La justicia del Estado ha decidido, al cabo de más de trece años, poner fecha al juicio al president Pujol, bajo la acusación de ser el "patriarca" de una "organización criminal". No entraré a valorar qué significa todo esto, ni por qué aparece ahora, ni quién lo hace, ni qué hay detrás. Solo sé que el president es inocente. No es el jefe de una organización criminal. Eso seguro. Y también estoy seguro de que si todo eso pretendía ser una forma de debilitar su legado político y personal, me temo que pasará justo al revés. Pero ya tendremos tiempo de verlo. Basta con recordar que lo acusa la Fiscalía Anticorrupción, no el Estado. El juicio se celebrará dentro de un año, en noviembre de 2025, cuando el president tendrá 95 y medio. Si puede, lo veremos entrar andando. Encarando, una vez más, una acusación inverosímil, pero convencido de que la justicia debe hacer su curso. Aunque nos parezca aberrante verlo acusado de ser el "patriarca de una organización criminal".
Este es el tercer juicio penal al que el president Pujol ha tenido que enfrentarse durante su larga vida. El primero fue un juicio militar, ya que había sido alférez en las milicias universitarias, por los hechos del Palau en 1960, donde recordemos que se lanzó "propaganda clandestina". Por este motivo, fue torturado y encarcelado en la prisión de Zaragoza, donde pasó dos años y medio. El segundo juicio fue por el caso Banca Catalana, que saltó en 1984, poco después de que ganara por mayoría absoluta las elecciones a la Generalitat. De estos hechos, serían exculpados él y todo su equipo en 1990. Los libros y escritos de su cuñado, Francesc Cabana, hablan muy detalladamente del tema.
El último intento de judicializar al president Pujol tendrá el final que la justicia decida y que respetaremos. Lo único seguro para todos aquellos que lo hemos conocido actuando, y para todos aquellos que hemos vivido bajo su gobierno, es que es inocente. No es el patriarca de una organización criminal. Defender su inocencia públicamente es, como mínimo, un deber patriótico. Y no lo podemos hacer sin emitir nuestro juicio personal en secreto.
Muchos catalanes ya han juzgado a Pujol, y para la inmensa mayoría, la balanza siempre se ha inclinado a favor del president
Muchos ciudadanos de Catalunya ya lo han hecho. Ya lo han juzgado. Han tenido bastantes años para hacerlo. Como en todo juicio, han puesto en un plato de la balanza las cosas buenas que ha hecho por el país, y en otro las cosas que no les han gustado. Y para la inmensa mayoría de los catalanes, la balanza siempre se ha inclinado a favor del president Pujol. Lo hemos juzgado, a pesar de saber que muy a menudo querer juzgar a alguien es un atrevimiento indebido. No somos quién para juzgar a nadie. Sin embargo, cuando hemos intentado hacerlo con el president Pujol, siempre, para la inmensa mayoría de los catalanes, no solo lo hemos absuelto, sino que lo hemos valorado muy positivamente. No hay ni populismos ni fake news que valgan. En el imaginario de los catalanes, Pujol es una roca.
Pero hay un último juicio que no podemos realizar, porque hace falta tiempo: es el juicio de la historia. Me atrevería a decir que nadie podrá hablar de la Catalunya de finales del siglo XX sin admirar la obra de Pujol. Como tampoco podrán hablar de la Barcelona de finales del XX sin admirar la de Maragall. Preguntémonos por qué. Encontraremos una respuesta: Pujol ama Catalunya por encima de todo. Y pone a Catalunya por delante de lo que haga falta. Su sueño de Catalunya no consiste solo en querer dotarla de las herramientas de un estado, ni en hacerla progresar económica y socialmente. No pasa solo por luchar por su reconocimiento internacional, por su encaje en un Estado español políglota y "polinacional", por mal que le pese. El president Pujol quiere que Catalunya no deje de ser nunca una nación. Ha hecho de su amor por la Patria una obsesión seguramente enfermiza. Pero con resultados tangibles. Aunque sus propios herederos políticos hayan enterrado nominalmente el partido que él fundó en Montserrat hace 50 años.
Este tercer juicio penal dentro de un tiempo será una anécdota. Como lo es todo lo que no tiene ningún tipo de importancia. Lo que es realmente importante no depende de lo que digan los tribunales, ni de lo que digan los libros, ni de lo que digamos nosotros. No depende de los juicios que hagamos. Lo que tiene importancia es |cómo lo hacemos para continuar su legado político. El mal llamado pujolismo no tiene que ser venerado. Convergència ha quedado, pese a todo, enterrada. Lo que depende de nosotros es entender qué hizo bien el president Pujol y por qué lo hizo. Ayudó a reconstruir un país, porque lo quería. Este es su verdadero legado. Si queremos ser fieles al espíritu del president Pujol y de todas las generaciones que han ido construyendo este país, volvamos a construirlo y amémoslo.