La única política realista que se puede hacer hoy en Catalunya es la que hace Oriol Junqueras de trabajar para intentar caer a peso muerto sobre la miseria de sus enemigos. Solo hay que ver como han acabado los dirigentes de CiU que le querían endosar las mentiras del procés. Ahora parece que les toca el turno a los chicos de Vox y del PP, que han acabado imitando a los políticos procesistas con concentraciones que parecen el negativo ultranacionalista de las manifestaciones que los catalanes hacían a favor de un referéndum en las épocas pacíficas de la globalización.
Quiero creer que Junqueras se dejó humillar por la justicia española convencido de que la verdad no necesita mártires y que tú puedes degradar, por la fuerza, unas instituciones pero no puedes degradar el espíritu y la historia de un país. Consideraciones jurídicas a parte, la retirada ante Pere Aragonès parece que parta de la misma filosofía. Cualquier persona inteligente sabe que la autonomía ha perdido el alma que la mantenía viva. Hoy en Catalunya solo se puede hacer política de manera indirecta. Por ejemplo, es gracias al independentismo extraparlamentario que PSC y JxC se han puesto a hablar de contener la inmigración.
Desde siempre, todo lo que pasa en España tiene que ver con la necesidad de vivir del esfuerzo y la imaginación de los catalanes. La Transición se hizo con la energía del antifranquismo catalán. La España de las autonomías fue un acuerdo de mínimos para que el ejército español no pudiera esgrimir la excusa del separatismo catalán para oponerse a las reformas que necesitaba para integrarse en el sistema de defensa europeo. CiU evitó defender la OTAN abiertamente para que la mayoría de españoles pudieran votar sí en el referéndum de González y para que los catalanes mantuvieran la cultura antimilitarista que frenaba la agresividad colonizadora de la inmigración.
Cuanto más fuerte sea la abstención, más intensa será la desazón de los partidos para ganarse el voto de los catalanes
El otro día escuchaba una conferencia de José Luis Villacañas sobre los orígenes del imperio hispánico, y pensé en la resistencia pasiva de Junqueras. La conferencia cuenta muy bien que los problemas de legitimidad del estado español se remontan a la manera como se unificaron los reinos hispánicos. Villacañas aseguraba que los pueblos de la corona de Aragón estaban orgullosos de sus instituciones, y que algunos sectores de la corona castellana querían imitar su modelo. El historiador de la izquierda española hacía esfuerzos para no mencionar la lengua catalana, ni Catalunya, pero no podía evitar hablar de la influencia que los escritos políticos de Francesc Eiximenis tenían en València.
Para hacer la gestión autonómica basta con dar cuerda al PSC, y dejar que Aragonés y Puigdemont se repartan las migajas. Cuanto más fuerte sea la abstención, más intensa será la desazón de los partidos para ganarse el voto de los catalanes. Aunque los independentistas no voten, siempre serán votantes potenciales y el españolismo difícilmente podrá sacar tajada de su abstencionismo. Es lo mismo que pasa en TV3, que se ha convertido en una máquina de radicalizar catalanes, justo ahora que intenta hacer todo lo contrario. No tiene sentido esforzarse en dominar la televisión autonómica; es más efectivo crear productos que hagan la competencia a los tontos que promociona, y que la gente escoja por comparación.
Mientras los españoles no puedan volver a matar catalanes, las contradicciones nacionales del Estado se irán haciendo cada vez más evidentes. Nadie puede escaparse de su historia, y se trata de dejar que la española atrape a los españoles, sin que Catalunya pague las consecuencias. En Twitter, corre un mapa de las circunscripciones electorales europeas proyectadas por los alemanes y por los franceses durante las negociaciones del tratado de Niza de 2001. En el mapa, que disparó las alarmas del PP de Aznar, Barcelona queda encuadrada con Marsella, Mallorca y València, en el mismo espacio de relaciones que imaginaban el general Prim y Prat de la Riba.
La historia es tozuda, y siempre acaba tomando el camino que los necios que intentan violentarla no preveían, ni querían. A medida que Europa necesite militarizarse para defenderse de las amenazas externas, tendrá que democratizarse o que resignarse a perder los muebles. A veces la política más audaz es coger un espacio que puedas defender a largo plazo sin retroceder ni un milímetro, ni caer en gesticulaciones. Por más que La Vanguardia haga reportajes para relativizar el colonialismo y el saqueo de América, cada vez se hará más evidente que la nación catalana tiene tanto derecho a existir como la alemana, la lituana o la polaca.
Las izquierdas españolas se han puesto, como siempre, debajo las faldas del pueblo catalán, pero de momento el oscurantismo no tiene margen para montar una guerra, ni para organizar grandes persecuciones. Por eso convoca misas negras en el centro de Madrid.