Ha sido astuto Salvador Illa invitando a Palau al nonagenario president Pujol. Un gesto que no había hecho ninguno de sus predecesores. Ni Mas, que le retiró las credenciales. Ni Puigdemont. Ni Torra. Ambos pasaron de puntillas. Tampoco Aragonès, aunque no era de su cuerda. Y en favor suyo, cabe decir que ya resolvió que, llegado el caso, no escatimaría el debido reconocimiento institucional al hombre que construyó, durante 23 años y desde la nada, la actual Generalitat. 'La Generalitat somos tú y yo' le dijo en 1980 al flamante secretario general de Presidencia, Lluís Prenafeta. En cambio, quien sí que lo invitó fue el conseller de Economía, Jaume Giró, sin manías.
En descargo de Mas hay que decir que el impacto de la confesión fue de tal envergadura que procedió a levantar un muro de contención, decretando la proscripción del president Pujol. En aquellos primeros días se significó un hombre que, como Artur Mas, había crecido a la sombra del pujolismo y había sido apadrinado por el mismo Pujol. Y que, después de Mas, era el segundo cargo institucional de CiU. El alcalde de Barcelona, Xavier Trias. Es entonces cuando dijo "lo que tiene que hacer Jordi Pujol es desaparecer, renunciar a todo". Trias es un hombre honesto y entrañable que se habría merecido —igual que Ernest Maragall— jubilarse como alcalde de Barcelona. Pero habló en caliente ante los micrófonos de Catalunya Ràdio. Solo habían pasado dos días desde que Pujol había admitido públicamente que tenía una cuenta a Andorra de un dinero heredado del padre que nunca había confesado. Posiblemente, Trias, cuando repasa la hemeroteca, debe pensar que quizás se podría haber ahorrado ser tan tajante, por mucho que entonces fuera el alcalde de Barcelona y quisiera ser ejemplar. Para rematar, dijo que Pujol les había 'fallado'. Visto en perspectiva, ya no está tan claro quién falló a quién. Si Pujol a los convergentes o los convergentes a Pujol.
Jordi Pujol ha sido un hombre con una idea de país a la cual se entregó en cuerpo y alma desde muy joven, guiado por una profunda espiritualidad.
Y es obvio que las habían hecho muy gordas. Igual que el PP y el PSOE, o más. Probablemente más. Pero CDC decidió dejar atrás su lado oscuro enterrando las siglas. Y, en buena parte, renegando de Jordi Pujol. En el pecado está la penitencia, porque lo que vino después fue una confusión absoluta. Con el gesto, también evidenciaron una enorme debilidad y un miedo cerval a la pérdida de la hegemonía con que amenazaba el nuevo ciclo político. Fue también un síntoma de debilidad. Y, en parte, de mezquindad. Es cuando las cosas van mal que hay que demostrar de qué pasta estás hecho. También una evidencia de como de fácil es pasar del cielo al infierno, de ángel a demonio, de icono a paria.
El presidente Salvador Illa ha hecho un gesto tan interesado como necesario. En todo caso, lo honra, porque, en buena medida, certifica la rehabilitación de un hombre que, si debía pagar, ya ha pagado con creces. No porque fuera un santo varón. Leyendo las 'Memorias', ya se ve que es una bicho, para bien y para mal. Tanto por lo que dice como por lo que no dice. Las 'Memorias' son un compendio de anécdotas divertidísimas, y al mismo tiempo el relato de una trayectoria vital acojonante. Un hombre con una idea de país a la cual se entrega en cuerpo y alma desde muy joven, guiado por una profunda espiritualidad. Aunque las 'Memorias' quedan cojas —acaban en 2011— ante la bomba que sacudió el país en julio de 2014, son igualmente una crónica de primera categoría —para utilizar una expresión pujolista— del presidente más longevo y trascendente que ha tenido la Catalunya contemporánea.
Siempre me ha parecido mayestática y sobreactuada la reacción por el archifamoso legado. Sobre todo, por parte de aquellos que lo habían venerado como un Dios en vida. A ver si ahora resultará que no sabían nada de lo que se cocía, pero luego se rasgan las vestiduras por un legado… Que personas como Joan Tardà —quién, por cierto, en su día participó en la concentración de solidaridad con Jordi Pujol por el caso Banca Catalana, en mayo de 1984— muestren su enfado o decepción es comprensible. Estaba en la concentración por patriotismo, él que venía del PSUC. Y, aún y así, Tardà nunca ha hecho leña del árbol caído. Por eso, que lo hicieran los popes convergentes que se lo debían todo, cuesta más de explicar y toma toda otra dimensión.
Como país era necesario hacer el luto y asumir el pasado sin abrirse en canal. Y era también justo para Jordi Pujol y de rebote para la mayoría de su familia.