencia.