El FMI prevé para este año global una fuerte alza de un 3,9% de la economía mundial, pero los hechos revelan que un sentimiento global de desencanto se extiende.
En su informe de primavera, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ofrece un cuadro general positivo, pero tanto su directora gerente, Christine Lagarde, como el economista jefe de la institución, Maurice Obsfeld, advierten que se acumulan nubes tanto en Occidente como en Asia.
En Europa y EE.UU. se percibe un persistente malestar de las clases medias, que sienten que a ellas no les ha llegado la salida de la crisis. La desigualdad es el factor más señalado en la mayoría de los casos. En las recientes elecciones italianas se ha mostrado claramente. Y la resonante victoria de Viktor Orbian en Hungría señala un claro avance de las fuerzas políticas populistas.
En China, donde el PIB ha crecido un 6,8% en el primer trimestre, por encima de lo esperado, Christine Lagarde ha advertido del riesgo de endeudamiento ligado a las "nuevas rutas de la seda". Los proyectos de Xi Jinping para ampliar la presencia mundial china a través de esta red pueden ascender a 8 billones de dólares, ampliando la deuda del imperio del centro y de los países implicados.
El FMI ha señalado recientemente que la deuda mundial ha alcanzado un máximo de 164 billones de dólares, un 40% más que en 2007, con China como responsable de la mitad del aumento. Esta carga va a pesar fuertemente sobre el potencial global de crecimiento.
El futuro es incierto y las nubes, como percibe el FMI, asoman advirtiendo de riesgos potenciales en marcha
Para EE.UU., Maurice Obsfeld ha señalado dos riesgos: una guerra comercial con China (que también se vería implicada) y una alza fuerte de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal, que podrían debilitar su actividad económica. Las encuestas revelan, además, una pérdida de impulso desde el lado del consumo americano. Se habla incluso de un cierto "cansancio del crecimiento" en EE.UU.
En Europa los proyectos a largo plazo también parecen resentirse del espíritu de laxitud dominante.
El presidente francés, Emmanuel Macron, presiona a la canciller alemana, Angela Merkel, para sacar a la Unión Europea de la parálisis en la que se encuentra. Macron trata de que se cree un Fondo Monetario Europeo que actúe de colchón financiero en cualquier crisis futura del grupo, al tiempo que propone el nombramiento de un ministro de Finanzas de la eurozona que gestionaría un presupuesto común de cientos de miles de millones de euros.
El bloque conservador en el partido de Merkel insiste en que no debe aceptar ninguna reforma que termine con los contribuyentes alemanes financiando los gastos extras ocasionados por los socios. En cuanto a la creación de nuevas instituciones, responden: "Ya tenemos muchas, ¿para qué otras más?" El euroescepticismo, hasta ahora rampante, ahora se muestra a pleno día.
El futuro es incierto y, pese a la mejora de la situación, las nubes, como percibe el FMI, asoman advirtiendo de riesgos potenciales en marcha.