Dicen que primero fue visto en el Voló, pero no queríamos dar crédito, cerca de la raya, acariciándose el hombro, largo y oscuro su abrigo, la bufanda anudada al cuello, el flequillo al viento, la luz en los ojos y la fuerza en el brazo. En un ay se desataron innumerables susurros por todo el país y por las Españas, abundantes testimonios dichos en secreto, como un largo reguero de pólvora con mil brazos que fatalmente debían acabar en explosiones flagrantes, inflamando a los unos, dejando despavoridos a los otros hasta el pánico, hasta la huída. Que sí, que sí, que ha vuelto. Que si había sido entrevisto de día pero también de noche, cerca de la iglesia de los Santos Mártires de Sant Julià de Ramis como una aparición, que si había pasado raudo por Borrassà, por Palau-saverdera, por delante de la casa de Quim Monzó en Maçanet de Cabrenys o cerca del portal de Foixà, que si había sido identificado por un vecino fisonomista mientras comía queso blanco en Fonteta, que si se hacía acompañar de cerca por fieles discretos o si acaso viajaba solo, tal vez sólo con un mozo de la Escuadra para ir más rápido y continuar escurriéndose, continuar haciendo por etapas el peligroso camino de Barcelona hasta que se abra la puerta ferriza del Parlament. Que si había logrado burlar por igual a los picoletos de Figueres, a los militares de Sant Climent Sescebes y también a los agentes secretos vestidos de payeses en los marjales, vestidos de pescadores de anchoas de l’Escala, vestidos de fresadores con mono, vestidos de azafatas en el área de servicio de Galp, vestidos de zorras en los burdeles de carretera y también de peripatéticas al aire libre, cerca de las rutas equívocas de los automovilistas.
Esta madrugada ya han sido vistos algunos pelotones republicanos para recibir al presidente con discreción, para estrecharle las manos, para saludarle entre aplausos, para ofrecerle coca y chocolate caliente, para que toque las cabezas de los niños, pero sobre todo por protegerle si fuese necesario. El presidente renunció a la república apenas proclamada para evitar un baño de sangre, para proteger a la población y ahora es la población quien le quiere proteger y lo busca para aclamarle. Porque es un hombre que representa, que encarna la fe de Cataluña en sí misma como ningún otro presidente la había encarnada hasta hoy. No abandonan la esperanza de encontrarle en algún camino, al presidente legítimo. Y si acaso antes de llegar a Barcelona es detenido, encarcelado, si por ventura es eliminado de la escena política por el aparato represor del Estado, tras el duelo vendrá otro, otro presidente. Y después otro, y otro. Y otro. Si no viene por esta carretera, seguro que debe estar viniendo por aquella otra de allí a lo lejos. O por la otra. Es lo que tienen las apariciones, es lo que tienen las ilusiones, las convicciones, que son indestructibles. España acabará marchándose de Cataluña. Y en contraste con el desconcierto de esta gente, tan ufana y tan soberbia, he aquí, de nuevo, la alegría de la revolución de las sonrisas, otra vez la revuelta de los catalanes. El presidente ya está aquí. Puigdemont ya ha regresado.