El hecho de que por tercera vez la CUP tenga la capacidad de incidir para que se conforme un Govern independentista y condicionar su mayoría parlamentaria, de acuerdo con los resultados electorales, ha convertido a la formación anticapitalista y sus votos en el Parlament —en esta ocasión, nueve— en un aliado a veces tan incómodo como imprescindible tanto para Esquerra Republicana como para Junts. Los primeros se encuentran cómodos hablando de temas sociales con la CUP y más inquietos cuando se tienen que poner de acuerdo en lo que respecta a calendarios para un nuevo embate con el Estado basado en un referéndum después de alinear las instituciones y la calle. En cambio, a los negociadores de Junts les suena bien la música cuando ironizan sobre la mesa de diálogo con Pedro Sánchez o la urgencia de estructuras de Estado para esta nueva embestida y, por el contrario, están mucho más distantes en una parte significativa de la agenda social o del giro a la izquierda.

La CUP ha aprendido durante estos años a moverse en estas discusiones, apurar las negociaciones y mantener el pulso a los dos partidos mayoritarios del independentismo. Los 65 escaños que han conseguido ERC y Junts les dejan a tres de la mayoría absoluta y ambos tienen que hacer de la necesidad virtud, les guste más o les guste menos. Y en esas estamos cuando han transcurrido 31 días de las elecciones del pasado 14 de febrero. La conferencia política de la formación anticapitalista de este miércoles no ha hecho más que evidenciar lo que ya sabemos: todo va muy lento entre las tres formaciones. Y, quizás, por primera vez, no haya que descartar que, aunque haya 74 escaños independentistas, en la primera sesión de investidura de un candidato o candidata a presidente de la Generalitat sea, sorprendentemente, Salvador Illa quien se presente. El socialista tiene a su alcance, en principio, sus 33 diputados y los 8 de los comunes. Por el contrario, el llamado a ser president, el republicano Pere Aragonès, no ha sumado, por ahora, ninguna formación más a sus 33 diputados.

La de Illa sería una investidura fallida, claro está, pero el parlamentarismo tiene sus tiempos y sin acuerdo de los partidos independentistas no habría investidura de Aragonès hasta después de Semana Santa. El ritmo de la agenda de trabajo de ERC y Junts también refuerza esta idea, que ninguno de los dos partidos se atreve a verbalizar en público pero que ya no descartan en privado. Todo eso se verá a partir de principios de la semana que viene, cuando la presidenta del Parlament, Laura Borrás, iniciará las conversaciones con los presidentes de los grupos parlamentarios y escuchará su posicionamiento antes de proponer un candidato a la cámara.

En otros momentos, el desencuentro catalán haría correr ríos de tinta, pero en esta ocasión el desbarajuste de la política española es de tal dimensión, con el epicentro en la conquista de la Comunidad de Madrid, que la política catalana ha dejado de estar bajo el foco, incluso para muchos de los medios catalanes. Un último dato de la conferencia de la CUP: su insistencia en que están dispuestos a formar parte del nuevo Govern, una idea que la candidata Dolors Sabater preconiza desde el primer día y que ha ido ganando algunos adeptos. Parece difícil que se acabe concretando, ya que ello no supone un estímulo ni para ERC ni para Junts —a diferencia de la Mesa del Parlament— pero ya no hay que descartarlo del todo.