Lo hemos vivido todos. Muchas veces. Conversaciones con gente que no es independentista, gente a la que Catalunya les da igual. Gente que vive muy a gusto en España, gente a la que sólo le molesta el PP y la ultraderecha de Mocs, que encuentra que Pedro Sánchez es muy guapo. Pues muy bien. Hemos venido a este mundo a hablar. Y a sufrir. Y el nacionalista eres sólo tú. Ellos no. De repente te dicen que el nacionalismo es una plaga, una peste, una enfermedad, un coronavirus, una patología mental. Pero no te ofendas que hemos venido a dialogar, ten cuidado y no te ofendas. Sobre todo no te ofendas, no seas cerrado de mente, que dicen que los catalanes somos cerrados de mente mientras ellos no, ellos no, ellos son la pera limonera, ellos son lo mejor que ha parido madre, ellos son españoles, ellos son la mayoría, ellos no tienen límite. Ellos son la hostia. Y te hablan de la mierda del nacionalismo. Como si ellos no fueran nacionalistas, como si sólo lo fueras tú, y tú lo fueras porque eres mala persona, porque tienes ganas de molestar y ganas de ofender. Porque eres un estorbo. Y cuando estás distraído te hablan inexplicablemente de Hitler, de la Alemania de los años treinta, porque ellos saben mucho de la república de Weimar, porque son unos especialistas en la Europa de entreguerras pero, curiosamente, no tienen ni idea de quién era Macià ni Companys, no saben quién era Josep Irla, no han oído nombrar a Antoni Rovira i Virgili, ni a Nicolau d’Olwer, pero saben cuántos dientes tenía en la boca Reinhard Heydrich, cada uno sabe lo que sabe, cada uno tiene sus intereses, cada uno viene de donde viene. Te vuelven a decir que el nacionalismo es horroroso. Y vuelven a hablar de Hitler. Y se olvidan de Gandhi, nacionalista indio. Y te dicen que la gente de izquierda no es nacionalista. Como si Mao Zedong no hubiera sido un gran nacionalista chino, como si Ho Chi Minh no hubiera sido un gran nacionalista vietnamita, como si François Mitterrand no hubiera sido un campeón del nacionalismo francés, como si Emiliano Zapata no hubiera sido un perfecto nacionalista mexicano. Como si Nelson Mandela no hubiera sido tan nacionalista como Benjamin Netanyahu. Las cosas como son.
Ahora vivimos un momento de perplejidad. Ahora los ultranacionalistas españoles Pedro Sánchez y Pablo Iglesias nos exigirán que no seamos catalanistas porque les conviene más que seamos españoles. Como si España no fuera una experiencia conocida y descartada, como si España no fuera el error del que queremos marcharnos. Con una sonrisa en la boca, la España del nuevo gobierno español es tan España como la España de Aznar, porque, pobres españolistas, miserables españolistas, no pueden ofrecer nada más que su nación fracasada y frustrante para los que no somos de matriz castellana. Pueden ofenderse tanto como quieran, pero a fin de cuentas son tan nacionalistas españoles como los nacionalistas del franquismo, tan arrogantes como un desfile de toreros. Y los peores son los españolistas de izquierda, los que dicen que creen en una España plural, federal y no sé cuántas otras fantasías. Al menos los fachas de Mocs saben que son fachas y ultranacionalistas, mientras que ellos aún no han salido del armario. O ya han puesto un pie fuera.