El juez Llarena quiere irse de vacaciones, olvidarse de la causa judicial contra el soberanismo y que nosotros lo olvidemos a él al instante. En la urgencia para cerrar la instrucción ha forzado, mucho, las leyes. Nuevamente ha hecho derecho creativo, y se ha inventado una sustitución temporal del escaño para los que somos diputados y estamos en la prisión acusados de rebelión.
Los autos de Llarena, si fueran un trabajo de investigación o un examen en cualquier facultad de Derecho, merecerían el suspenso. ¡Da vértigo pensar en manos de quién ha estado la instrucción judicial más importante del estado español desde los años de la transición! Un magistrado que no sabe hacer euroórdenes y que no ha entendido que el poder judicial y el legislativo son en cualquier democracia independientes es un mal magistrado.
El mismo que me mantiene en la prisión por "haber renovado mi compromiso delictivo al incorporarme a la lista electoral de Junts per Catalunya" (lo cito textualmente, solamente poniendo la primera persona), o que escribe sin ponerse rojo "que, si no tuviera un ideario independentista, no se tendría que suponer mi tendencia a la reiteración delictiva", es el que propone que el Parlament de Catalunya viole la legislación electoral y parlamentaria y permita la figura de un diputado eventual que me sustituya mientras él me mantiene en la prisión y que termine cuando yo salga de la prisión.
Queda nuevamente en evidencia: una chapuza jurídica y un insulto al Parlament y a las reglas y normas de representación política. Este magistrado del Supremo es el que hace 9 meses me mantiene en la prisión y en las noches tiene mal dormir por los recuerdos de la gran oleada de violencia del 20-S y el 1 de octubre. ¡Quizás sí que necesita unas vacaciones! ¡Feliz verano, señor Llarena, y perdone por las molestias causadas estos últimos tiempos!