Parece ser que el presidente Artur Mas, Joana Ortega, Francesc Homs e Irene Rigau deben pagar a la tesorería española casi cinco millones de euros. Tiene una cierta lógica histórica ya que, al fin y al cabo, los cuatro son catalanes y España hace siglos que está en Catalunya, sobre todo para cobrar, para sacar de ella todo el provecho posible. Si el dinero es siempre independencia, capacidad de ir por libre, lo que quieren es precisamente que no se disponga de eso, que la rica colonia pague y que se calle, que se someta y se deje explotar dócilmente. En todo caso, Catalunya ha perdido todas las guerras con España y a los vencidos siempre se les represalia y se les saca todo el beneficio posible, por algo será que han perdido. Deben pagar. Es una ley universal y muy antigua, la historia está llena de ejemplos de ello. Se saca siempre provecho de los derrotados. A las mujeres se las viola, a los hombres se les mata o se les encarcela, a los judíos se les roba. Este último es un caso especial. La idea de robar a los judíos, seres monstruosos, bichos con apariencia humana que no merecen ninguna consideración, que siempre deben ser despojados de su peculio, es decir, de su libertad, es una dinámica constante que podemos encontrar en infinidad de textos, de entre los que destacan El mercader de Venecia de William Shakespeare y, aún más oportunamente El cantar de mio Cid, poema épico castellano del siglo XIII. El texto medieval es interesante no solo porque demuestra el ignominioso racismo contra los seguidores de la Torá, sino también porque los catalanes que aparecen allí no son vistos jamás como españoles sino como francos, como franceses que diríamos ahora. Como extraños. Para justificar el latrocinio colonial, tradicionalmente se ha equiparado a los catalanes con los judíos, y de la misma manera que los judíos, los catalanes también han sido acusados de avaros, codiciosos, insolidarios, miserables y de malos bichos. A una gente así, tan indigna, tan mala, tan monstruosa parece natural que se la quiera combatir y se la pueda exprimir sin demasiados cargos de conciencia. No olvidemos lo que decía Pío Baroja, que los catalanes somos tan poco españoles que solo podemos ser considerados como judíos. “El aspecto, las aptitudes, la clase de arte que se hace en Cataluña; todo tiene un carácter marcádamente semita”. De una personalidad tan bondadosa, risueña y perfectamente conciliadora como Santiago Rusiñol se atrevió a decir: “(...) veréis qué aspecto más marcadamente judío tiene; primero su aspecto, que es el de un judío; después su habilidad: pinta y escribe de la misma manera fácil; luego su internacionalismo, su odio a la guerra, ha escrito El héroe, su antipatía por todo lo violento, y no sé si seré el primero que lo diga, su absoluta banalidad. No me choca nada que Rusiñol colabore en Madrid con Martínez Sierra, cuya literatura suave y de merengue me parece completamente judaizante”. Además de ser unos judíos los catalanes somos muy poco viriles porque como se ha visto, recientemente durante el proceso independentista, siempre renunciamos a la violencia. La idea, como se puede ver, ya hace años que circula. Una panda de maricones.
Todo esto seguirá adelante y la catalanofobia continuará agrediendo a los catalanes mientras paguemos. Mientras Artur Mas y los miembros condenados de su Govern estén dispuestos a pagar. Cuando Mas se niegue a pagar, cuando se niegue a dejarse extorsionar, cuando los votantes independentistas se pongan todos de acuerdo en ejecutar un indefinido cierre de cajas, una contundente moratoria en el pago de todos los impuestos, veremos cuánto tiempo dura la represión del Estado español. Veremos lo que dura a la hora de la verdad la endeudada España sin el oro catalán. Una cosa es que no seamos violentos pero otra muy diferente es que contribuyamos sumisamente al mantenimiento de un Estado que nos envía la policía y los paramilitares para que nos golpeen. Que encarcela a nuestros representantes políticos. Si en China los familiares de los condenados a muerte tenían que pagar la bala con la que se les ajusticiaba, en España los independentistas se ve que tenemos que pagar las porras que nos golpean. Y no se diga que no sabemos que ésta es la clave de todo ni que no conocemos quiénes son nuestros rivales. Margarita Mariscal de Gante, la consejera del departamento segundo del Tribunal de Cuentas que ha condenado a Mas, Ortega, Homs y Rigau no solo fue ministra de Justicia en el primer Gobierno de José María Aznar. También es hija del juez franquista del Tribunal de Orden Público Jaime Mariscal de Gante. Por su pomposo apellido ya podemos comprender claramente que proviene de la más singular y pura nobleza española, la que dejó tantos y tantos amigos en Flandes, durante la rapiña y destrucción de ese país, durante los tiempos del imperio español. Flandes o Bélgica en su conjunto, que es como se conoce ahora a aquel rico territorio. Son una gente estupenda, una gente que no engaña. Si nos fijamos un momento en el escudo heráldico de los respetabilísimos Mariscal de Gante, veremos que exhibe, arrogante, un fenomenal garrote.