Ha muerto mi amigo Toni.

Yo soy de un tiempo en que los amigos nos llamábamos por el apellido, pero en el caso de Vila Casas es diferente. Él siempre fue para mí Toni, y yo era para él Jordi.

Y Toni se ha ido y me ha dejado un vacío. Y el vacío no es solo para mí, sino que lo es para todo un país.

Y seguro que mucha gente escribe hoy sobre sus aportaciones al mundo empresarial, al mundo social o al mundo de la cultura. Y muchos recordarán su generosidad y altruismo como mecenas cultural y como patriota, y seguro que lo harán mejor que yo.

Pero yo hoy quiero recordar a mi amigo, que lo es desde hace más de 70 años y que me lo ha demostrado a lo largo de su vida siempre que ha podido y ha hecho falta.

Y en especial quiero recordar episodios más recientes que ahora parecen lejanos, pero no lo son tanto. Momentos en que la gente pudo quedar decepcionada de mí, y dudaron de mis argumentos y mis explicaciones. En aquel momento, algunas personas estuvieron siempre a mi lado. Incondicionalmente, de piedra picada, sin dudas ni vacilaciones.

Una de ellas era Vila Casas.


El president Jordi Pujol y el empresario y mecenas Antoni Vila Casas / ARCHIVO

Gracias a Dios, hemos podido tener buenas conversaciones y nos hemos podido despedir el uno del otro en estos últimos años. Creo sinceramente que no ha quedado nada por decir. Estoy tranquilo y me atrevo a decir que él también se fue en paz.

Él se ha ido primero, pero conservo una sonrisa. Sé que mi amigo me espera.

Jordi Pujol i Soley