El líder de Demòcrates de Catalunya, Antoni Castellà, acaba de proponer una mesa de partidos y entidades independentistas para definir la hoja de ruta en esta legislatura. La formación de Castellà tiene tan solo dos diputados en el Parlament y se presentó a las elecciones del 21-D dentro de las listas que encabezaba el presidente de Esquerra, Oriol Junqueras. Aunque cabe pensar que su propuesta, como la de cualquier formación política, es interesada, ya que Demòcrates dispondría así de un protagonismo político superior al actual, a la vista de cómo se han desenvuelto las cosas los últimos meses en el Parlament, debería ser una idea a considerar.
Los 70 diputados del 21-D repartidos entre las listas de Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP no solo no son un bloque homogéneo con sus lógicas singularidades, sino que están más lejos que nunca unos de otros. La CUP fue la primera fuerza en anunciar en la misma sesión de investidura del president Quim Torra, a mediados del pasado mes de mayo, que pasaba a la oposición. Y durante estos meses las relaciones entre JxCat y ERC han sido todo menos buenas. De todo ello se han visto afectados los partidos y los grupos parlamentarios. ¿Cuánto falta para que salte al Govern? ¿O, incluso, para que en el Ejecutivo catalán las posiciones sean irreconciliables? ¿Pueden y deben la ANC y Òmnium recuperar el protagonismo de la anterior legislatura?
El curso político que se abrirá en unas semanas tendrá el voltaje suficiente para que se pueda vislumbrar ya que el independentismo cometerá un grave error si lo aborda desunido y sin decirse a la cara todo lo que ahora se dice medio a escondidas o en las sobremesas de este atípico verano.
Los exiliados y los presos han hecho un sacrificio enorme. No hemos de olvidar nunca el golpe de Estado de aquellos que enarbolando la Constitución arrasaron las instituciones de Catalunya. Los nuevos liderazgos de la política catalana han de poner en común sus estrategias, cuál es el proyecto compartido y cómo van a ser leales al 1-O y al 21-D.