Vienen a la Barcelona colonial para realizar un consejo de ministros-sur-mer, igualito que los que organizaba Francisco Franco y no se les ocurre otra cosa que quedarse con la Llotja de Mar para reunirse. La razón que ha trascendido, es que han elegido el venerable edificio comercial porque está situado muy cerca de la ronda de Mar y del aeropuerto, de un aeropuerto del que podrían salir volando en caso de necesidad, con la pericia de las moscas fugaces. Como si un miedo eléctrico, infinito, irracional, les hiciera imaginarse una renovada rosa de fuego, el levantamiento de una monstruosa Barcelona insurrecta que les obligara a salir de la capital catalana a toda hostia. A toda hostia cuando las hostias de la policía, según como, no fueran suficientes para salvarse de las temibles hordas independentistas, como si de repente las imprevisibles palomas de la plaza del Diamant hubieran decidido bombardear la zona, como si un conjunto de extrañas bestias subterráneas procedentes de la imaginación de Albert Sánchez Piñol se sirvieran de las conducciones del metro y de las cloacas para penetrar subrepticiamente en la Llotja y dinamitarla, como si diversas y extrañas criaturas acuáticas, informes, deformes y disconformes con la España imperialista quisieran volver a proclamar la frase de Roger de Lauria y que a partir de ahora ya no habrá galera ni barco ni pez que se atreva a sacar la cola en nuestro mar si no lleva atada la bandera con las cuatro barras. Y que, dado el caso, los independentistas también podríamos recurrir a los adustos almogávares, conducidos por el Timbaler del Bruch, que según como, la Via Laietana, con los edificios tan altos también resuena con fuerza y el efecto sería brillante, magnífico, pavoroso. Probablemente las hadas del Canigó también se apuntarían a la revuelta contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
Cuanto más caso hacemos a los medios de comunicación, especialmente a los de Madrid, más alejados nos encontraremos de los hechos reales, de la auténtica situación de hoy y más atrapados quedaremos en la fantasía violenta de unos líderes de opinión que quieren conducirnos al enfrentamiento físico a cualquier precio. A un peculiar diálogo entre culturas realizado a puñetazos. Que quieren muertos para justificar la posterior destrucción política de Catalunya ya lo sabemos hace mucho tiempo y que están buscando un pretexto como sea, también. Pero, de hecho, aquí los únicos muertos que hay y los que habrá son los muertos de miedo, los que hoy están atrapados por el pánico al ver que España se deshace, que el Estado no se sostiene, que el independentismo crece con el paso del tiempo. En la capital de España les gusta mucho el dramón, la exageración, el cante jondo y las corridas de toros, ya sabemos que los líderes de la españolada política confunden sus propias mentiras con lo que está pasando realmente en Catalunya y que el miedo les impide dialogar, encarar políticamente y con cordura las peticiones del independentismo político. Los que tienen miedo son los mismos que tienen todas las armas de fuego, los que tienen miedo son los mismos que están admitiendo, con su actitud, que tienen Catalunya perdida. No, la ley, la Constitución, la interpreten como la interpreten, no prohíbe la independencia de Catalunya y con tanto miedo como demuestran no están consolidando ni el estado de derecho ni la democracia. Los están destruyendo.