1. La mediación no existe
Las mismas llamadas que el gobierno de Puigdemont recibió, las debe estar recibiendo el de Mariano Rajoy y con exactamente el mismo contenido: si no haces nada irreversible, estaremos contigo. Es natural: la comunidad internacional y en particular la UE y los EE.UU. no tienen ningún interés en tener una crisis —otra— en el frágil sur de Europa (tampoco lo quieren demasiado fuerte, todo sea dicho: lo quieren subsidiario). Esta crisis se puede llamar independencia de Catalunya o represión salvaje de Madrid. Si ninguno de los dos hace un gesto irreversible, la situación se puede partir en trozos pequeños que se dejan gestionar lentamente y uno por uno, sin entrar en el fondo de la cuestión ni en el problema grande. En caso de extrema necesidad, podría haber disposición a participar de una negociación para imponer una tercera vía, que en Madrid se vende como un incremento de la autonomía existente para calmar los ánimos (y que tiene mucho margen gracias a la recentralización de estos años), y en Barcelona como incluso un Estado libre asociado. Pero la mediación internacional es como el referéndum acordado o las estructuras de Estado, el pretexto perfecto para dilatar los tiempos y no hacer nada, que atrapa a electores y políticos de buena fe porque juega con sus miedos.
2. Si Rajoy no hace nada
La suspensión de la declaración deja a Rajoy dos tipos de opciones: las que se engloban bajo el paraguas "no hacer nada" y las que se engloban bajo el paraguas "hacer alguna cosa". Si Rajoy no hace nada, la situación se degrada poco a poco, los procesos judiciales continúan su curso, se puede modular el aparato judicial a fin de que los castigos sean graduales y por separado. La famosa frase de Benjamin Franklin durante la revolución americana "we shall hang together or we shall hang separately" es un juego de palabras entre "hang together" (mantenerse juntos) y "hang separately" (colgar por separado). Resume bien lo que esta opción ofrece a Rajoy: colgarlos por separado.
Tras la suspensión de la declaración está la fantasía colauista que dice que si frenas no te castigarán tanto, argumento que han querido hacerse suyo algunos de nuestros líderes como un clavo ardiente. Si nos portamos bien se portarán bien es el coro del autonomismo y la razón última de su fracaso, y de la cultura de control social que campa por todo el escenario catalán. "Somos catalanes", me dijo un representante legítimo del pueblo de Catalunya. Quería decir: "de donde no hay, no se puede sacar" tanto como "somos unos perros apaleados". Bien, los catalanes, cuando plantan cara al Estado y no lo consiguen, acaban en la prisión o en la muerte civil, dependiendo de qué convenga más a la unidad de España. Es razonable preguntarse si alguien ha llegado a un acuerdo para rebajar penas o inhabilitaciones, y conversaciones siempre ha habido. La cuestión es la misma: ¿qué garantías tienes de que alguien tiene alguna necesidad de cumplir los acuerdos?
Los catalanes, cuando plantan cara al Estado y no lo consiguen, acaban en la prisión o en la muerte civil, dependiendo de qué convenga más a la unidad de España
Tras la suspensión de la declaración está también el argumento de que la comunidad internacional pedía un gesto de buena voluntad negociadora que consistiera en no poner ninguna condición al diálogo, incluyendo la no independencia. Y que eso nos da credibilidad y la razón cuando España decida no negociar.
Nos han tomado el pelo. En la medida en que Rajoy no se exceda, traducir eso en una suspensión los libera de tener que hacer nada. Las dos únicas cosas que son exigibles a la comunidad internacional son que reconozca Catalunya cuando Catalunya haya demostrado que es un Estado de hecho, y que, si España traspasa los límites de la violencia, intervengan con los instrumentos que tengan a mano. Tratarla como parte de las negociaciones haciendo concesiones de entrada cuando todavía no ha entrado a las negociaciones ni tiene ninguna obligación de hacerlo, es ahorrarle la negociación entera. Ya tiene lo que quiere. Sentándose, sólo puede perder. Otros canales diplomáticos han hecho correr la amenaza contraria: que se dejaría vía libre a España para frenar una independencia tan precipitada y frágil. Es el palo y la zanahoria: ni se pueden permitir cumplir esta amenaza ni pueden asegurar lo que prometen, sobre todo si ya tienen lo que querían.
