Joan Fuster, en el Tele/exprés del 23 de febrero de 1976, citaba unas palabras de Alfonso Guerra en las que, durante un concierto de Raimon en Madrid, decía:
―Muy bien este chico, Raimon tiene garra… Ya os concederemos (sic) la autonomía a los catalanes…
[Eliseu] Climent asegura que fue algo así: una parrafada de un déspota ilustrado en boca de un imbécil que se cree socialista. “Os concederemos…”. Aún no asamos y ya pringamos. Hay que tomar nota.
―Pero Raimon es valenciano, y los valencianos… Yo…
―Hombre, no; más líos de esa especie no… Con una Cataluña tenemos de sobra…
Y aquí seguimos. La praxis ideológica de Guerra ―"con una Cataluña tenemos de sobra..."― ha sido comprada por todo el espectro ideológico que ha sido históricamente representado en las Corts Valencianes ―con honrosas, y escasas, excepciones. Representa una obviedad que los equilibrios de poder territorial en el estado español pasan por el lado hacia el que pivota el País Valencià. Fue así durante la Transición y lo es ahora, cuarenta años después.
El problema de la concepción uniforme de la España carpetovetónica no es Euskadi ―con Navarra―, España puede reconocer la foralidad específica de esos territorios sin entrar en ninguna contradicción interna ―y eso lo ha asumido incluso Ciudadanos―. El jaque a la concepción unitarista del estado español ―y, con ella, al régimen del 78, monarquía, oligopolios y tutti quanti― es Catalunya y, con ella ―a su lado― el resto de Països Catalans bajo soberanía española.
Últimamente, se alzan voces contra la política de bloques dentro de la misma Catalunya, el debate "independentistas contra unionistas", dicen estos análisis, nos llevan a un empate eterno, sin posibilidad de "ensanchar" ―es decir, de "ganar"― hacia toda esa parte de la sociedad que, sin ser independentista, considera que Catalunya ―todo aquel que vive en Catalunya― tiene que poder decidir cómo se relaciona con el resto del mundo y cómo se organiza ella misma. Este debate no es nuevo, de hecho, podríamos decir que es la versión 2.0 ―perdonad la boutade― del debate pro/contra Tripartito que se vivió hace años en Catalunya. Y, por supuesto hay que decir que, igual que fui defensor de los Tripartitos, también creo ahora que Esquerra Republicana necesita llegar a acuerdos con los partidos autodeterministas de izquierdas, que permiten romper esta lógica de bloques. Sin embargo, este debate, desde mi punto de vista, también necesita romper otra lógica de bloques, la de "catalanes"―catalanes de Catalunya, se entiende― / "todo el resto" ―excepto, quizás, vascos.
Ensanchar la base sólo en las cuatro provincias de la Catalunya estricta refleja una grave estrechez de miras
España no negocia. Esta es una máxima que hace años que corre. Y no le falta razón. Parafraseando a Alfonso Guerra, España concede. Y España ―el estado español, su monarquía, sus oligopolios y tutti quanti...― no concederá la posibilidad de decidir a Catalunya mientras haya una mayoría demográfica que no ponga en duda su concepción decimonónica. Efectivamente están los vascos ―no todos, y no en igual medida―, pero los vascos son pocos. Necesitáis el País Valencià, necesitáis que podamos crearle a España "más líos de esa especie".
Además de las obvias y sobreexplicadas relaciones sociales, culturales, económicas, etc., somos un territorio que sufre un maltrato por parte del Estado más grave que el de Catalunya ―expolio fiscal, genocidio lingüístico, falta de inversiones, represión continuada, blanqueamiento de la extrema derecha por parte de los aparatos del Estado...― pero representamos, también, el 10% del PIB español y más de cinco millones de posibles aliados en la causa de las libertades de los pueblos. Representamos una potencial "otra Cataluña".
Los soberanistas valencianos, que los hay y no son pocos, votan ahora mismo diversidad de opciones políticas y pocos de ellos votan opciones independentistas por razones diversas ―ey, todas legítimas―, de utilidad de voto, de prudencia o de que no vuelvan. Y necesitan ―necesitamos― que se los interpele por parte del independentismo catalán, con estrategia y sin paternalismos. Como aliados necesarios. Hay que romper la lógica pujolista del "ya se lo montarán" en el norte y la lógica oltrista de "lo que pasa en Catalunya no nos afecta" en el sur.
Ahora mismo hay, es cierto, más independentistas que nunca en Catalunya, sin embargo, también, el porcentaje de independentistas fusterianos ha caído en picado y los mapas de los Països Catalans en las webs de asociaciones soberanistas no dejan de ser una reminiscencia romántica, si queréis, más que una afirmación nacional o territorial ―"por sus hechos los conoceréis". Sin embargo, Sénia abajo, estos "independentistas" nos tratan a los valencianos con condescendencia en el mejor de los casos, afianzando los bloques "Catalunya / el resto".
Romper la política de bloques, también implica eso, ampliar la base sólo en las cuatro provincias de la Catalunya estricta refleja una grave estrechez de miras. Si no por convencimiento fusteriano, como mínimo, por inteligencia estratégica. Así pues, hay que añadir en la estrategia del independentismo mayoritario la apertura explícita del frente valenciano, si no, no lo conseguiréis.
Josep Barberà es presidente de ERPV (Esquerra Republicana del País Valencià)