Estaba a punto de entrar en el súper cuando me paró. La señora Brígida, Lola, para los amigos, se interpuso, me petrificó con la mirada más severa y me hizo, precisamente, la pregunta que no quería que me hiciera. ¿Tengo que ir a la manifestación del 11 de septiembre? En vano inventé excusas, en vano intenté cambiar de tema, en vano llegué a argüir que yo sólo comento la actualidad política o escribo algunas notas culturales, que no soy ningún confesor espiritual, que no soy ningún cura ni le digo a nadie lo que tiene que hacer, bastante trabajo tengo con lo mío, con saber lo que tengo que hacer conmigo mismo para aconsejar nada a nadie. Como digo, fue todo en vano. La señora Lola me impedía el paso y no pensaba irse sin que soltara una respuesta nítida y convincente. Ni ella ni yo ni mucha gente sabe lo que tiene que hacer en la próxima Diada, ¿estamos? Este año quizás es aún más difícil que ningún otro año, cuando hemos visto como es la enésima camiseta de la ANC, cuando estamos tan cansados de la canícula y aún más de la politiquería miserable de la cotidiana perplejidad, cuando la división entre independentistas no se detiene, cuando si te callas, malo y si no te callas, malo también, cuando las figuras de los presidentes Puigdemont y Torra parecen más frágiles que nunca, más abandonadas por todo el mundo en mitad del temporal. Cuando hay tantas y tan buenas razones para mandarlos a todos a paseo, cuando estamos hartos de la política cobarde de los gestos simbólicos, la que impide la realización de gestos metabólicos, sistólicos, eólicos, que nos eleven como el ave de los temporales.
Señora Lola, señoras y señores, yo, sintiéndolo mucho y arriesgándome a suscitar la ira más legítima y justificada de todos ustedes, yo, personalmente iré a la manifestación. No sólo contra España, contra la España de los submarinos que no se sumergen, de las naves de guerra que no caben en los puertos, de los aviones militares que se estrellan. Contra los másteres falsos y los doctorados fantasmas. Contra la España que mata toros, que aplaude a Plácido Domingo, de la España de la inoperancia y de la desidia, contra la España que aún no se ha desnazificado ni quiere hacerlo, la que mantiene el mausoleo al general Franco, la que perpetúa las grandes familias del expolio en todas partes, las del franquismo sociológico que odian y odiarán la democracia, Catalunya, los extranjeros y, en definitiva, la diferencia, que odian todo aquello y todos aquellos que no son exactamente como ellos. Iré a la manifestación sobre todo en contra de los partidos independentistas, de todos los partidos. De la CUP arrogante que piensa que hacer política consiste en decir que no a todo y hacer el juego al bloqueo institucional del Gobierno y del Parlamento de Catalunya, de Junts per Catalunya que se debate entre Artur Mas y Carles Puigdemont, que se entiende con los agentes del 155 por la paguita y que cada día que pasa se desacredita más por su egoísmo clasista. Iré a la manifestación también contra la ERC de hoy, la que piensa en el partido y no en el país, la que busca el poder a cualquier precio, la que quiere convencernos a todos que hoy la independencia es imposible.
La revuelta de las sonrisas continúa más viva que nunca porque el pueblo, sólo el pueblo, es el propietario de la soberanía
Iré a la manifestación sobre todo para recordar algo. Que la mayoría social del pueblo de Catalunya quiere la independencia, como aseguran todas las encuestas independientes, para continuar diciendo que el divorcio emocional, político, cultural y humano con España es irreversible. Para denunciar que la Constitución Española ya no tiene vigencia en Catalunya porque el españolismo ha roto unilateralmente el pacto constitucional de 1978 y que no hay marcha atrás. Porque la revuelta de las sonrisas continúa más viva que nunca, porque el pueblo, sólo el pueblo, es el propietario de la soberanía. Porque el pueblo catalán es mucho más importante que cuatro políticos oportunistas, que cuatro corruptos, que cuatro vendedores de humo. Iré a la manifestación para encontrarme un año más con todos vosotros, los vulgares, los que sudan y bostezan y se tiran pedos, los que no somos nadie, los engañados, los apaleados, los insultados, los criminalizados, los que creemos, contra todos los obstáculos, en la evidencia de la victoria independentista. Porque la manifestación es la gran asamblea popular de Catalunya, la que nos representa a todos. Porque la manifestación es la prueba, la evidencia, la rotundidad del hecho vivo de Catalunya contra el que no pueden ni podrán acabar nunca. Porque, ¿saben? la manifestación reúne a todo el pueblo y demuestra a todo el mundo nuestro inmenso poder. Temible, incalculable.