3. La cláusula suspensiva
Si había que enviar un mensaje de este tipo, la carga de la prueba tenía que ser por la negociación. Eso es, en lugar de decir: "suspendo la declaración a la espera de diálogo", que sólo te debilita y te hace perder credibilidad de fondo, puedes llegar a decir, como máximo, que si España se sienta a dialogar, mientras duren las negociaciones, suspendes las medidas concretas que se derivan de la declaración. Suponiendo que España se siente o que Europa se siente, la declaración está en suspenso. Esta es la propuesta que Carles Boix y yo mismo hicimos llegar en público y en privado a quien toma las decisiones. Con un sin embargo: esta cláusula es innecesaria y perjudicial, porque es implícita. Si España se sienta a negociar o Europa se sienta a negociar, cosa que sólo pasaría si se declara la independencia, y todavía, se puede frenar el proceso de implementación de la declaración, pero lo tienen que pedir y tiene que ser a cambio de algunas garantías en la negociación. Tienes que dejar espacio para que puedan pedir alguna cosa grande y que tú puedas negociarla; si no, aparte de tratarlos de salvajes, les dejas el campo para que pidan otra cosa, por ejemplo: que lo anules y si acaso, ya la volverás a hacer. Pero si tenía que haber cláusula, tiene que ser de manera tal que la carga de empezar negociaciones sea para el otro, que es el responsable de la represión y del control policial.
La suspensión de ayer, al menos por parte de algunos, era una manera de pedir la tercera vía, ni que sea para volver a la fase anterior a la recentralización
Todo eso son fantasías, a estas alturas. La verdad es que la idea de la suspensión la compraron el PDeCAT, ERC y la CUP el lunes por la noche. Las carreras de ayer en el Parlament fueron porque todavía se quería rebajar más la cosa sacando la declaración del pleno y del diario de sesiones, y el máximo que parte de ERC, la CUP, Demòcrates y presiones de fuera consiguieron fue la firma en el patio de luces. Eso demuestra que cuando vendes lo esencial, ya no hay límite. Cualquier instrumento que ofrezcas para solucionar una oposición —como la cláusula suspensiva— será utilizado en contra tuya y explotado hasta desarticular la fuerza de cada acción política.
4. No se puede
La suspensión también bebe de la idea de que la independencia no es posible porque no estamos preparados. Alguien tendría que dar explicaciones sobre los 7 años de construcción de las estructuras de Estado, cuya ausencia es hoy esgrimida, por los mismos que las prometieron, como argumento para el "no podemos". Aparte de que sin declaración no puedes hacer estructuras de Estado, la suspensión no soluciona este problema porque la Generalitat está intervenida y cada día que pasa es más débil como institución. Si es cierto que "no podemos", cada día podemos menos. Eso indica que la suspensión de ayer, al menos por parte de algunos, era una manera de pedir la tercera vía, ni que sea para volver a la fase anterior a la recentralización. Las reacciones al anuncio de exploración de la reforma constitucional ya indican que es así.
¿Saldrá la gente a defender las instituciones catalanas si estas son reprimidas? ¿Cuántos saldrán?
El último argumento tras la suspensión es el miedo a la ulsterización de Catalunya. Por eso estos días se ha insistido tan poco en la victoria real del 1 de octubre, que es la conquista efectiva del derecho a la autodeterminación y la expulsión de las fuerzas del Estado, que el resultado ni aparece en la declaración del patio de luces. En cambio, se ha insistido en la violencia, en el poder de veto de las manifestaciones unionistas, y en la presión de las empresas y los sectores económicos regulados por el gobierno de Madrid. En resumen: se ha vaciado de poder la articulación política del soberanismo, a pesar del coste que pagó para ganárselo, y se ha llenado la abstención, las manifestaciones y los bancos de poder de veto.
El problema es que eso no evita la violencia social, sino que la incentiva. Se legitima el papel de la policía aliada con parte del unionismo y la liberación de las fuerzas fascistas en las calles de las ciudades, y se deja desamparada a la gente que ha demostrado estar dispuesta a resistir pacíficamente el control de los derechos democráticos. ¿Saldrá la gente a defender las instituciones catalanas si estas son reprimidas? ¿Cuántos saldrán? Sólo con que salgan 10, ya recibirán en nombre de todos los otros. Si sale un millón, ¿qué estarán defendiendo, exactamente una suspensión?
5. Si Rajoy hace alguna cosa
La otra opción para Rajoy es hacer alguna cosa. Eso va desde aplicar la represión más intensa que el ordenamiento estirado como un chicle le permita hasta entrar en negociaciones formales para reformar la Constitución, reforma que no tiene ninguna necesidad de hacer llegar a buen puerto y que tiene mayorías y consensos necesarios para hacerla durar y modificar el texto de manera tal que el problema de fondo no se resuelva, o se resuelva para siempre. Aunque encaramos cualquier cosa que venga, incluida la reforma de la Constitución, sin garantías ni herramientas de presión real, los mismos que frenaron la declaración, por la misma lógica, alimentarán ahora las esperanzas de la reforma de la Constitución. Así alimentarán también sus esperanzas de salvarse. Es en balde. El problema existe, y cada vez se verá más claro que ellos son parte.
