Las memorias de los líderes políticos son un género literario con poco predicamento tanto en Catalunya como en España a diferencia, por ejemplo, de lo que sucede en Estados Unidos o en Francia, por citar dos estados bien diferentes. En parte, porque muchas veces no resuelven muchos de los enigmas informativos que han quedado en el aire y el gobernante no aclara ninguno de los interrogantes del momento.
Hay que agradecer, en cambio, a Mariano Rajoy que haya puesto luz a las negociaciones que se mantuvieron entre la comparecencia del president Puigdemont en el Parlament el 10 de octubre para declarar que asumía el mandato del pueblo de Catalunya tras el referéndum del 1-O y la declaración de independencia por parte del Parlament de Catalunya del 27 de octubre. Básicamente porque muchos intentaron mediar desde posiciones muy distantes al independentismo catalán y convencer a Puigdemont de que si daba un paso atrás el gobierno español no aplicaría el 155 de la Constitución.
Hubo un tira y afloja de mediadores amateurs y políticos relevantes como el lehendakari Iñigo Urkullu ante el president Puigdemont para que rectificara y convocara elecciones con el argumento de evitar el 155. Puigdemont pedía garantías... que nunca llegaron. Sin embargo, siempre ha sobrevolado, porque así lo quiso el relato oficial desde Madrid, la idea de que las cosas habrían sido diferentes con la convocatoria electoral en vez de la declaración de independencia.
Rajoy fulmina esta teoría en muy pocas líneas, en un adelanto de sus memorias en Una España mejor, y la descarta absolutamente: "No veía ninguna razón para dejar en suspenso una decisión que no era fruto de ningún arrebato, sino consecuencias de semanas de estudio y de muy sólidos argumentos jurídicos y políticos. Antes de llegar a aplicar aquel precepto constitucional nos habíamos cargado de razones y estas no desaparecían por el hecho de que Puigdemont convocara elecciones; la independencia seguía declarada”. Los últimos movimientos de garantías por escrito del president solo le suscitaron un “volvemos a las andadas”.
Y así fue como España fue incapaz de sentarse a negociar.