Aunque hace muchas semanas que dura, la elaboración, debate y desencuentros permanentes por la denominada ley del 'solo sí es sí' entre los socialistas y la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha encontrado este miércoles un aparente punto de no retorno por las acusaciones formuladas por la dirigente de Podemos acusando al Partido Popular de promover la cultura de la violación. Las palabras de la ministra morada tuvieron una contundente respuesta de Meritxell Batet, que se las reprochó desde la presidencia del Congreso y le pidió contención en el lenguaje tras señalar que la expresión utilizada no era adecuada en términos parlamentarios. No fue la única socialista Batet en entrar al trapo con una ministra del gobierno de coalición con Unidas Podemos ya que la polémica de la ley del solo sí es sí, lejos de amainar, cada día que pasa tiene un nuevo frente abierto.
Y es que, a estas alturas, son pocos los que discuten que la ley, aprobada el pasado mes de agosto en las Cortes, no es lo precisa que debería ser y que el trabajo jurídico realizado es deficiente. No se trata solo de que haya jueces que estén aprovechando la situación para debilitar al gobierno de Pedro Sánchez, haciéndole pagar peajes antiguos y muy diversos, sino que al Ministerio de Igualdad le ha faltado pulcritud y astucia para no haberse metido en este jardín y no haber abierto la vía a interpretaciones que acaban favoreciendo excarcelaciones en una cuestión tan delicada, peligrosa y sensible como son los delitos por violaciones. El PSOE no sabe cómo apagar este fuego, mientras los jueces hacen interpretaciones diversas en muchas zonas de España, y un día se inclinan por la revisión de la ley, otro por esperar a que el Supremo dicte doctrina y los que menos por no hacer nada.
Pero toda esta situación, además de deteriorar el gobierno transmitiendo una imagen de incoherencia —aunque ni Sánchez piensa en cesarlos, ni Unidas Podemos en irse— está poniendo de manifiesto las grietas de una coalición que se necesita tanto como se detesta. Los socialistas tienen que crecer electoralmente para impedir un gobierno entre PP y Vox, pero también necesitan que Unidas Podemos no se hunda y resista en las posiciones que actualmente tiene. Es una cuadratura del círculo nada fácil ya que es aparentemente refractario lo que le viene bien al PSOE con lo que necesita la formación morada y viceversa. A todo ello, barones socialistas significativos que ven como puede peligrar su posición en las próximas elecciones municipales o autonómicas disparan sin rubor alguno contra Pedro Sánchez. Así, es absolutamente irreconocible un PSOE en que un dirigente territorial, este miércoles ha sido el aragonés Javier Lambán, haya utilizado palabras gruesas contra un secretario general que además es presidente del Gobierno.
Así, Lambán ha afirmado en la clausura de una mesa redonda sobre las autonomías que a España le hubiera ido mejor si el secretario general del PSOE no fuera Sánchez. Unas palabras que gustarán a la derecha y con las que busca Lambán reforzar sus posiciones para la reelección en Aragón en las autonómicas del mes de mayo. Hay muchas maneras de decir las cosas, pero Lambán ha escogido la más ácida, importándole poco perder el favor de Sánchez. Algo que es muy inusual en una organización en la que no se mueve una hoja sin que el secretario general dé el visto bueno. Aunque siempre ha habido barones discrepantes —antes eran Ibarra, Bono y Chaves— la virulencia y los ataques no eran tan directos y demoledores.
Con otro presidente diferente a Sánchez, la avalancha de problemas que tiene encima —habría que añadir, entre los más graves, la reforma de la sedición y el nombramiento, por ahora fallido, de nuevos miembros del TC— sería como para pensar en que tiene delante una barrera infranqueable. Pero este presidente del Gobierno regresó de la muerte política y parece acostumbrado a vivir siempre con un pie en la tumba.