Si Rajoy añadiera un incremento de la represión, sea desarticulando más la autonomía o por la vía judicial, no obtendría ninguna queja significativa de nadie, porque la UE, en este contexto, ya ha decidido cerrar filas con Rajoy. Un poco de ruido empático, como ya pasó en el siglo XVIII y 1939, pero ya está.
Por eso a la vez que Rajoy se hace una foto con Sánchez en nombre de la reforma constitucional, reta a los políticos catalanes a decir que han declarado la independencia como procedimiento para activar el 155, que es lo que ya pasa de facto, pero ahora con la fuerza del Senado y del PSOE, que hace una semana no tenía, y con el silencio obligado de Podemos, que ya sólo puede llamar a elecciones y tratar de pescar en la represión, dado que Puigdemont les ha dado la razón.
Si Rajoy añadiera un incremento de la represión, no obtendría ninguna queja significativa de nadie, porque la UE ya ha decidido cerrar filas con Rajoy
Suponiendo que un eventual 155 o similar fuera interpretado por los políticos catalanes como la señal de levantar la suspensión, lo harían en un contexto explícitamente hostil de la comunidad internacional y con las instituciones todavía más debilitadas. También hay que ser consciente de que la discusión sobre si levantar la suspensión sería entre exactamente las mismas personas que acordaron hacerla, reunidos en las mismas habitaciones, y con exactamente los mismos argumentos. Pero con todo más degradado, interna y externamente. Y con el precedente de haber cedido a todas las presiones. Además, todos hemos visto las debilidades internas del Gobierno y del grupo parlamentario de JxSí, el choque de intereses, y la facilidad con que se hacen presentes en los medios de comunicación, los discursos y los marcos que aumentan la presión contra la independencia.
6. Un solo escenario por ahora
El único escenario que se me ocurre es que algunos diputados soberanistas convoquen un pleno y presenten la declaración del patio de luces a votación. Que el Parlament recupere su poder ante una suspensión que se le "propuso" en el discurso del president, pero que no votó, y que no es de acuerdo a la ley del Referéndum aprobada en septiembre. Si hay diputados que la firmaron pero que no la quieren votar, al menos tendrán que ofrecer un argumento y tendremos más cartas sobre la mesa. Es mejor eso que saber nada y continuar con el relato procesista que confunde todas las posiciones como si no hubiera margen. Pero no quiero engañar a nadie: el paso de levantar la suspensión es sólo uno de los muchos que habría que hacer y no tienen ninguna razón para creer que superado este paso, los otros sean superables con esta manera de tomar decisiones. Ya llevamos 10 días perdidos discutiendo todo eso en lugar de preparando la independencia. Y cuanto más se alarga, más fácil es para los que no quieren sacar adelante hacer valer el peso de no tener nada a punto. Ayer el entorno de ERC en el Parlament hacía toda la pinta de estar derrotado: toda derrota es una lección que hay que escuchar.
7. Más largo, más costoso
Si, como parece, todo se va a la mierda, no se acaba el país ni la independencia se vuelve imposible, pero esta generación de políticos y la cultura que han promovido se van a la trituradora; puede durar más o menos, pero es estéril y sólo puede desaparecer. El problema existe y a cada hora que pase, se verá más claro que la única opción razonable para el soberanismo era la declaración que pedía la ley del referéndum. Nunca con tanta fuerza, nunca tan barata, nunca tan legitimada. Entre confiar en el Estado y sus amenazas, o confiar en la gente que protegió las urnas, han escogido el Estado: de mala gana, protestando, con miedo o con cálculo, pero es lo que es. Si alguien quiere que esta historia se explique con nombres y apellidos tendría que hacer algo que indicara que es relevante quien hace qué. El papel de los medios, de los líderes sociales, del poder económico y de los partidos también va emergiendo diáfanamente y ya no se puede esconder como antes. Desde una revuelta ciudadana hasta un gobierno de Ciudadanos, todo lo que no era posible ahora lo es. Las fuerzas desatadas en España estos días también tendrán consecuencias para todos los españoles y sus líderes, pero si el conflicto es general, ya no hay que admitir que Catalunya es una nación, que es lo que la violencia del día 1 de octubre y la derrota de la policía demostraron. El conflicto no se ha acabado, se ha endurecido.