La respuesta a esta pregunta merece largos tratados, sin embargo, querría responderla y posicionarme personalmente a partir de ocho consideraciones breves:

1. El conflicto del estado español con Catalunya es de carácter político. Es un conflicto de relación de poder. El estado español usa su poder para asimilarnos cultural y lingüísticamente. También, usa su poder para negar la voluntad política de ser y, por lo tanto, de decidir, queriendo convertir Catalunya en una región. Y en último lugar, usa el poder para sacar rédito en la creación de riqueza.

2. El conflicto del estado español con Catalunya viene de lejos. Viene de tan lejos como la misma fundación del Estado. No hay fecha fundacional clara. Sí, sin embargo, hay una versión contemporánea de este conflicto que podemos fechar del siglo XIX. Desde este momento, existe, también, la reacción catalanista al conflicto.

3. El conflicto del estado español con Catalunya genera, ya desde sus orígenes, dos posibles respuestas catalanistas. Por una parte, la voluntad de reformar el estado español. De la otra, la voluntad de salir del mismo y fundar un estado propio. Existe una lucha política entre las dos respuestas desde el mismo momento que existen. Es clave el trasvase de voluntades políticas de la ciudadanía de una a otra. La hegemonía política de la respuesta reformista que ha habido desde los años ochenta del siglo XX ha cambiado por la hegemonía política del independentismo desde la segunda década del siglo XXI. La sentencia del TC a la reforma del Estatut es el catalizador, no la causa.

4. El conflicto del estado español con Catalunya se debate dentro de la hegemonía independentista. La respuesta reformista hoy es residual, como lo había sido la independentista durante la hegemonía del reformismo. Todo puede cambiar, pero no se avista esta posibilidad en la distancia corta. Ahora bien, dentro del independentismo también existen dos vías, con gradación de matices cada una: la que apuesta por la gradualidad y la que apuesta por la confrontación. El trasvase entre ellas es muy alto. La temperatura del conflicto puede determinar en buena parte la hegemonía de una u otra.

5. El conflicto del estado español con Catalunya influye en la hegemonía de una opción u otra dentro del independentismo, pero no tendría que ser determinante. Las emociones explican buena parte de nuestras conductas. La racionalidad también las tendría que explicar. La represión, la voluntad vengativa, la cultura política que identifica al estado español y otros no tendrían que ser la explicación, cuando menos no sólo, de nuestra respuesta política. El cálculo racional tiene que tener en cuenta la fuerza propia, la debilidad del adversario y el interés de los otros, es decir, de la comunidad internacional. Ni vamos tan sobrados de fuerzas, ni están tan débiles, ni despertamos tanto interés, pues no basta con tener razón para que te la den.

6. El conflicto del estado español con Catalunya alimenta el agravio y genera sufrimiento. Pero su superación tiene que venir de la esperanza. Como conflicto, lo deseable es su superación, cuando menos para quien lo sufre. El motor de la conducta de las personas y de los colectivos es el recuerdo, pero también la esperanza. Sólo a través de la esperanza se supera por integración y suma. La esperanza integra a aquellos que avistan un futuro mejor sin necesidad de haber tenido que sufrir lo mismo o de compartir una misma memoria.

7. Con toda la modestia, quiero contribuir a superar el conflicto del estado español con Catalunya desde esta perspectiva de esperanza en un futuro mejor, más justo, más próspero y más libre. Eso, creo, pasa por la independencia de Catalunya, pues la reforma del estado español parece imposible, cuando menos en relación a su voluntad asimilacionista, negadora y de gestión de la economía. Este futuro mejor se tiene que alcanzar, sin embargo, desde un modelo social que incorpore la ética en su modo de ser y que sepa y pueda generar riqueza para después repartirla. Para repartir primero se tiene que generar. Por eso, hay que aprovechar los cambios del sistema productivo que se puedan producir por la presente crisis sanitaria y de emergencia climática. Hay que potenciar una economía que integre, por ejemplo, el servicio de atención a las personas, el cuidado del medio ambiente, el uso de la inteligencia artificial, la libertad de elección de los ciudadanos y otros como motores de creación de riqueza. Sin economía productiva no podrá haber políticas distributivas.

8. En último lugar, pero no menos importante, los partidos son instrumentos para alcanzar objetivos políticos. La superación del conflicto del estado español con Catalunya tiene que usar a los partidos políticos como instrumentos. Si en algo debe ser nueva la política, debería ser en esta consideración.

 

Josep Maria Forné i Febrer es diputado en el parlamento de JxCat